Todos queremos tener control sobre nuestras vidas. La idea de que todo depende sólo de nosotros, que lograr nuestros objetivos es sólo una cuestión de desearlos con suficiente fuerza, que podemos expulsar todo lo negativo simplemente pensando en positivo, es muy atractiva. ¿Quién no quiere resolver todos sus problemas sólo con el poder de la mente?
Eso es justamente lo que proponen una serie de influencers -personas que producen contenidos para redes sociales y tienen una gran cantidad de seguidores o un grupo de seguidores muy fieles-, como Ivana Nadal o Pablo Vazquez Kunz, que apelan a despertar la conciencia, “vibrar alto” y pensar positivo para resolverlo todo.
El problema es que los métodos que promocionan no funcionan, según coinciden médicos, psiquiatras y psicólogos consultados por Chequeado. Se basan en una serie de pseudociencias; usan palabras que parecen técnicas, pero no tienen evidencia que las respalde y hacen afirmaciones tajantes sobre cómo resolver problemas -y más grave aún-, sobre cómo “sanarse” de ciertas enfermedades. Enfermedades que supuestamente no son a causa de un virus, de una bacteria o de una sobrerreacción del sistema inmune, sino que vienen de problemas emocionales que podemos trabajar y resolver. Todo es emocional, sería su punto.
Como pasa muchas veces con la desinformación, se mezclan información real con falsedades. Las emociones y el bienestar tienen un rol en el funcionamiento de nuestro cuerpo, el estrés no ayuda a curarnos de ninguna enfermedad. Pero eso no significa que con estar tranquilos y en paz no vayamos a enfermarnos.
En medio de una pandemia, ofrecer estos consejos que dan una sensación de control puede resultar una enorme fuente de ingresos para sus difusores, que venden productos, libros y charlas muy lucrativas. Pero para sus seguidores y clientes, genera confusión y puede hacer que reemplacen terapias basadas en evidencia por métodos no probados y, algunas veces, dañinos, al creer, por ejemplo, que toda enfermedad es sólo resultado de una situación emocional y por lo tanto no es necesario un tratamiento.
La autoayuda de siempre, pero diferente
Los discursos de autoayuda no son en sí nada nuevo. Hay desde hace décadas libros, conferencias y programas que prometen ayudarnos a alcanzar todas las metas que nos proponemos en base a nuestro esfuerzo individual.
“Los discursos de autoayuda están hace años en el país, aunque fueron teniendo transformaciones a lo largo de los años. En los años ‘70 empezaron como discursos anti-autoridad y luego en los ‘90 se fueron adaptando al mundo empresarial”, explicó a Chequeado Nicolás Viotti, antropólogo y sociólogo, investigador del Conicet y de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín.
¿Qué es lo distinto? Por un lado, la forma en la que se accede a estos contenidos. “Quizás antes alguien se compraba un libro de autoayuda o lo veía en la televisión en horarios marginales, ahora a través de las redes sociales entran en nuestro prime time, mientras estamos mirando fotos de nuestra familia y nuestros amigos”, explicó Tomás Balmaceda, periodista y doctor en Filosofía, que está trabajando en un próximo libro llamado Cultura de la Influencia, que aborda justamente el rol de los influencers.
En la misma línea, Viotti señaló que “durante la pandemia se hizo más visible este fenómeno. Con las redes sociales es un discurso que se volvió mucho más accesible”.
Por qué crecen
Pero hay algo más profundo que la mera exposición a estos discursos que es: ¿Por qué se vuelven populares? ¿Por qué tienen millones de seguidores que confían en ellos?
“Hoy estamos en una época en la que hay mucho escepticismo, no le creemos a las empresas, al mundo político o a las marcas, suponemos que todos tienen segundas intenciones. Pero, al mismo tiempo, confiamos más que nunca en desconocidos, a través de aplicaciones nos subimos al auto o le alquilamos un departamento a alguien que nunca vimos”, explicó Balmaceda.
Los influencers son desconocidos para la gran mayoría de sus seguidores, personas que ven a través de una pantalla, en general en su celular. Pero son desconocidos que vemos como pares nuestros y, por lo tanto, cercanos. “La cámara en modo selfie que usan los influencers genera un vínculo especial. No es una superproducción sino algo mucho más casero y cercano y da la idea de que es un par, y eso es clave en la relación con esa persona. Es alguien que sentís que podrías invitar a tu casa. Y mientras se extiende esta tendencia a desconfiar de la autoridad o de las instituciones, se confía mucho más en los pares”, señaló Balmaceda.
A diferencia de la evidencia científica, estos discursos se basan en pruebas anecdóticas, y no buscan reunir evidencia de miles de casos para evaluar si los métodos funcionan o hacer ensayos con distintos grupos para ver qué funciona mejor.
