Panorama de las Américas - Opinión

A Pelé muerto, Lula puesto

7 de enero de 2023 00:43 h

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A rey muerto, rey puesto, reza el refrán medieval. En toda monarquía digna de ese nombre, muerto un soberano, lo sucede otro soberano. No hay tiempos muertos, muerto el autócrata. A la mañana siguiente, de cara al sol, ya hay un monarca que dispone del caudal de autoridad de su antecesor. Ejerce ese poder de inmediato, sin solución de continuidad. Los interregnos, las transiciones, son situaciones excepcionales y nefastas. Días oscuros, de sueño de la razón y de cielos que se cubren de murciélagos gramscianos.

O rei do futebol era el brasileño más famoso del mundo. Murió en San Pablo del cáncer que lo mataba uno de los últimos días de 2022. Un par de días antes de que un ex obrero nordestino y ex sindicalista paulista fundador del Partido de los Trabajadores (PT) asumiera en Brasilia la presidencia de Brasil, por tercera vez en su vida. Después de Pelé, el brasileño más famoso del mundo era Lula. El primer día del mes de enero de 2023 fue el primer día del tercer mandato del político petista septuagenario. Pero el primer día del año fue el primer día de Lula en la cima del podio. Sucedía a Pelé en el primer puesto la de fama mundial de Brasil. Sin interregnos protegidos, sin regencias guiadas ni transiciones democráticas, Lula, presidente por tercera vez, era ya el brasileño más famoso.

En la Argentina nadie descree de la superioridad futbolística del villero Maradona sobre el negro Pelé. Pero nadie en la Argentina expresaría esa evidencia diciendo 'Maradona es el rey del fútbol'. No apiicamos metáforas aristocráticas a la excelencia deportiva. Si le decimos príncipe a Francescoli o mariscal a Perfumo, hay más sorna y sarcasmo de las falsas finezas del uruguayo y del europeo por adopción que cualquier otra cosa.

En Brasil, en cambio, que sólo dos años de (forzada) república conoció en un siglo XIX que dividió entre la sujeción a reyes portugueses y emperadores brasileños, y que después supo de la dictadura militar más larga del siglo XX en Latinoamérica, ese lenguaje no resulta ajeno. Antes bien, parece fatal.

El viernes 6 de enero es la festividad religiosa cristiana de la Epifanía, de los tres Reyes Magos multiétnicos que visitan al Mesías judío nacido doce noches antes de una virgen en un establo de Belén. En Brasil se celebra con una fiesta teatral delante de las iglesias. Se llama Folia de Reis, 'Locura de Reyes'. Es un colorido desfile simbólico presidido por los Reyes, acompañados por un bufón y una banda de música, y seguido por los foliões ('los loquitos', si es lícito traducir un aumentativo por un diminutivo), es decir, el pueblo celebrando. El mismo 6, en Brasilia, o rei Lula celebró la primera reunión de su gabinete, al que dotó de 37 ministerios. En una alocucíón inicial abierta al público y transmitida por los medios, habló del noble cuerpo del Gabinete, de la nobleza de su Administración, de sus nobles integrantes, que persiguen los más nobles fines.

El cursus honorum de la más noble fama

Antes de la cronometrada muerte de Pelé, y de la asunción de la tercera presidencia en Brasilia, Lula había viajado a una previa, a un 'ensayo general' de su futuro pero próximo papel de brasileño más famoso. Fue en África, en Egipto, en la Cumbre Climática de las Naciones Unidas. El Estado anfitrión, y enemigo político del gobierno de Qatar, invitó como representante de Brasil al presidente electo, a Luiz Inácio Lula da Silva, y no al presidente brasileño en funciones hasta el 1° de enero, Jair Messias Bolsonaro. En el balotaje del último domingo de octubre, Lula se había impuesto por apenas 1,8 puntos sobre el ex militar y ex diputado Bolsonaro. Antes de la elección, en plan de acercarse al centro del electorado, Lula había firmado una carta con los evangélicos, comprometiéndose a ser el defensor de su fe, o al menos a impedir que desde Brasilia se la desairara. 

