Horacio Verbitsky renunciará el próximo 11 de febrero al Centro de Estudios y Sociales (CELS), organización que presidió entre 2000 y 2021, y en la que hoy se desempeña como vocal de la comisión directiva. El día previsto para su alejamiento coincide con su cumpleaños número 80 y los 23 años transcurridos desde que ingresó a la entidad. “Me parece suficiente”, reflexionó Verbitsky, consultado por este diario.
El alejamiento de Verbitsky marca un punto de inflexión para una organización de derechos humanos referente en América Latina. Por su significado, la partida del periodista adquiere para el CELS una dimensión similar al fin del ciclo que marcó la muerte de su cofundador e histórico presidente, Emilio Mignone.
La decisión, que se venía debatiendo hacía semanas, se da después de un año turbulento disparado por el anuncio realizado por el propio director de El Cohete a la Luna de que se había vacunado contra el coronavirus sin esperar el turno correspondiente. Desatada la crisis, el periodista debió pedir licencia como presidente de la entidad en febrero de 2021, para unos meses más tarde regresar como vocal en un cuerpo directivo de doce integrantes. Su presencia, no obstante, seguía siendo decisiva en las discusiones y el diseño de las políticas, fuera por acción u omisión, según varias fuentes consultadas.
Desde el desplazamiento de Verbitsky hacia una vocalía, la presidencia del CELS quedó a cargo de la antropóloga Sofía Tiscornia, exdirectora del área de Investigación y experito ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La socióloga y periodista Paula Abal Medina ocupa la vicepresidencia, y completan la comisión directiva el abogado Damián Loreti, el sociólogo Luis Fara, la socióloga feminista Dora Barrancos, el sacerdote Marcelo Ciaramella, la cofundadora de la ONG Laura Conte, la abogada de derechos humanos María José Guembe, su par y exsecretario de Seguridad Gustavo Palmieri, el sindicalista Victorio Paulón y la integrante de Memoria Activa Diana Wassner.
Desde el desplazamiento de Verbitsky hacia una vocalía, la presidencia del CELS quedó a cargo de la antropóloga Sofía Tiscornia, exdirectora del área de Investigación y experito ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos
Perfil alto
Verbitsky comenzó a pisar fuerte en el CELS poco después de la muerte de Mignone, el 21 de diciembre de 1998. En sus primeras dos décadas de vida, la organización fundada por los abogados católicos Mignone y Augusto Conte Mac Donell, y sus respectivas esposas, Chela y Laura, se había concentrado en la lucha contra la impunidad de los crímenes del terrorismo de Estado, del cual habían sido víctimas sus respectivos hijos, Mónica Mignone y Augusto María Conte. Si bien las familias fundadoras no eran precisamente de izquierda (Mignone era peronista y Conte, demócrata cristiano), la lucha por los derechos humanos congregó en los primeros años del CELS a abogados de víctimas de ese origen, como los trotskistas Luis Zamora y Marcelo Parrilli.
La lucha histórica de la ONG fue por Memoria, Verdad y Justicia contra las leyes de impunidad de Obediencia Debida y Punto Final, y los indultos, pero la relación de los fundadores con Carlos Menem tuvo sus idas y vueltas. Ello no impidió que la organización ampliara su agenda de reclamos y litigios relacionada a los asesinatos del soldado Omar Carrasco (1994) y del reportero gráfico José Luis Cabezas (1997), y contra la persecución del Gobierno del peronista neoliberal contra dirigentes sociales, sindicales y de desocupados.
En el período inmediato al arribo de Verbitsky, la dirección ejecutiva, a cargo de Martín Abregú, un hombre de confianza de Mignone y promovido por la Fundación Ford, transformó la agenda del CELS desde “la resistencia” a “la democracia”, en la interpretación de los periodistas Santiago O’Donnell y Mariano Melamed, autores de Derechos Humanos ®— La historia del CELS (Sudamericana, 2015). La ONG, en la mirada de Abregú, debía ampliar horizontes políticos y económicos.