“Son discursos que en general ponen el foco en la confianza en uno mismo, con mucha desconfianza de las jerarquías y de la autoridad, ya sea de las iglesias o la autoridad médica, y todo se basa en la experiencia personal ‘a mí me pasó’, ‘a mí me funcionó’, tenés que confiar sólo en vos mismo”, explicó Viotti.
A diferencia de la evidencia científica, estos discursos se basan en pruebas anecdóticas, y no buscan reunir evidencia de miles de casos para evaluar si los métodos funcionan o hacer ensayos con distintos grupos para ver qué funciona mejor, sino trasladar el caso personal a un principio universal. Un conjunto de historias personales no prueba de manera rigurosa que algo efectivamente funcione. A pesar de esto, usan términos técnicos que lo hacen parecer científico, como programación neurolingüística.
La programación neurolingüística y la biodescodificación, las ideas detrás
Aunque si se los mira por separado pareciera que cada uno de estos influencers tiene su propio discurso, un análisis en detalle realizado por Chequeado permite ver algunos trazos comunes detrás de sus ideas. Hay nociones de al menos dos pseudociencias que estructuran muchos de los mensajes. Una es la programación neurolingüística y la otra, la biodescodificación. Estas dos líneas son parte de una variedad enorme de pseudociencias, con límites muchas veces difusos entre una y otra.
A grandes rasgos, la programación neurolingüística postula que nuestros cerebros son todos iguales y nuestras diferencias vienen de cómo están “programados”. Para cambiar algo de nosotros, lograr mayor éxito en nuestra carrera, conseguir el amor duradero o sanarnos de una enfermedad, basta con “reprogramar” nuestro cerebro. La Asociación Española de Programación Neurolingüística explica en su sitio que se trata de “identificar y describir el modelo de funcionamiento de cualquier habilidad especial y/o excepcional del ser humano, para que así pueda ser comunicada, comprendida y utilizada por cualquier persona que lo desee”. Si una persona puede hacer algo, cualquier otra puede lograrlo copiando esos procesos con las herramientas de la programación neurolingüística.
Las ideas detrás de la programación neurolingüística nacieron en los años 70 en los Estados Unidos y entraron con fuerza en el mundo de los negocios, al ofrecer talleres y cursos para la superación personal y profesional. Se han hecho desde entonces varios estudios y revisiones para evaluar su efectividad que han mostrado que no hay evidencia para sostener que sea eficaz.
“La programación neurolingüística ha estado circulando por alrededor de 50 años y está hecha de una mezcla de una amplia gama de disciplinas, teorías y prácticas, y no tiene un sentido coherente. Las investigaciones científicas para analizar la validez de las teorías mostraron que no son correctas, y las investigaciones sobre su práctica muestran que no tiene efecto más allá del efecto placebo”, explicó a Chequeado Bruce Thyer, quien tiene un doctorado en Psicología y publicó un libro sobre la pseudociencias en el trabajo social.
Y si bien en la mayoría de los casos las técnicas pueden ser inocuas, con consejos que en el peor de los casos no ayudarán mucho a la superación profesional, hay algunos investigadores -como Richard Bailey- que señalan el riesgo de que se inviertan fondos en procedimientos que no están basados en evidencia, y eso le quite financiamiento a otros programas que sí lo están. Además, hay casos en los que se utilizan estas técnicas como tratamiento para problemas de salud mental de personas que sufrieron traumas, donde sí puede ser riesgoso.
Por otro lado, la biodescodificación plantea que las enfermedades son en realidad expresiones de emociones que no fueron bien procesadas. Nos enfermamos no por un virus o un agente biológico, sino por un problema emocional, y si podemos identificar y resolver la causa detrás del malestar, podemos “sanarnos”.
Uno de los mayores expositores de esta pseudociencia en las redes sociales es Pablo Vazquez Kunz, psicólogo matriculado ante el Ministerio de Salud de Nación, y quien se define como “especialista en Biodescodificación”, con más de 228 mil seguidores en Instagram. Su llegada, como pasa con muchos de los difusores de estas teorías, aprovecha la visibilidad de la redes, pero va mucho más allá, con conferencias, seminarios y libros publicados por la editorial Planeta.
En su libro Sé tu propio Biodescodificador explica que “la base de la biodescodificación es que la mente humana es la causa de todos los efectos que vivimos en el mundo”, y agrega que “es una herramienta directa para comprender el origen mental y emocional de las enfermedades”.
Uno de los ejemplos que cuenta en su libro es sobre un “consultante” que llegó a la sesión con cáncer de los alvéolos pulmonares y narra: “Descubrió en la sesión que la función positiva” del cáncer de pulmón es “tener más oxígeno en sangre para moverse rápidamente y escapar de un depredador. También tomó conciencia de que el depredador para él era su mujer quien no le daba espacio para vivir. Él comprendió en 10 minutos que debía respetarse y darse lugar. Pero eligió luchar y buscó convencer a su mujer de que ella debía cambiar y ser más relajada con él. Mi cliente murió a los dos meses. ¿Por qué? Porque siguió luchando: a más lucha más estrés”.
