El reciente anuncio del gobierno de un nuevo plan nuclear está asociado a supuestas demandas de energía nuclear para la Inteligencia Artificial, ya que la energía convencional no sería suficiente.
Esta afirmación es particularmente sesgada porque si bien la demanda energética global de las tecnologías de la información impacta en el 1% al 3% de la producción de gases de efecto invernadero, las empresas como Amazon, Microsoft, Google o Meta son los mayores firmantes de acuerdos de PPA (acuerdo de compraventa de energía limpia) a nivel mundial, principalmente energía solar y eólica por sus bajísimos costos de construcción en comparación con el de las centrales nucleares.
El desarrollo de un plan nuclear tiene que ver con la demanda de energía y las múltiples aplicaciones de la tecnología nuclear en la sociedad. Una de ellas es la provisión de energía constante y segura, como lo han demostrado nuestras centrales nucleares –dos de ellas ya cumplieron su ciclo de vida de 30 años y, como son fierros tan nobles, admiten una extensión de vida de 20 años más–. La tecnología de nuestras centrales es de origen canadiense (CANDU) en el caso de Embalse y alemán en el caso de las dos Atuchas. Argentina adquirió la licencia para reproducir centrales del tipo CANDU.
Debido a nuestra dilatada geografía, hace más de 40 años se pensó en el concepto de pequeños reactores modulares para abastecer a regiones aisladas, es así que en 1984 nace el proyecto CAREM (Central Argentina de Elementos Modulares), concepto que ahora se conoce como pequeños reactores modulares (SMR). El proyecto CAREM fue el primero en su tipo. Tuvo las más diversas alternativas en su dilatada existencia desde su concepción en CNEA en los 80’, su paso por manos de INVAP en los 90, en 1999 tuvo ley propia (Ley 25.160/99) y presupuesto de 132 millones de pesos/dólares, toneladas de planos y documentación, pero ni un solo fierro construido. En 2006 se relanzó el plan nuclear y al proyecto CAREM, que retornó a la CNEA, se le realizaron importantes modificaciones, pero no fue hasta 2014 que se comenzó a construir un prototipo de 25 MWe en el predio de Atucha. A pesar de su grado de avance, el proyecto fue detenido por el actual gobierno y sometido a una revisión externa.
Durante sus más de 40 años de historia la concepción de pequeños reactores modulares (SMR) fue replicada una veintena de veces en países como Estados Unidos, Rusia, China, Canadá e Inglaterra. Pero en la actualidad hay solo tres SMR que están entregando electricidad en Rusia, China e India.
Por otra parte, el nuevo plan nuclear prevé, como primer paso, la construcción de un SMR con tecnología 100% argentina, o sea, digamos el CAREM, que fue recientemente paralizado y gran parte de los obreros de la construcción la obra civil despedidos. Además, los diseñadores técnicos, ingenieros y científicos de la CNEA tienen salarios apenas sobre la línea de pobreza, con remuneraciones que son seis veces inferiores a los de la industria de gas y petróleo; no es difícil prever el éxodo del personal altamente calificado. Además de todo esto, recientemente se anunció la privatización de IMPSA, un proveedor de componentes claves como el recipiente de presión.
Se debe también notar la participación en el anuncio del titular del Organismo Internacional de Energía Atómica, Rafael Grossi, fundador del Grupo de Viena, una entidad que incluye a las 15 empresas más relevantes del sector nuclear a nivel mundial del que también forma parte desde el inicio Nucleoeléctrica Argentina (NASA) cuyo titular, Alberto Lamagna, en octubre de pasado mantuvo en Viena un importante diálogo con Grossi sobre el papel transformador de la inversión privada en la industria nuclear argentina y el respaldo crucial del OIEA en este camino.
El anuncio fue dado a conocer por el jefe del equipo de asesores, Demian Reidel, un licenciado en física del Instituto Balseiro devenido doctor en Economía de Harvard, que nunca practicó la física pero sí las finanzas de la mano de Federico Sturzenegger. Prevé la creación de un Consejo Nuclear Argentino, presidido por el mismo Reidel e integrado por el jefe de Gabinete, Guillermo Francos; el ministro de Defensa, Luis Petri; y el presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica, Germán Guido Lavalle.
Si bien no se conocieron detalles del plan, pareciera estar orientado a copiar el modelo norteamericano de centrales público-privadas, que puntualmente fue ensayado en Estados Unidos para este tipo de reactores por la empresa NuScale, la mejor copia del CAREM. NuScale se fundó en base a una investigación financiada por el Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE) y realizada por un equipo de científicos nucleares de la Universidad Estatal de Oregón y el Laboratorio Nacional de Idaho desde 2000 hasta 2003. En enero de 2011, el mayor inversor de NuScale, Kenwood Group, fue investigado por la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) y más tarde se declaró culpable de operar un esquema Ponzi. En noviembre de 2023, NuScale canceló el proyecto, que se informó que había recibido $232 millones de apoyo financiero del DOE.
Definitivamente, la electricidad nuclear tiene un rol en la diversificación de la matriz energética (en nuestro país cubre alrededor del 7% de la demanda), necesita de un apoyo decidido del Estado para contribuir a la transición hacia energías limpias que satisfagan las necesidades no sólo de una economía digital sino también para la movilidad eléctrica y otras tecnologías emergentes, mitigando los problemas medioambientales. La terminación del proyecto CAREM es un paso claramente insuficiente. El plan nuclear anterior fue mucho más ambicioso: preveía la construcción de dos centrales nucleares nuevas Atucha III con tecnología CANDU, similar a embalse y Atucha IV, con tecnología de uranio enriquecido y agua liviana (Hualong de 1.200 MWe). Ambas con financiamiento de origen chino.
Este nuevo plan tampoco contempla previsión alguna en aspectos fundamentales como la medicina nuclear, la producción de radioisótopos y semiconductores, la investigación de materiales, etcétera. Claramente la falta de independencia política condena a la postergación y al retraso del desarrollo tecnológico nacional.
El autor es investigador consulto en instrumentación Nuclear y Medicina Nuclear (CNEA 1979-2021) y docente Investigador retirado en Inteligencia Artificial y Robótica (UTN 1986-2021).