El mensaje de WhatsApp de Ingrid Bejerman avisándome del fallecimiento de Jean-François Fogel me encontró en un taxi en Buenos Aires, saliendo de una entrevista de investigación para un nuevo proyecto que nunca se beneficiará de sus comentarios siempre sagaces y eruditos. Quedé helado y triste. Se había ido el periodista que lo supo todo.
Lo conocí a través de Guillermo Culell, cuando me invitó a compartir con Jean-François un panel en ocasión del décimo aniversario de Clarín Digital en 2006. Allí me enteré que Jean-François había leído mi primer libro, Digitalizar las Noticias, así como yo lo había hecho con Una Prensa Sin Gutenberg, un texto fundacional que escribió con Bruno Patiño. Las lecturas mutuas ayudaron a que nuestra primera conversación aconteciera como si nos hubiéramos conocido desde hace mucho tiempo. Lector voraz y conversador curioso, Jean-François era un interlocutor único: te hacía sentir escuchado, se interesaba por todo y sobre todo tenía una reflexión brillante.
De ahí en más intercambiamos correos electrónicos y tratamos de vernos cuando yo visitaba París. Recuerdo dos conversaciones que tuvieron gran impacto en mi forma de pensar el mundo de los medios, la política y la cultura digital.
La primera fue en 2007, cuando fui a París para la fiesta sorpresa de cumpleaños número 50 de mi hermano, quien vive allí. Jean-François me invitó a conocer las oficinas de Le Monde en internet. Luego me llevó a almorzar a un pequeño bistró a orillas del Canal Saint-Martin y elaboró una tesis sobre el fin de las noticias. “Algún día vendrá el cierre de la tienda,” dijo acompañando sus palabras con un ademán mezcla de temor y resignación. El periodismo no debe dar su existencia por sentado porque la misma está en riesgo en la sociedad contemporánea. Este presagio y sus consecuencias han sido claves respecto de buena parte de lo que he escrito desde aquel entonces.
La segunda fue en mayo del año pasado, en lo que sería nuestra última charla. Nos citamos frente al Louvre y como el clima era muy agradable en lugar de ir a un café, como era nuestra costumbre, nos fuimos a caminar en dirección hacia el Jardín de las Tulleries. Luego de enseñarme una de sus librerías favoritas, llegamos a las Tulleries y nos sentamos en unas sillas vacías. Allí, con la mirada entre pensativa y perdida, me dijo que lo que más había valorado acerca de El Manifiesto del Periodismo (mi libro más reciente en ese momento, escrito en co-autoría con Barbie Zelizer y Chris Anderson) fue la centralidad de las rutinas periodísticas en las salas de redacción. Luego se preguntó que podría pasar con esas rutinas, y el periodismo mismo, frente al cada vez mayor evisceración de las redacciones.
Quienes nos dedicamos a escribir tenemos siempre un puñado de personas que constituyen nuestro público imaginado. Si bien queremos que nuestro trabajo sea leído por un público real mucho más amplio, en el fondo lo que más nos importa es ese pequeño público imaginado. Hace más de quince años que en mi caso Jean-François formaba parte del mismo.
Cuando fue publicado Abundancia: Sobre la Experiencia de Vivir en un Mundo Pleno de Información en 2021, le envié un ejemplar a Jean-François. Al cabo de unos meses recibí un correo electrónico con sus reflexiones acerca del texto. Me permito incluir uno de sus párrafos, por lo agudo de su contenido:
“El libro, por el mero dibujo de la investigación es antes de todo un golpe para el periodismo. No hay un soporte, un medio, una plataforma que sea dedicada a las noticias. El periodismo se equivoca cada vez que busca defenderse como una oferta de contenido establecida en un rincón apartado. No es así. Con la desaparición del diario impreso, se abre una enorme incertidumbre. Claro que habrá cambios pues el periodismo vive hoy en un mundo donde crece la oferta de ficción. Al leerte, se tiene la sensación de que solo queda el ritual como punto de apoyo para el periodismo. Si se pierde va a empeorar la situación. Tengo las notas de tu charla en Sciences Po [en junio de 2019] sobre ”la devaluación de las noticias“. ”Las noticias están en todos lados, pero su valor ha decrecido “. Y esto interviene en un mundo donde las democracias pierden terreno frente a las autocracias. Es decir: la idea que la información de calidad sea un aporte necesario a la vida pública pierde también terreno. En este sentido, es importante tu manera de recordar que la idea de la sobrecarga de informaciones existió en el pasado, en épocas que ignoraban hasta la idea de la democracia”.
El periodismo contemporáneo ha perdido a uno de sus grandes pensadores. Yo me he quedado sin uno de mis lectores imaginados.
PB