El debate presidencial en la Facultad de Derecho tuvo el efecto de un segundo tiempo, por lo tanto, fuen más determinante a la hora de sacar conclusiones de cara al 22 de octubre. Como en la cita en el Fórum de Santiago del Estero, este último domingo, en la Facultad de Derecho de la UBA predominó el apego al libreto, sin errores graves que determinaran una victoria decisiva, aunque hubo ganadores y perdedores. Si ello habilita oscilaciones en la intención de voto, se verá.
1 – Patricia Bullrich
Los dirigentes de Juntos por el Cambio que acompañaron a Patricia Bullrich abandonaban el domingo por la noche la sede de la Universidad de Buenos Aires con sensación de alivio más que de victoria. La floja performance de la postulante en el primer debate y en entrevistas televisivas venía siendo objeto de consumo paródico no sólo entre sus rivales sino entre los propios. Remando desde atrás en las encuestas, no había espacio para un nuevo traspié.
“Le entraron todas (a Sergio Massa)”, “¿viste que lo de la gripe era cierto?”, “Milei balbuceó”, fueron algunas de las expresiones de bullrichistas en la desconcentración del aula magna de la facultad. Esta vez no hubo gripe ni imposturas poco creíbles de victoria.
La candidata de Juntos por el Cambio se abrazó a sus ejes pero supo evitar las frases inconclusas y sin sentido. Su pobre repertorio de palabras no impidió que su discurso se ajustara a los tiempos y fuera asertivo a la hora de buscar sus blancos, Sergio Massa y Javier Milei. Hasta se dio espacio para una disputa lateral con Juan Schiaretti, a cuyos votantes los necesita como el agua.
El pobre repertorio de palabras de Bullrich no impidió que su discurso se ajustara a los tiempos y fuera asertivo a la hora de buscar sus blancos, Sergio Massa y Javier Milei
Hernán Iglesias illa, asesor y editor de los libros recientes de Mauricio Macri, cobró protagonismo en el guion. El jefe de los equipos de Bullrich, Alberto Fohrig, el consultor Guillermo Raffo (otro nombre del planeta Macri), el estratega Derek Hampton y el diputado Hernán Lombardi buscaron centrar a la candidata en clásicos como la mano dura policial y el tratamiento de lo kirchnerista como una “banda mafiosa”.
También hubo renovación del staff que hizo de sparring en los entrenamientos. Al periodista Néstor Sclauzero, invitado anoche al aula magna de Derecho, le tocó el papel de Milei, según fuentes de Juntos por el Cambio. El exgerente periodístico de Canal 7 en la gestión Cambiemos (2015-2019) y expresidente del Foro de Periodismo Argentino (Fopea) delimitó su actuación a un asesoramiento de comunicación no verbal y ciertas puntualizaciones a requerimiento de Lombardi, y afirmó no integrar el equipo de la postulante, con quien guarda relación desde que fue su alumna, dos décadas atrás.
Bullrich reparó el error de haber pasado por alto el affaire Insaurralde en el encuentro de Santiago del Estero y metió el nombre del exintendente de Lomas de Zamora hasta en la sopa. Se cebó.
La desmesura y la propensión a la violencia discursiva son signos de identidad de la exministra, que igualmente encontró a alguien que la supera y lo usó. El acento en la ofensiva contra Milei estuvo puesto en mostrar sus propuestas como el dislate que son y en asociarlo con “la casta” y con Massa en particular (“te armaron las listas”), acusación de la que el libertario se defendió mal.
Una pauta de la mejora de Bullrich estuvo dada por los medios dominantes. Las voces más encendidas de los grupos Clarín y La Nación hablaron de empate en Santiago del Estero y hasta alguno se atrevió a narrar una victoria de la exministra de Seguridad. Tamaña conclusión militante quedó en evidencia ante la coincidencia unánime en esos mismos medios de que Bullrich revirtió este domingo su derrota de hace una semana.
La desmesura y la propensión a la violencia discursiva son signos de identidad de la exministra, pero encontró a alguien que la supera, y lo usó
Hace tiempo que el macrismo considera un activo asociarse a la ejecución ilegal de presuntos delincuentes a manos de fuerzas policiales. Se supone que encuestas avalan un extremo que pinta de cuerpo entero a la derecha “republicana” argentina y a Bullrich en particular. La presencia en el aula magna de Derecho del policía bonaerense Luis Chocobar, condenado por homicidio agravado por la utilización de un arma de fuego en exceso en el cumplimiento de un deber, fue celebrada como un golpe de efecto por radicales y miembros del PRO.
Pablo Kukoc, la víctima de disparos por la espalda mientras se daba a la fuga, sin portar un arma de fuego, había cometido un grave delito. Es la jurisprudencia que reinará en un eventual gobierno de Bullrich, que sigue siendo la hipótesis más improbable, pero no imposible.
2 – Myriam Bregman
La candidata del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) se vio beneficiada en el debate de Santiago del Estero por la posibilidad de exponer en igualdad de condiciones ante una audiencia masiva. Myriam Bregman suele circular por los medios, pero, en comparación con candidatos que manejan pautas estatales y privadas millonarias, o tienen socios políticos y económicos en la propiedad de los medios, su presencia está acotada a determinados públicos.
La abogada mostró otra vez su capacidad dialéctica, propia de las luchas trotskistas y de su sello personal, pero careció del factor sorpresa.