El primer reemplazo de Mignone en la presidencia fue Laura Conte, pero el entonces columnista de Página 12 fue convocado para un lugar destacado en la comisión directiva. De inmediato, el CELS comenzó a conocer su carácter.
A esa altura, el perfil de Verbitsky no era una sorpresa para nadie. Llevaba más de diez años a cargo de la columna dominical del diario de izquierda, había escrito best sellers en editorial Planeta que hicieron blanco en el amplio nicho antimenemista como Robo para la Corona (1991) y Hacer la Corte (1993), y había publicado la primera y hasta ahora excepcional confesión del marino de guerra Adolfo Scilingo sobre el mecanismo de desaparición masiva de personas en El Vuelo (1995). Entre los ochenta y fines de los noventa, la figura del cronista y exmontonero había saltado desde el nicho de la izquierda, la militancia política y la intelectualidad a apariciones en almuerzos de Mirtha Legrand y a su papel como columnista en programas televisivos de Jorge Lanata. La ira expresada en su contra por el propio Carlos Menem aportó el plus necesario para que la fama de Verbitsky trascendiera fronteras.
El paso cobró forma en su participación en el sello Periodistas que funcionó a fines de los noventa y agrupó a cronistas famosos sin corte ideológico, desde Mariano Grondona a Santo Biasatti, desde Joaquín Morales Solá a Ernesto Tiffenberg, de Magdalena Ruiz Guiñazú a Fernán Saguier.
“Se consideró que había que pensar una figura que reemplazara a Emilio con un perfil igualmente alto”, explica una persona que pasó por el riñón del CELS sobre el motivo que llevó a Laura Conte y a Chela Sosa de Mignone a optar por el periodista como reemplazo del fallecido fundador.
El influyente
Nombrado presidente en 2000, y con la dirección ejecutiva del hoy procurador fiscal Víctor Abramovich, el periodista pasó a la acción. Por un lado, profundizó la agenda de amparos colectivos y defensas puntuales de líderes sociales y sindicales reprimidos por los gobiernos de Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde. En 2001, la entidad avanzó hacia la participación política y la protesta en las calles al integrar el Frente Nacional de Lucha Contra la Pobreza junto a organizaciones sociales y dirigentes de centroizquierda e izquierda.
Con Néstor Kirchner en la Casa Rosada, el CELS se transformó en un actor en la implementación de políticas. El vínculo táctico entre el entonces presidente y Verbitsky para construir una agenda de derechos humanos y legitimidad trazó un puente entre funcionarios y los objetivos de la organización. Las ideas de la ONG fueron decisivas para la derogación de las leyes de impunidad, el desmantelamiento de resabios de la dictadura en instituciones estatales, una ley migratoria garantista y la reforma de la Corte Suprema, según testigos de la época.
Ese esquema le valió a Verbitsky el cuestionamiento de que era en realidad un asesor presidencial que no se revelaba como tal en su tarea a cargo del CELS y columnista de Página 12. A lo largo del tiempo, el periodista rechazó esa acusación y refirió que se había creado un mito en torno a su figura como un monje negro con una influencia irreal. “Puede ser, pero él mismo se ocupó de explotar ese mito”, dijo la persona del CELS antes citada.
Como mínimo, lo cierto es que Verbitsky hacía un juego anfibio como oenegista y como periodista. Por ejemplo, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, su columna dominical podía transformarse en un veto de hecho a la designación de un funcionario, una alianza política o el ascenso de un militar, y para poner legajos sobre la mesa, solía utilizar el puntilloso archivo y trabajo de campo del CELS.
