A las 17.30 de Bali, en la madrugada argentina, Alberto Fernández se reunirá 30 minutos, de reloj, con Xi Jinping, presidente de China. Será la segunda bilateral cara a cara y se perfila como una cumbre a la que el Gobierno llega con un menú de demandas que, a priori, son para pulsear con más dureza con la potencia asiática.
En la cima del Gobierno hay una lectura respecto a que hay que modificar el modo, los términos y la velocidad de la relación con China y avanzar con una postura de mayor dureza. “Es una relación muy desigual de la que solo se beneficia china”, es el diagnóstico que se escucha en el oficialismo y se vincula con que Beijing tiene gestos amigables desde lo político que no son correspondidos, como se espera, en materia económica.
Un dato puntual. China es el segundo socio comercial de país, pero la balanza es altamente deficitaria para Argentina. Un cálculo, para dimensionar ese número, es que en la última década el rojo del comercio bilateral es similar a la deuda argentina con el FMI. Unos 45 mil millones de dólares. A septiembre de este año, el déficit es de U$S 7100 millones y se estima que será de 8 mil en todo el 2022.
“Si somos socios estratégicos, si existe esa idea de hermandad, nos sirve como gesto que apoyen la soberanía de Malvinas, pero nos serviría más que nos ayuden a crecer y desarrollarnos”, explica una fuente de la comitiva. De ahí, que el planteo con el que irán a la cumbre con Xi Jinping, es pedirle que avancen con medidas que necesita Argentina.
Tácticas
En un juego táctico, es probable que el planteo más intenso le toque hacerlo a Sergio Massa, el ministro de Economía, que junto al canciller Santiago Cafiero y al embajador Sabino Vaca Narvaja, escoltarán a Alberto Fernández en la cumbre con Xi y que se hará en el marco del G-20 que comenzará este martes en Bali, Indonesia.
Las demandas puntuales, acordadas con Fernández, las expresará Massa porque tienen que ver con aspectos financieros y económicos. En cierto modo, le tocará hacer de “policía malo”. Se trata, claro, de una negociación cruzada. En particular, la delegación argentina se sentará a la mesa con tres pedidos específicos, todos vinculados con aspectos económicos.
El Banco central de China y el BCRA argentino tienen, hace casi una década, un swapp activo que se enmendó en varias ocasiones. La versión actual, que según explican en el gobierno fue reformado en la gestión de Mauricio Macri, limita el uso de los fondos chinos y los reduce casi a un ejercicio financiero. “El swapp, así como está, es un cuento chino”, describe la fuente. El Gobierno pedirá ampliar el margen de uso de hasta U$S 5000 millones del swapp, además de modificar sus usos y condiciones para destinarlos, por caso, a operaciones comerciales. Es, a simple vista, el mecanismo de más fácil aplicación y que podría ejecutarse con más rapidez, y que sería una buena señal de Beijing al Gobierno argentino.
Climas
Hay, por momentos, un clima espeso respecto a la relación con China. Se asume la dimensión de un gigante pero, al mismo tiempo, se insiste con la idea de que la relación es “muy desigual”. Aparecen, incluso, cuestiones de dinámica que generan cierta incomodidad. Hay 52 proyectos chinos de minería e hidrocarburos pero la ecuación sigue siendo deficitaria. “A nosotros nos demoran soluciones y ellos están todo el tiempo pidiendo ampliar concesiones de sus inversiones en Argentina”, detalló una fuente oficial para graficar la atmósfera.
Aparece, ahí, una variable cuya idea se le atribuye a Massa, y que tienen el OK tanto de Alberto Fernández como Cristina Kirchner, que tiene una terminal directa en Beijing, a través de Vaca Narvaja. La propuesta es que China suscriba un bono soberano argentino que se emita en yuanes, lo que sería una novedad para el mercado, funcionaría como un alivio para las cuentas criollas y permitiría trazar una senda para equilibrar la balanza comercial con China, horizonte que en el Gobierno estiman en al menos cinco años.
Es, hasta acá, una propuesta que surgió de la usina del Palacio de Hacienda y que quizá este martes, en Bali, aparezca en la mesa de negociaciones.
Habrá otros temas, uno cruzado por una urgencia tiene que ver con un combustible esencial para el Gobierno: los dólares. En la charla, Fernández pedirá que se normalicen los desembolsos chinos para las represas de Santa Cruz. Hay un rojo pendiente, según la cuenta oficial, de U$s 1288 millones. Una parte surgirá de aportes que hizo el Tesoro argentino para que continúen las obras a pesar de que no llegaban los fondos chinos porque involucra más de 4000 puestos de empleo. Por ese renglón son 288 millones. Los 1000 restantes son productos de aportes que debieron hacer las empresas chinas y no hicieron.
Rutas: de la seda y del litio
En febrero de este año, Fernández visitó Beijing y se reunió con Xi-Jinping, viaje en el que firmó su ingreso a la ruta de la seda, además de acordarse un plan de inversiones de infraestructura. Esta reunión se produce en el marco de que Xi viene de consolidar su poder dentro del PC chino, paso que allanaría que en el 2023 sea reelecto como presidente del país. Fernández, luego de ese proceso de elección interna, saludó a su par chino.
Desde el 2020, empresas chinas hicieron anuncios en inversiones mineras por U$S 2618 millones, a los que hay que sumar el reciente anuncio de Tibet Resources para dos proyectos en salares de Salta.
En esencia, el segmento minero tiene preeminencia de las inversiones vinculadas al litio. Se firmó, además, un acuerdo para la instalación de una planta para la fabricación de pilas de litio y la automotriz Chery informó que plantea abrir una fábrica de autos eléctricos en Rosario.
PI/MG