La uniformidad plana de los otros cuatro candidatos en torno del conflicto entre Gaza e Israel le brindó una oportunidad a la postulante del FIT. Enarboló la posición clásica de la izquierda: las víctimas civiles se lamentan pero la responsabilidad mayor le cabe al “régimen de apartheid” impuesto por la potencia ocupante. Las aristas son más complejas pero su electorado y mucho más allá (centroizquierda, peronismo) no esperaban otra cosa.
Bregman se encontró con sus límites en dos ocasiones. Cuando Schiaretti le consultó por el equilibrio fiscal (“frases hechas que inventaron los neoliberales”) y Milei le pidió la lista de empresas a nacionalizar, la candidata se perdió en generalidades.
Se sabe. El FIT es más fuerte a la hora de resistir que de detallar programas.
3 – Juan Schiaretti
El gobernador de Córdoba goza de la que probablemente sea la segunda pauta estatal más abundante en el ratio por cantidad de habitantes, detrás de la de la Ciudad de Buenos Aires, derrochada por Horacio Rodríguez Larreta en su fallida candidatura presidencial. Con un sistema mediático cordobés hegemonizado por el Grupo Clarín (La Voz del Interior, Mitre Córdoba, El Doce TV) y la radio Cadena 3, más una oposición local ideológicamente afín (Juntos por el Cambio), rara vez Schiaretti se ve compelido a responder críticas cara a cara.
En las dos sesiones del debate presidencial, Schiaretti volvió a contar con la ventaja de que nadie lo confrontara en serio porque los tres principales candidatos están interesados en seducir al 27% que votó a Hacemos en Córdoba en las primarias del 11 de agosto. Con el mismo objetivo, podrían optar por la táctica opuesta pero no lo hicieron.
Sin dar cuenta de su pasado y de la realidad social e institucional de su provincia, Schiaretti cumplió su papel de contar la injusticia que comete el país con esa Suecia mediterránea llamada Córdoba. Como Bregman, careció del beneficio de la sorpresa que lo acompaño en Santiago del Estero.
4 – Sergio Massa
El candidato de Unión por la Patria recibió acusaciones de integrar una mafia, de armarle las listas a Milei, de generar la crisis económica actual, de quedarse con recursos de Córdoba, de tener socios que “apoyan a los terroristas”, etcétera. Eligió dejar pasar casi todos los ataques, en una estrategia que su equipo y él mismo definen como “campaña profesional”.
Al candidato oficialista le toca recibir críticas y no puede responder a todas pero dejar el espacio vacío en temas sensibles se asemeja a validar la narrativa del oponente.
Massa eligió reconcentrarse en la defensa de su propia figura, como si tuviera que anclarse en el político de 2013 que se separó del kirchnerismo y no en el actual, cabeza de boleta de un frente de peronistas clásicos y progresistas que debería presentarse como dique ante dos derechas, una ultra y otra radicalizada.
Bullrich hilvanó mejor que otras veces la tesis esencial de Juntos por el Cambio de que representa una ética republicana. La pretensión no resiste el menor análisis y es refutable con una docena de ejemplos a la mano que atañen a Macri (parques eólicos, espionaje, lavado de dinero de familiares), Rodríguez Larreta (acarreos, mesa judicial, Lago Escondido), la UCR (represión y desmanejos judiciales de Morales y Cornejo) y la propia candidata presidencial (andanzas de Gerardo Milman, gatillo fácil). Transitar todos esos temas sería inabordable y sumaría a un enchastre de campaña; omitirlos todos o aludirlos al paso, sin ninguna precisión ante un público masivo, se asemeja a un candidato agobiado.
La adhesión de Milei y Bullrich a la ultraderecha nacionalista israelí era esperable; es el rédito político al que se sienten llamados hace años. En otro de sus errores, Massa también se anotó en ese libreto y se privó de sostener una condena a la atrocidad terrorista cometida por Hamás, a la vez que la postura histórica de Argentina y del peronismo en particular, de reconocimiento de dos pueblos para dos Estados, condenatorio de la ocupación de Cisjordania, con la prioridad puesta en proteger a la población civil, israelí y palestina. Circunscripto a sus propias huellas de identidad, Massa sobreactuó.
En una noche para el olvido, Massa puede encontrar un consuelo. Necesita que Bullrich no se desmorone para aminorar el riesgo de una victoria de Milei en primera vuelta. Si incide en algo, el debate en la Facultad de Derecho pudo haber contribuido a ese fin.
5 – Javier Milei
Hace una semana, quien escribe sostuvo que una confrontación de decibeles bajos impuestos por un formato estricto perjudicaba al candidato de La Libertad Avanza, cómodo en la estridencia del enojo o el entrevistador encandilado. El domingo, Milei le sumó una retórica confusa sin acertar en el blanco.
La respuesta absurda por el pacto con Luis Barrionuevo (“vos también tenés un montón de gente en tus listas que viene de otro lado”), sus cifras terraplanistas sobre la pandemia y el cambio climático, el enredo sobre la venta de órganos, las citas a autores de poca monta y frases inconclusas cuando sonaba el “tong” lo asemejaron a la Bullrich engripada de la semana anterior.
El contraataque de Milei de que Bullrich fue una “terrorista asesina” hizo agua por burdo.
SL/JJD