Incluso sus críticos dentro de la ONG sostienen que la adhesión política de Verbitsky al kirchnerismo y, en particular, a Cristina Fernández de Kirchner no quitó consistencia a la entidad, porque ésta no ahorró cuestionamientos a los vaivenes represivos de los gobiernos nacional y de la provincia de Buenos Aires, sobre todo bajo la jefatura de Daniel Scioli, ni en cuanto a la política carcelaria, ni sobre el hostigamiento a comunidades indígenas, ni sobre la presunta participación del jefe del Ejército César Milani en la desaparición del conscripto Alberto Ledo, cargo del que el militar fue absuelto.
En tiempos de los Kirchner, el CELS mantuvo demandas contra el Estado argentino ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la condena civil impuesta por tribunales locales a Jorge Fontevecchia y Héctor D’amico a raíz de una demanda iniciada por Carlos Menem. El dueño de Editorial Perfil estaba vetado por los Kirchner para contactos periodísticos y repartos de publicidad oficial, decisión que el propio Verbitsky y el CELS cuestionaron.
Las mayores críticas al cronista dentro del CELS radican en un supuesto manejo personalista y no excluyen un término que utilizan sus enemigos: “operador”. Así, los distanciamientos y enemistades variados de Verbitsky afectaron el campo de relaciones de la ONG, y ellas incluyeron nombres sensibles, como Estela Barnes de Carlotto y Hebe de Bonafini. Sin romper puentes, la relación entre el CELS y Abuelas y Madres de Plaza de Mayo encontró severos límites.
Internacionalización
Contra lo que podría suponerse, el excolumnista de Página 12 no objetó sino que potenció la búsqueda de fondos de la “cooperación internacional”, que incluyó a Open Society (de George Soros), la Fundación Ford y la National Endowment for Democracy (dependiente del Congreso de Estados Unidos y señalada como golpista en Bolivia y Venezuela), entre muchos órganos del Primer Mundo ávidos por repartir dólares.
Ello formó parte de una estrategia de expansión internacional que fomentaron Verbitsky y el director ejecutivo entre 2006 y 2020, Gastón Chillier, pese a la relación tirante mantenida entre ambos de comienzo a fin. Al histórico vínculo con Washington cimentado desde los tiempos de Mignone, se sumó el tejido de redes en Ginebra y Bruselas, donde funcionan el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y la Comisión Europea, y la elite global de las ONG de derechos humanos. El presupuesto y la nómina de personal del CELS se multiplicaron varias veces a lo largo de lo que va del siglo. Si no lo hizo, Verbitsky lo autorizó.
El CELS y su presidente ocuparon espacios en medios internacionales en ocasión del cónclave papal de abril de 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, y el de marzo de 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI. La visión de los religiosos jesuitas Orlando Yorio y Franz Jalics de que su superior en la orden, Jorge Bergoglio, como mínimo, no había hecho nada para impedir sus secuestros durante la dictadura generó revuelo. Transformado Bergoglio en Francisco, Verbitsky retomó aquellas versiones basadas sobre testimonios y documentos, y ello mereció una reacción oficial del Vaticano, que denunció un ataque de la “izquierda anticlerical”.
El episodio Bergoglio fue problemático para el CELS. Mignone era un ferviente creyente cuya hija Mónica había desaparecido en mayo de 1976 junto a religiosas y jóvenes católicos que militaban en la villa del Bajo Flores. El propio fundador del CELS escribió sobre la profunda complicidad de la jerarquía eclesiástica con el terrorismo de Estado en el libro Iglesia y Dictadura (Colihue, 1986), pero la abogada Alicia de Oliveira, quien participó de los orígenes del CELS, era enemiga de Verbitsky y una firme defensora de Bergoglio. El giro de 180 grados que emprendió la presidencia de Cristina sobre la figura del Papa en cuestión de horas llevó a que De Oliveira formara parte de la comitiva oficial ante el Vaticano para el acto de asunción del Obispo de Roma. También en el expediente Bergoglio, Verbitsky quedó de un lado y el kirchnerismo, del otro.