Estas teorías citadas de forma explícita por Vazquez Kunz luego son difundidas por muchos influencers sin aludir específicamente a la biodescodificación, como cuando la modelo Ivana Nadal le dice a sus 2,6 millones de seguidores que “Todas las enfermedades son emocionales. Todas las enfermedades tienen cura si vos crees en vos”, algo que fue desmentido por varios especialistas en esta nota de Chequeado.
“Estos abordajes son muy peligrosos, primero porque son estigmatizantes, vuelve a las personas culpable de sus enfermedades, y también pueden hacer que las personas no busquen o abandonen los tratamientos que necesitan”, señaló a Chequeado Marcelo Cetkovich, médico psiquiatra, vicepresidente de la Asociación Argentina de Psiquiatras y director médico de INECO.
Sobre las bases de estos discursos, Cetkovich explicó que muchas veces “se hace un pastiche de palabras científicas, que vienen de una mala lectura o una lectura superficial de la información científica”.
“Estas pseudociencias no sólo no se sostienen en evidencia científica, sino todo lo contrario”, explicó a Chequeado Daniel Flichtentrei, médico cardiólogo y editor científico de Intramed. No sólo es falso que las enfermedades son sólo el resultado de problemas emocionales, sino que esta creencia puede ser peligrosa, dado que puede llevar a que no se busquen los tratamientos necesarios, y, además, traer una sensación de culpabilidad por haberse enfermado.
Como ocurre muchas veces con la desinformación, se toman algunos elementos verdaderos y se tergiversan o exageran hasta que pasan a ser falsos
Flichtentrei agregó que “la gran pregunta es qué hace que estos discursos sean creíbles, y en eso también hay un cuestionamiento a la comunicación de la Ciencia, que muchas veces aliena a las personas. En cambio, los discursos que devuelven el control a las personas tienen eco porque reducen la incertidumbre que hay dando falsas certidumbres”.
Como ocurre muchas veces con la desinformación, se toman algunos elementos verdaderos y se tergiversan o exageran hasta que pasan a ser falsos, y aprovechan también las limitaciones de conocimiento en distintas áreas.
“En muchos casos la investigación científica se centra sólo en lo fisiológico sin contemplar otros aspectos de la vida de las personas que pueden tener impacto en su salud. Es verdad que el estrés puede influir en el funcionamiento del sistema inmune, aunque no en la forma que lo presentan estas pseudociencias, y eso fue obviado por las investigaciones científicas durante mucho tiempo”, señaló Flichtentrei.
El hecho de que existan diferentes disciplinas y prácticas que buscan mejorar el bienestar, y que no estén basadas en el método científico no es en sí un problema. El problema es cuando se presentan como programas basados en evidencia y no lo están. Como explicó Flichtentrei: “La Ciencia busca conocer la verdad, no dar sentido a las cosas, y eso puede ser muy limitado, por eso no todas las búsquedas tienen que ser científicas. El problema en estos casos es que utilizan términos científicos para aplicarlos en disciplinas que no tienen evidencia detrás”.
Pablo Vazquez Kunz fue contactado por Chequeado, pero al momento de publicación de esta nota no había contestado.
Cursos y programas especiales
Las redes sociales y la pandemia crearon un terreno fértil para que estas pseudociencias se difundan y ganen adeptos, pero su presencia va mucho más allá de las redes. Gurús y coaches venden charlas, seminarios y talleres que, a juzgar por sus precios, pueden ser una interesante fuente de ingresos.
Mauricio Benoist, un argentino radicado en México, se presenta como “un inconforme permanente, obsesionado por mostrarle a la gente que puede tener una mejor vida”, en su cuenta en Instagram, donde tiene más de 400 mil seguidores. Ahí promociona una certificación gratuita de Programación Neurolingüística, a la que se puede acceder poniendo el nombre y mail. A partir de ahí, la plataforma invita a las personas a unirse a un grupo exclusivo de Whatsapp, de Telegram y de Facebook, para acompañar el proceso. En el grupo de Telegram, se ofrecen otras formaciones, como el “Salto Cuántico”, una formación de 67 días en la que promete, entre otras cosas, “reconciliarte con tu pasado para crear relaciones sanas”, y al que se puede acceder por US$2500.
Otro caso es el de Dana Nasso, en Argentina. Su cuenta tenía casi 45 mil seguidores en Instagram -aunque ahora no aparece activa- y sus videos fueron retomados en algunos medios tradicionales cuando dijo “cuando hay fuego no pidan agua porque hacemos chocar a los elementales”. En su cuenta promocionaba talleres bajo el slogan “llevás el arte de sanarte a ti misma” (sic), donde ofrecía cursos de “conexión con tu alma” y aclaraba que entre otras disciplinas se trabaja con biodescodificación.
Benoist y Nasso fueron contactados por Chequeado, pero no respondieron hasta el momento de publicación.
OS/MGF