“La gente es tan influenciable. Lo que ve en la tele, en las redes sociales, le afecta un montón, se creen cualquier cosa. Yo no, seguro que vos tampoco, pero la gente en general es terrible”. ¿Nunca tuviste un razonamiento de ese tipo? ¿O escuchaste a alguien decirlo? Pensar que el resto de la gente es tremendamente manipulable mientras uno está a salvo de cualquier influencia es muy común. Nosotros somos entes racionales que ponderamos argumentos, sopesamos la evidencia y llegamos a una conclusión, mientras que los otros se dejan llevar por un video, una publicidad bien hecha, son maleables por los golpes bajos. El problema es que si todos pensamos lo mismo, ¿quiénes vendrían a ser los otros?
El fenómeno de suponer que el resto es influenciable es tan común que tiene un nombre: el efecto de tercera persona. Es el hecho de que cuando una persona ve un contenido persuasivo en los medios, cree que va a tener un mayor efecto en los demás que en sí misma. Así lo define Phillips Davison, quien lo desarrolló en los años ‘80 y lo probó por primera vez con una serie de pequeños experimentos.
En ellos les preguntaba a las personas cuán probable era que la centralidad de un tema en una campaña electoral los afectase personalmente en su intención de voto y cuán probable era que afectase a otros. En la misma línea les preguntaba por el efecto de las publicidades comerciales. Las respuestas tendían a alinearse: las personas decían que no los afectaría a ellos, pero sí a otros.
Desde entonces el efecto se ha probado muchas veces, con distintos experimentos, y en distintos contextos. Y, con ciertas diferencias, tiende a confirmarse. Pero, ¿por qué pensamos que sólo el resto puede ser manipulado?, ¿qué nos hace suponer que nosotros estamos por encima de todo?
Hay varios factores que nos pueden afectar. Uno que puede estar jugando un rol importante es nuestra imagen de nosotros mismos: tendemos a pensar, en general, que somos mejores que la media. Por eso, la mayoría de los conductores piensa que lo hace mejor que el promedio, los que se casan creen que tienen menos chances de divorciarse que el resto y los estudiantes piensan que tienen mayor probabilidad de tener un mejor trabajo y hasta vivir más años que el promedio de sus compañeros.
Nada de esto puede ser un reflejo fiel de la realidad. Es una percepción que muchas veces necesitamos para embarcarnos en los proyectos, pero nos da una imagen distorsionada de nosotros mismos, de nuestra capacidad y de la suerte que vamos a tener. Y es muy posible que esta imagen positiva de nosotros mismos influya también en cuán influenciables pensamos que somos.
Más allá de las razones, pensar que el resto es más influenciable puede afectar la manera en la que nosotros pensamos. Si creemos que la gente es mucho más influenciable, es posible que apoyemos medidas que limiten la exposición a ciertos contenidos. Esto es lo que concluyó un estudio en el que le pidieron a un grupo de personas que evaluara el potencial impacto que tendrían las letras de una canción misógina o violenta sobre sí mismos y sobre otros. Quienes tenían más pronunciado el efecto de tercera persona —es decir, quienes creían que a ellos mismos no los afectaba pero si influiría significativamente en otros— apoyaban más las medidas que restringían su exposición, por ejemplo, limitar los horarios en los que se pasa una canción.
Y la forma en que suponemos que otros piensan, también puede afectar nuestras conductas políticas. Creer que otros están siendo influenciados por la campaña política puede hacer que decidamos actuar con más fuerza para contrarrestarla. Eso es lo que concluyó un estudio en los Estados Unidos -donde el voto es voluntario- en el que notaron una mayor intención de voto entre quienes creían que otros estaban siendo afectados por las publicidades electorales. Lo que pensamos que otros piensan nos afecta.
El impacto real que la publicidad, los medios, las redes sociales o las campañas políticas tienen sobre nosotros es parte de una gran discusión, en la que influyen muchos factores y no tiene una respuesta simple. Pero solemos olvidar todas esas sutilezas cuando pensamos en cómo les afectan a los demás, a la gente, a los otros.
OS/JJD