Cumbres borrascosas
Los enemigos del periodista se acumularon a lo largo de décadas. Algunos de ellos retomaron una vieja acusación que había agitado el menemismo en su contra por su participación en Montoneros y el señalamiento de que había traicionado a sus compañeros al colaborar con la Fuerza Áerea. Con amplia difusión en los medios del Grupo Clarín, Perfil y La Nación, el periodista Gabriel Levinas publicó el libro Doble Agente (Sudamericana, 2015), en el que señaló que Verbitsky había escrito discursos del integrante de la Junta Militar brigadier Omar Graffigna, en 1979. Sin pruebas sólidas al respecto, la versión se desvaneció tras varias desmentidas, entre ellas las del propio Graffigna, quien se consideró en las antípodas de Verbitsky. Casi nadie en las organizaciones de derechos humanos dio cabida a la especie de Levinas y de la Secretaría de Inteligencia del Estado en la década menemista.
Con Mauricio Macri, el CELS y su presidente aceleraron las críticas y las batallas legales en la Argentina y el exterior. Ello incluyó la derogación relámpago de la ley de medios audiovisuales, el arresto de Milagro Sala, la doctrina de gatillo fácil Chocobar y la represión seguida de muerte de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, entre muchos otros temas. El peso del CELS en estrados internacionales y en la elite global de los derechos humanos fue una piedra en el zapato del Gobierno de Cambiemos, porque, en algún sentido, tenía intenciones de mostrarse liberal antes que conservador.
Adiós a la página
El 28 de agosto de 2017, el columnista publicó en Página 12 la nota “Gianfrancamente hablando”, en la que reveló que allegados a Macri como su hermano Gianfranco, su amigo íntimo Nicolás Caputo, el comprador de su empresa principal Marcelo Mindlin y muchos otros integrantes de la mesa chica habían participado del blanqueo de capitales por montos millonarios que el propio Gobierno de Cambiemos había orquestado.
Días después, el periodista Alejandro Fantino advirtió en el programa Animales Sueltos de la pantalla de América 2 que el Gobierno de Macri había tomado la “decisión política de ir contra las mafias sindicales”, y asoció ese objetivo directamente a la difusión del listado de los blanqueadores. Sus columnistas Mariel Fitz Patrick, Daniel Santoro y Gerardo Young puntualizaron que Víctor Santa María, titular del sindicato dueño de Página 12, era investigado por el fallecido juez Claudio Bonadio por supuesta evasión de impuestos y lavado de dinero sobre la base de “informes de inteligencia”. Fantino advirtió que el sindicalista iría preso.
En consecuencia, Verbitsky terminó su relación de tres décadas con Página 12 y fundó El Cohete a la Luna, en cuyo primer número amplió la lista de blanqueadores, como los empresarios Alfredo Coto, Javier Madanes Quintanilla (Aluar), Marcela Rocca y Daniel Novegil (Techint), y María Bulgheroni (Bridas).
La presunción de que la ofensiva judicial de Macri y Comodoro Py estaba montada sobre la base de extorsiones y compra de voluntades quedó expuesta en una nota publicada en febrero de 2019 titulada “Extorsión”, que reveló las supuestas operaciones del falso abogado Marcelo D’Alessio, habitué del programa de Fantino y las columnas de Clarín, y el fiscal federal Carlos Stornelli. Una vez más, una columna dominical de Verbitsky en su sitio informativo, que sus enemigos desdeñaban como un blog, arrastraba la agenda periodística durante meses.
Vacunados
Rumbo a los ochenta, el periodista que cinco décadas atrás había trabajado en Confirmado y La Opinión cometió una falla ética que generó decepción y perplejidad en quienes lo respetan, y solazó a sus enemigos. En comunicación con el programa en el que era columnista en radio El Destape, Verbitsky contó entre risas que se había vacunado contra el coronavirus, por una gentileza de su “viejo amigo” Ginés González García, entonces ministro de Salud.
