Sentado a la vera de la autopista Buenos Aires-La Plata, cigarrillo en mano, camisa blanca a rayas y un pañuelo en el cuello, con el pelo morocho largo hasta los hombros y la barba tupida, Darío Santillán explica el porqué del piquete: “Cortar rutas es hacer un esfuerzo y una acción para poder cambiar la situación en la que estamos viviendo. Cambiarla de fondo. No nos vamos a casa tranquilos porque tenemos un plan de 160 o 200 pesos. Hay un montón de cosas para cambiar acá en la Argentina”, dice a la cámara, y sus palabras parecen tener una vigencia demoledora: golpean con fuerza al escucharlas hoy, en un país otra vez sumido en una grave crisis socioeconómica, con casi 40% de pobreza, más de 50 puntos de inflación interanual, y con un gobierno peronista enfrentado internamente, incluso con los movimientos piqueteros en el medio.
El video grabado de Santillán –que en YouTube ya supera las 155 mil reproducciones– fue al calor de la crisis de diciembre de 2001, pocos días antes de que el 26 de junio de 2002, cerca del mediodía, él mismo entrara corriendo a la estación Avellaneda del tren Roca para intentar auxiliar a Maximiliano Kosteki de la cacería policial. La represión buscaba evitar el corte en el puente Pueyrredón contra el por entonces gobierno de Eduardo Duhalde.
Darío ya había escapado de las fuerzas de seguridad y hasta se había pasado de la estación de tren, pero volvió a la zona para rescatar al compañero caído. Sabía las maniobras de primeros auxilios y pretendía ayudarlo. El por entonces comisario Alfredo Fanchiotti y el cabo Alejandro Acosta, que le habían disparado a Maxi, lo abatieron por la espalda.
Darío y Maxi militaban en el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD): Santillán tenía 21 años y era referente del MTD-Lanús, Kosteki, 25, y militaba hacía dos meses en el MTD-Guernica. No se conocían, pero la tragedia de la Masacre de Avellaneda los unió para siempre. Quiso la historia que se convirtieran en mártires de la lucha y la resistencia popular. Incluso la solidaridad y sensibilidad social de Santillán lo relegó en un segundo lugar en la consigna que hoy es bandera, como si pudiera seguir sosteniendo desde atrás a Kosteki más allá del tiempo: este 26 de junio recordamos los veinte años de Kosteki-Santillán.
“Aquel día se sentía la tensión en el aire. Sabíamos que iba a haber represión, pero no que nos iban a matar. Subimos al puente Pueyrredón, y a las doce menos cinco empieza la provocación del comisario Fanchiotti para que comenzara el enfrentamiento. Un enfrentamiento en el que en realidad los únicos que tenían armas eran los policías”, recuerda Orlando Agüero –también integrante del MTD y hoy dirigente del Frente Popular Darío Santillán (FPDS)– ante elDiarioAr.
Como si lo estuviera reviviendo, Agüero recuerda salir corriendo del puente hacia la avenida Hipólito Yrigoyen y acercarse a la zona del bingo. Recuerda encontrarse con compañeros heridos “con balas de plomo”. Recuerda asistir a uno al que un balazo le había atravesado el pie. Recuerda haber parado una ambulancia en medio de la calle y gritarle que los lleven al hospital de Fiorito. Recuerda entonces el peor final: “La situación era grave, con cuerpos de compañeros por todos lados en los pasillos, hasta que me entero que uno había sido asesinado y que era Darío. Fue un día bien fiero, no tuvimos tiempo para sustraernos al dolor y al llanto. Al día siguiente marchamos a la Plaza de Mayo para exigir justicia”.
Los compañeros y familiares de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki hace veinte años que reclaman justicia. Emulando a las Madres de Plaza de Mayo comenzaron a movilizarse mensualmente cada día 26 en la que hoy es la estación que lleva sus nombres. Lograron que los policías identificados como los que dispararon, primero contra Kosteki, y luego a Santillán por la espalda, hoy estén tras las rejas.
