Horas antes del partido entre el Valencia CF y el Real Madrid se celebraba en la capital de España un pequeño evento futbolístico, El Mercado FC, en el que participaban los Dragones de Lavapiés. Este pequeño club del céntrico barrio madrileño tiene más de 40 nacionalidades en sus filas, por el entorno, pero también por su perspectiva inclusiva y antirracista. Cada cierto tiempo, cuando charlo con su presidenta, Dolores, me cuenta las situaciones de racismo que viven en todas las categorías, desde los más pequeños hasta quienes están cerca de colgar las botas.
La historia de los Dragones de Lavapiés da la razón a Vinícius, cuyas declaraciones como futbolista son excepcionales por apuntar a la raíz del problema: España es un país racista. Es un problema estructural, que no es exclusivo de los campos de fútbol de Primera División y que no padecen sólo sus grandes estrellas. Se vive en las canchas de barrios, pueblos y ciudades de toda la geografía, sus víctimas son las personas racializadas que forman parte del juego y mayormente sus agresores no son ultras, sino el funcionario que te atiende en la ventanilla tras pedir cita previa o la charcutera del mercado de la esquina.
El racismo en España es un hecho, como lo son el machismo, la homofobia o el clasismo. No debería ni ser un debate, pero la respuesta de Tebas a Vinícius Jr tras lo vivido en Mestalla sirve para entender cómo se reacciona al racismo en España: negando la evidencia, culpando a la víctima, desdeñando la vivencia, reduciéndola a “un caso extremadamente puntual” y sacando pecho de sus ineficaces medidas ante el racismo.
Para Tebas, nueve denuncias por racismo en La Liga son “un caso extremadamente puntual” en relación a los más de 200 jugadores negros en la competición. Leo el tuit y pienso: ¿Y cuál es el listón? ¿A partir de cuántos casos de racismo dejan de ser “un caso extremadamente puntual” para ser un problema que merezca su atención y acción? Abrazar esos nueve casos como algo positivo está al nivel de consolarse con que hay menos racismo en España que en Estados Unidos: un alivio para las conciencias de quienes se benefician del racismo, no de quienes lo sufrimos.
La FIFA, La Liga y su presidente, Javier Tebas, son el claro ejemplo de la diferencia entre el ya obsoleto ‘No al racismo’ que predican en campañas, pancartas, brazaletes y condenas enérgicas frente a las medidas antirracistas que puedan ir a la raíz de la problemática. La impunidad en los campos de fútbol es alarmante y además ahora se opta por externalizar el problema elevando los problemas a la Justicia en vez de tomar medidas dentro de la competición. Así dicen que han actuado cuando en realidad solo han pasado la patata caliente a tiempo.
Si quitamos la lupa del mundo del fútbol nos encontramos en España con el racismo los 365 días del año, haya partido del Real Madrid o no, con Vinícius o sin él. Hace tan solo tres años recopilé en este medio 40 casos de racismo en España: desde la familia gitana a la que querían cobrar de más en una piscina hasta un anuncio de alquiler de piso solo para españoles. Por no hablar del racismo institucional que impide el acceso al voto a miles de personas migrantes (el 73% en las autonómicas de 2019) o la política migratoria que permite situaciones como la Masacre de Melilla. Ante ello la respuesta no es reducirlo a un “caso extremadamente puntual”, sino asumir la realidad, proteger a las víctimas y garantizar que no suceda más.
Vinícius tiene el altavoz que le da ser una estrella mundial del deporte más seguido en el mundo. Utilizarlo para esta causa le honra y su repercusión hace que se pronuncie y pida explicaciones hasta el presidente de su país, Lula da Silva. Ese foco al racismo en España, que solo alumbra cuando afecta a él y a otras figuras reconocidas como Ana Peleteiro, o cuando sucede en los Estados Unidos, debe servir para iluminar una realidad cotidiana, estructural y excluyente de la sociedad española. Si la denuncia de Vinícius consigue ir más allá de lo que sucede en los estadios de fútbol y transformar realidades, habrá parte de este revuelo que haya merecido la pena.