Era 19 de febrero de 2021. Hasta entonces, la vacunación contra el virus, de la que había dosis muy limitadas, era para mayores de ochenta y pacientes con comorbilidades. Faltaban días o semanas para que el grupo etario de Verbitsky recibiera la inmunización.
Cayó un vendaval. El dueño de El Destape, Roberto Navarro, lo despidió esa misma tarde y lo acusó de haber perpetrado “una operación”, a la vez que Alberto Fernández echó a González García. En suma, una veintena de vacunados se había saltado la cola por vínculos con la cúpula del Ministerio de Salud. Entre ellos, el procurador del Tesoro Carlos Zannini y su esposa, la familia Duhalde, la familia Aldrey Iglesias (dueña de negocios en Mar del Plata) y el periodista Gabriel Michi.
La discusión en el CELS conmovió los zooms, whatsapps y las paredes de Piedras 547, en San Telmo. En el desenlace que determinó la licencia de Verbitsky cobró peso el reclamo de trabajadores e integrantes de la organización. La dirección ejecutiva, que había asumido Paula Litvachky en reemplazo de Chillier en febrero de 2020, emitió un comunicado en el que expresó que “nada de lo ocurrido representa el trabajo y el pensamiento de quienes integramos y hacemos a la organización en su día a día”. Con otros decibeles, integrantes y trabajadores del CELS utilizaron sus cuentas personales para expresar “vergüenza”.
Verbitsky admitió “el grave error” en una nota en El Cohete publicada dos días más tarde, titulada “Vacunados”. “Asumo sin excusas la parte que me toca y acepto todas las críticas recibidas, así como agradezco las tan numerosas comunicaciones de solidaridad y afecto”, escribió. En público, estas últimas no fueron tantas como otras veces. Una de las muestras de respaldo llegó de buena parte de los periodistas y colaboradores del portal, y otros referentes, pese a que el periodista “debería haber entendido que era un privilegio y que eso, por sí solo, estaba mal”. “Queremos sostener las convicciones que nos trajeron hasta acá, como el compromiso colectivo con la verdad y la información veraz. En ese contexto, no se nos escapa que la mayoría de los ataques esconden intenciones que exceden la persona de Horacio. Aquellos y aquellas que tripulamos El Cohete no queremos ser funcionales al objetivo de colaborar con la destrucción de un periodista”.
“No nos engañemos: Verbitsky no es reemplazable. No hay nadie en el periodismo argentino en condiciones de ocupar su lugar ni de desempeñar su tarea — ni de lejos”, abundaron.
Firmaron Alejandra Dandán, Ricardo Aronskind, Catalina D’Elía, Carlos Ulanovsky, Julia Strada, Pablo Méndez Shiff, Graciana Peñafort, Eduardo de la Serna, Sebastián Premici, Julián Axat, Marcelo Figueras, Adrián Paenza, Jorge Elbaum y otras treinta personas. Entre ellas, tres integrantes de la comisión directiva del CELS: el artífice de la frustrada ley de Servicios Audiovisuales Damián Loreti, el sacerdote de Quilmes Oeste Marcelo Ciaramella y el sindicalista metalúrgico Victorio Paulón.
El paso al costado de la presidencia ayudó a calmar las aguas del CELS, pero las discusiones sobre las decisiones y el perfil político que “obligan a mantener los canales de discusión abiertos” —como dice otra persona del organismo— no cesaron. Hay voces dentro de la entidad que muestran ansiedad por el fin del ciclo Verbitsky y no bajan los decibeles de su ira.
Al menos desde diciembre, la discusión sobre la renuncia del periodista recorre los cuerpos directivos del CELS.
“Hola Sebastián. Sí, decidí dejar el sitio el 11 de febrero, cuando cumplo 80 años de edad y 23 en la comisión directiva. Me parece suficiente”, escribió Verbitsky horas atrás.
SL