Opinión - Panorama de las Américas

Vladimir Putin, mi Pravda inútil

5 de marzo de 2022 11:19 h

0

Tan pronto como en Ucrania tronaron las armas rusas, en el Palacio de Vidrio neoyorquino la moral y el civismo de cada una de las Naciones allí Unidas fue sometida a escrutinio. Con la mente en el panorama de las Américas, y la mirada puesta en la lista de países que respondieron NO o NI a la invitación a condenar a Rusia, buscamos constelaciones, alianzas electorales, frentes populares posibles. Con temor al artificio, desconfiando del espíritu de sistema, que nunca regresa con las manos vacías si le piden regularidades y  patrones.  

Uniendo con líneas imaginarias los puntos de los nombres, al rato emergen, no tan lejanas en el tiempo como la Unión Soviética, no tan cercanas como los Grupos de Lima o de Puebla, dos figuras. Con sus dos acrónimos.

BRIC(S), un acrónimo de fuente académica acuñado en 2001, cuyo uso periodístico luce cada día menos exaltado que en la década anterior. Es un sindicato de ‘gordos’, mercados emergentes de geografías y demografías que calzan talles especiales: Brasil, Rusia, India, China (después se añadió a Sudáfrica). Los cuatro miembros originarios tuvieron un pretérito milenario o secular como imperios. También en la lista del NO-NI se ven a aspirantes a integrar el BRICS con pasado imperial, como México. Dentro de Corea, que cuando fue metrópoli imperial gobernó sobre territorios más vastos que la entera península, la guerra en Ucrania se ha vuelto en el año electoral un tema central de debate para las candidaturas que rivalizan por la presidencia surcoreana, .

Junto a estas potencias en las que se alababa la inventiva y la determinación con que abrazaron el capitalismo empresarial y al fin promover más allá de la pobreza poblaciones secularmente campesinas, votaban NO los países del ALBA.

La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, inspirada por el comandante Hugo Chávez, fue creada en La Habana en 2004. En su evolución no ganó, sino que en 2018 perdió, a uno de sus más importantes fundadores, Ecuador.

En el extremo del apoyo al presidente ruso Vladimir Putin, más allá de la condena a la guerra (pero con reserva de volverla un crimen del que ya se dice conocer al autor), o de la abstención, o de la no alineación más o menos vocal o taciturno, está un país medioriental que es invitado especial del ALBA, Siria.

Y en esta coyuntura, antes que grietas y muros, se transita mejor el camino de Damasco entre Siria y el Estado de Israel. La intervención militar decidida de Rusia, entre cuyos constantes objetivos geopolíticos desde el zarismo está el de hacerse de puertos en el Mediterráneo, puso desde 2015 a la guerra civil siria bajo un control que contiene su desborde sobre la frontera norte israelí. Con lo que Israel puede guiar sus mejores esfuerzos militares contra Hizbolá, la organización política y social del Líbano en la que ve a uno de los mayores peligros para su seguridad. Esta formación religiosa, islámica, shiita, recibe el respaldo sostenido de la también shiita República Islámica de Irán. Que también votó NI, como el vecino iraquí, también mayoritariamente chiita, y antes de la invasión de EEUU gran aliado de Rusia como Siria (y antes también Egipto). Los países del Eje del Mal de George W. Bush apoyan a Rusia, el Imperio del Mal de Ronald Reagan. 

El apoyo o el repudio a Rusia contrapone, en el espacio regional, continental, global a gobiernos nacionales de caracterizada derecha (anti Putin) contra otros de comprometida izquierda (pro Putin). En estos casos, es un componente nuevo, pero homogéneo con todos los restantes que integran un antagonismo viejo, que se prolonga sin desfallecimientos por décadas, al que no modifican y no siempre intensifican. Así ocurre con el derechista gobierno de Colombia, decidido socio regional de EEUU, único bastión sudamericano de la OTAN, enfrentado con el izquierdista gobierno de la limítrofe República Bolivariana de Venezuela, el aliado más incondicional de Putin en el hemisferio.

Pero Putin sabe encontrar pareja a la izquierda y a la derecha por igual. O lo buscan para formarla. Era previsible que en el Parlamento Europeo los únicos 13 votos pro Putin (frente a 637 anti) fueran de la izquierda radical (comunistas griegos, portugueses, alemanes). Menos personas podían prever que en la votación del Cámara de Representantes del Congreso de EEUU que proponía condenar a Rusia, los tres votos a favor provinieran de legisladores republicanos (de Arizona, Kentucky y Montana, estados del norte, el centro, el sur, sobre cuyas praderas el ex espía de la KGB y campeón de judo luciría fotogénico cabalgando con el torso desnudo -al menos, eso piensan quienes fabrican calendarios que tienen al presidente ruso como único modelo, y que se venden bien en Rusia y EEUU-). De hecho, existe un caucus republicano pro-Putin, con más voces que los tres llaneros solitarios del miércoles.

Por violentos o sonoros que sean en su expresión, en los posicionamientos de Iván Duque y de Nicolás Maduro no hay extravío ninguno de las rutinas y automatismos de su política exterior.

Más significativos son los puentes que, sin proponérselo, la crisis ucraniana y el debate ruso han tendido entre los presidentes argentino y brasileño, que visitaron Moscú pocos días antes del inicio de las operaciones militares de Rusia. Para justificar la normalidad de una visita presidencial del Mercosur en semanas día a día signadas por el oráculo de Joe Biden de una invasión a Ucrania, Jair Messias Bolsonaro citó el buen sentido común de Alberto Fernández, quien lo había precedido en Moscú. El presidente derechista brasileño llevó su corona de homenaje al Ejército Rojo, y fue recibido por Putin con calurosa cercanía física, como antes su par argentino. Tal proximidad luce aún más íntima si se comparan las fotos de estas cumbres bilaterales con las que, tomadas en esos mismos días, ilustran las reuniones del presidente ruso con el francés y con el canciller alemán. Emmanuel Macron y Olaf Scholz fueron recibidos en el Kremlin y sentados sucesivamente cada uno en la cabecera opuesta a la de Putin en mesas gigantescas, las más grandes del mundo, grandes como el jubiloso mapa de una Unión Soviética resucitada, en una gran Pascua rusa, después de haber descendido a los infiernos.

En Brasil, los sondeos electorales día a día acortan más y más la ventaja de Lula sobre Bolsonaro en las presidenciales de octubre. Los petistas no están viviendo, como habían creído, eufóricos meses anticipatorios con ambiente de vestuario 'já ganou'. El tercer candidato en discordia, Sérgio Moro, el massmediático juez del Lava Jato, confirmó una funesta fama cuando el viernes visitó en pre-campaña una cooperativa agroindustrial en Maringá, en su estado de Paraná, y apenas había ingresado, dos obreros murieron de inmediato por la explosión de una máquina en el área fabril de la empresa. Entretanto, Bolsonaro encuentra, de hecho, puntos en común con su archienemigo Maduro, no quiere entrar en la OTAN, y piensa e insinúa que 'este Putin es un gran tipo'.

AGB