Fanchiotti y Acosta fueron condenados a cadena perpetua y permanecen en el penal de Baradero. Y como publicó el jueves elDiarioAr, la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal del Departamento Judicial Lomas de Zamora –Sala III– acaba de rechazar un nuevo pedido de libertad condicional presentado por la defensa de Fanchiotti. “Nosotros interpusimos varios escritos desde la querella con la intención de observar que no eran presos comunes, que formaban parte de la fuerzas de seguridad y que fueron parte necesaria de un armado de la más alta cúpula del gobierno para llevar adelante un crimen de Estado”, contó Agüero a este medio.
El registro fotográfico y la causa política
“Ese día fue caótico. Mi recuerdo más doloroso es el hospital, cuando no nos decían quiénes eran los muertos. Fue terrible. La represión no terminó en el puente mismo, sino que se extendió por toda la zona de Avellaneda, era una cacería. Después nos juntamos en el estudio de uno de los abogados de derechos humanos de la zona, éramos varios, estaba María del Carmen Verdú y otros abogados de Correpi, hasta que llamó uno de los fotógrafos, Sergio Kowalewski, diciendo que tenía las fotos de lo ocurrido”.
Quien habla es Myriam Bregman, referente del PTS, hoy diputada nacional por el Frente de Izquierda-Unidad y desde siempre abogada en causas vinculadas a los derechos humanos. La mención a Kowalewski no es al azar: el registro logrado por el fotógrafo colaborador con las Madres de Plaza de Mayo fue clave para que apenas al día siguiente de lo sucedido en Avellaneda se le torciera el brazo a la narrativa oficial: que había sido un mero enfrentamiento y que la provocación fue de los piqueteros. “El comisario entró al hall de la estación a los tiros junto a otro oficial delgado al que le quedaba grande la chaqueta, y le dispararon al pibe por la espalda, a unos cinco metros. Después supe que era Darío Santillán”, le contó el 27 de junio de 2002 Kowalewski a Página/12.
Sus imágenes fueron tan importantes como las del fotógrafo Pepe Mateos de Clarín, que el día siguiente a la masacre llevó en tapa el tristemente célebre titular de “La crisis causó 2 nuevas muertes”. “Al día siguiente a la represión, el clima seguía siendo de terror y pensábamos que nos iban a meter en cana a todos, pero igual propusimos hacer una marcha. Y cuando estábamos haciendo la movilización aparece la foto de Clarín –recordó a elDiarioAr Gabriel Solano, dirigente del Partido Obrero y también hoy legislador porteño del FIT–. En muy poco tiempo se dio vuelta la situación, involucrando al gobierno. Porque este fue un operativo de los servicios y del gobierno, y les salió el tiro por la culata”.
Condenados Fanchiotti y Acosta, la Justicia nunca avanzó sobre las responsabilidades políticas detrás de la Masacre de Avellaneda. La querella apunta contra Duhalde, el por entonces secretario de la presidencia Aníbal Fernández –actual ministro de Seguridad–, el ex gobernador Felipe Solá –también ex canciller de Alberto Fernández–, el ex titular de la ex SIDE, Carlos Soria, el ex canciller Carlos Ruckauf –que había alertado en la previa que iba a haber “días de desbordes”–, y el entonces ministro de Seguridad de la provincia, Luis Genoud, actual juez de la Suprema Corte de Justicia bonaerense.
La última prueba aportada por los familiares de Kosteki y Santillán en el expediente que duerme en la fiscalía de Paloma Ochoa y el juzgado de Ariel Lijo en Comodoro Py fue parte del documental Diciembre de Alejandro Bercovich y César González, del año pasado, donde el ex presidente de alguna manera admite que lo de Avellaneda fue un operativo pensado políticamente.
“Dí orden que no pasaran para Capital Federal. Fue una cuestión de orden, porque la gente no puede hacer lo que quiere”, se lo escucha decir a Duhalde en esa entrevista, que 20 años después, al igual que la de Santillán, se puede ver por YouTube. Y como una provocación a la historia, sin lamentarse por lo sucedido, e imponiendo una mirada más cercana a la conservación del status quo frente al “cambio de fondo” que reclamaba Darío a la vera de la autopista Buenos Aires-La Plata, el ex mandatario sentencia: “La gente no debe hacer lo que quiere. Lo que no significa que hay que matarlas. Simplemente no hay que dejarlas pasar”.