Sabemos que las palabras construyen realidades y alguna vez conté que descubrir en una librería próxima a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, (en Puán y Pedro Goyena, Ciudad de Buenos Aires) el libro Cuerpos sin patrones, Resistencias desde las geografías desmesuradas de la carne, fue un antes y un después en mi vida personal como lectora y como gorda. El volumen compilado por los activistas Laura Contrera y Nicolás Cuello fue, como dice Mauro Cabral, la actualización de una deuda “para quienes hemos atravesado los años al amparo de bibliotecas salvadoras”. Es que escribir sobre cuerpos fuera de la norma y compartir esos conocimientos cuestionadores que ponen en jaque el imperio de otros cuerpos modélicos, interrumpir el juzgamiento de lo diferente y mostrar que se puede vivir sin condenar, es ir contra un mundo que pretende eliminar a quienes no se someten al deber ser. Las únicas huellas posibles no son registrar de manera policial lo que se consume en términos calóricos. Hay otras formas de activar y hay un camino posible a través de la lectura de textos (aunque no sólo), que hablan desde el ensayo, la reflexión y la biografía Luego de Cuerpos sin patrones, seguí indagando y encontré Historia de la obesidad. Metamorfosis de la gordura, del director de estudios en la Ecole des hautes études en sciences sociales Georges Vigarello, que historiza desde la antigüedad la preocupación por la delgadez bajo múltiples formas en el transcurso de distintas épocas. De los orígenes en los que ser gordo era símbolo de opulencia, poder y prestigio hasta la actual apología de la flacura, incluyendo las técnicas médicas para adelgazar, la aparición progresiva de la balanza y las dietas, dando cuenta de la dictadura de la apariencia.
Por suerte, cada vez son más los libros que nos llevan de la mano por otras formas de pensar, que desnaturalizan prejuicios y ayudan a tener una conciencia más plena del dominio que se esconde detrás de imposiciones que defienden una cierta estética y repudian los kilos demás como supuesta amenaza contra la salud.
Por suerte, cada vez son más los libros que nos llevan de la mano por otras formas de pensar, que desnaturalizan prejuicios y ayudan a tener una conciencia más plena del dominio que se esconde detrás de imposiciones que defienden una cierta estética
Argentina ocupa el segundo lugar a nivel mundial con más casos de trastornos de la conducta alimentaria. Es la consecuencia directa de que habitamos en un país en el que ser delgado es un ideal para alcanzar porque es un valor positivo. Tomar otro camino es exponerse a la discriminación social y médica. Con más de quince años de experiencia como licenciada en Nutrición, Jesica Lavia ofrece en Sobrevivir a un mundo gordofóbico, su nuevo libro. Lavia se dedica entre otras actividades a la educación nutricional integral y es coautora del libro Pese lo que pese. Contra la hegemonía del cuerpo ideal.
“La alimentación es política y también exige dignidad, porque somos sujetxs de derecho. Más allá de la relación entre la alimentación y la cultura, de que cuando hablamos de alimentación nos referimos a una necesidad básica para sobrevivir, al hablar de alimentarnos debemos hablar inevitablemente de educación, de acceso, de economía, de políticas sanitarias, de estructura social, de ecología, de soberanía alimentaria y de salud integral”, escribe Lavia.
“No importa que seamos un país habitado por personas con todo tipo de material genético, seguimos pensando que lo que está mal es no pertenecer a ciertos estándares, que hagamos lo que hagamos, nunca serán parte de nuestra identidad ni nos van a pertenecer”, explica la licenciada Lavia. Y así vamos por la vida perdiendo salud integral, por intentar encajar y ser “normales” en una sociedad que nos considera “anormales” simplemente por habitarnos en la diversidad.
Que la alimentación es un hecho cotidiano y político parece ser una obviedad, aunque cada uno de estos libros, lo desarrolla, explica y contribuye a que deconstruyamos muchas de nuestras ideas y nos situemos en un lugar potente
Que la alimentación es un hecho cotidiano y político parece ser una obviedad, aunque cada uno de estos libros, lo desarrolla, explica y contribuye a que deconstruyamos muchas de nuestras ideas y nos situemos en un lugar potente respecto de las transformaciones que se pueden realizar.
Agustina Cabaleiro contó su historia gorda en el volumen Te lo digo por tu bien, sobre ser gordas y ocupar espacios con libertad. Lo hizo con una narrativa dinámica, amigable en el diseño que incluye ilustraciones y planteando cómo podemos disfrutar de nuestros cuerpos y terminar con las formas de violencia que toman forma en frases como Deberías bajar de peso, no es sano estar así, Ese pantalón ajustado no te favorece. No tenemos talle para vos. Tendrías que ir al médico. ¿Pensaste en hacer ejercicio?
Con su libro Agustina propone hablar de lo que pasa para “darle palabras y validez a eso que sentimos en soledad. Y te aviso: vas a leer mucho la palabra gorda. Sí, gorda. No rellenita ni grandota, ni otro sinónimo sin sentido para escaparle a una palabra que nos da miedo decir”.
Lux Moreno invita a acomodarse en un lugar gustoso, para disfrutar del placer de la lectura de su libro totalmente incómodo: Gorda traidora que, agazapada por el dolor que le dejaron las heridas, lo cuestiona todo. Ocurre que esta activista gorda, profesora de Educación Superior y Media en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y autora del libro Gorda Vanidosa se sometió a un bypass gástrico para evitar una enfermedad y cuenta el viacrucis que eso significó. Narra el antes y el después, las cicatrices, las vitaminas y la forma en la que transitó de un cuerpo gordo a uno delgado, pero débil.
“Es importante señalar que algo que ha dejado en claro la emergencia sanitaria de la pandemia es la necesidad de repensar la categoría de cuerpo. Es decir, reflexionar sobre los discursos que nos dan esta noción asociada a la cultura de la delgadez y del éxito. Esta urgencia también ha producido la aparición y la afiliación política de las audiencias al activismo gorde para desmantelar las jerarquías corporales vigentes, así como las violencias constantes sobre los cuerpos diversos”.
“La centralidad del cuerpo radica en que se despliega como una interrogación sobre las formas en que se configura y resiste, y sobre las trampas en las que cae bajo el imperio de la mercantilización”, dice María Isabel Herrera, doctora en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Entre Ríos, UNER, en su libro La invasión de las bárbaras. Estudio sobre desobediencia estética en el Encuentro Nacional de Mujeres de 2010.
Escribe Herrera en el mismo volumen: “La rebeldía a los modelos impuestos se manifiesta en las calles: se llama a resistir ala imposición de la ‘belleza’ como sentido o fin último del cuerpo femenino. La representación de que hay cuerpos perfectos, y de que estos pueden ‘hacerse’ o son posibles o asequibles, envenena la vida”. Y señala que “un exceso reverbera alrededor de la figura impuesta y dominante del cuerpo femenino perfecto, ‘donde sólo manda la lógica del espectáculo o del fantasma individual’. Ese cuerpo impecable, retocado, intervenido por distintas técnicas de modelado, operable por medio de potenciales cirugías, tratamientos, prótesis hasta acomodarse a la tiranía de la imagen, lo situamos aún dentro del régimen de la representación… Sin arrugas, sin celulitis, sin marcas, simétrico, terso, delgado, es el cuerpo-mandato, el patrón tiránico asignado a lo femenino. Como toda norma, se construye por exclusión de lo que no es su materialidad modélica”.
LH