Después de vencer y de obtener el tercer mandato presidencial de su vida, a las orillas del Mar Rojo el petista gozó de una recepción digna de estrella de rock, según la agencia Bloomberg. Era el héroe que prometía poner fin inmediato a la deforestación y restaurar y renovar, con vigor y efectividad jamás antes vislumbradas, las políticas ambientales descuidadas o alevosamente desangradas por Bolsonaro. Fue felicitado por un conmovido presidente francés, Emmanuel Macron.

En esa suerte de Copa FIFA egipcia, Lula postuló a Amazonia como sede de la COP-30 en 2025. Todavía no habrá terminado su tercera presidencia, y el anfitrión de esa Cumbre que oficiará en alguno de los estados amazónicos a determinar, habrá cumplido 80 años para entonces. Bloomberg se pregunta cuánto quedará para el público del estrellato rockero de Lula a la hora de su cita selvática y tropical octogenaria.

Es cierto que Brasil era favorito para la final del Mundial qatarí, y no es menos cierto que Lula fue recibido en Egipto con cantos de hinchada, “Olé, Olé, Olé, Lula Lula!”. Preguntado, Lula no dio muestras de su mejor clarividencia cuando le rehusó a la Selección argentina masculina de Fútbol toda chance de llegar a la Final. El último Mundial que se jugó en Brasil fue en 2014. La Selección de Brasil fue eliminada por la de Alemania, en un partido que perdió 7-1. Dos mujeres jefas de Gobierno, la canciller democristiana Angela Merkel y la presidenta petista Dilma Rousseff que iba a ser derribada por un impeachment en 2016, estaban presentes en la cancha de la debacle brasileña.

No todos los golpistas son iguales, o así puede parecer 

Lula fue invitado de honor del gobierno de Egipto en la cumbre climática. El presidente egipcio, general Abdelfatah Said Husein Jalil el Sisi, derrocó a Mohammed Morsi en el golpe de Estado del 3 de julio de 2013, de resultas del cual hubo un millar de víctimas directas . El presidente depuesto por el militar golpista había sido votado en junio de 2012. Morsi fue el único gobernante elegido democráticamente en la historia de la República Árabe de Egipto fundada en 1952 por el coronel Gamal Abdel Nasser. 

Prisionero, Morsi fue acusado de diversos cargos, en un juicio que Amnistía Internacional trató de fantochada. Se buscaba condenar a muerte al ex presidente moderado y popular, musulmán creyente y practicante, piadoso militante de los Hermanos Musulmanes.

Las acusaciones de la Justicia egipcia contra Morsi eran muy numerosas, muy cambiantes, muy imprecisas, muy diferentes en los delitos incriminados, muy semejantes en la penuria de pruebas concluyentes. Morsi fue sentenciado a morir; se ratificó el veredicto; se conmutó la pena capital; se anuló la causa; se rehizo el proceso; en 2017 la Corte de Casación dio su fallo final, condenándolo a prisión perpetua.

Morsi murió sin salir de la cárcel, en 2019; su familia alega que se le había retaceado adecuada atención médica. La prueba determinante de la culpabilidad de Morsi, según el último alto Tribunal de Egipto dijo en 2017, implicaba tareas de espionaje y conspiración traicioneras del ex presidente con un Estado extranjero: el emirato de Qatar.

Desde luego que las reglas de la buena diplomacia inhibían a Lula de llamar militar, golpista, genocida o criminal al egipicio Sisi, o a siquiera insinuar que un general golpista pudiera ser la tal cosa. En los debates televisivos cara a cara, y la campaña del balotaje, Lula había repetido esas incriminaciones, una y otra vez, para referirse a Bolsonaro. El brasileño más famoso lo hacía con tranquilidad, como si dijera carioca, paulista, reumatólogo o daltónico.

AGB