Sin nombrarlo, Cristina Kirchner volvió a Juan Domingo Perón. Citó un clásico que el fundador del peronismo remixó de Napoleón III, aquello del Bastón del Mariscal que el tercer Perón decía que cada militante tenía en su mochila, una invocación a hacer sin necesidad de mandatos ni ordenes. Se lee, aquí y ahora, como un mensaje -casi una advertencia- de la vice para los propios que ante cada episodio de la política criolla esperan, necesitan, “un mensaje de la jefa” que les diga qué hacer, por donde ir.
No es la primera vez que lo menciona: lo repitió, en público y en privado, en varias ocasiones en los últimos meses y coincidió, además, con un contexto: la determinación, cuyo anuncio precipitó la sentencia de Vialidad pero que, como detalló en Avellaneda meditó y decidió en frío, de explicitar que no será candidata “a nada” en el 2023. La incitación de Cristina a que los suyos hagan “sin pedirle permiso nadie”, y “si se equivocan, pidan perdón” parece tan claro como brutal. Pudo leerse, incluso, como una respuesta al “te necesitamos” que Axel Kicillof le había planteado unos minutos antes sobre el mismo escenario de Avellaneda o que el anfitrión, Jorge Ferraresi, lanzó en las horas previas como un preoperativo clamor.
Cristina ve lo que todos: que el panperonismo es un desierto sin candidatos, casi sin aspirantes a candidatos, sin figuras novedosas y prácticamente sin dirigentes competitivos. Su gambeta semántica y política sobre renunciamiento y proscripción -que paradójicamente celebran los clanes hard del macrismo y kirchenrismo- lacera al único cristinista que, voluntarioso pero por default, se puso a trabajar de candidato: “Wado” De Pedro. El ministro, podría decirse, tomó el bastón del Mariscal pero dentro del ecosistema Cristina no a todos les simpatizó la premura con que salió, pronto, a moverse como postulante, como plan B. Lo comenta, con fingida intriga, un gobernador frentodista: “A Wado lo proponemos como candidato más nosotros que los de La Cámpora”.
En Avellaneda, acto que Ferraresi armó hace tiempo y al que la vice fue invitada antes de la sentencia por la causa Vialidad -es decir, antes, también del “renunciamiento/proscripción”- Cristina activó algunos mensajes: uno, que parece muy obvio pero no lo es, fue sentar sobre el escenario a Axel Kicillof y darle una plataforma para que, en la práctica, lance su campaña a la reelección. El gobernador ensayó el libreto del 2023: la disputa, que sintetiza un eslogan que parece eficaz, es entre “derecha y derechos”.
La noche previa, en la Televisión Pública, Ferraresi se alineó detrás de la reelección de Kicillof, pero hasta el martes el protocolo indicaba que en la mesa, junto a la vice, solo estaría el intendente local. Al final estuvo Kicillof y habló. Puede leerse como un guiño para el mercado interno: no para los votantes, sino para el ruido panperonista bonaerense que recela al gobernador y que agita, como recurso, que Kicillof sea candidato a presidente. El exministro se aferra, con uñas y dientes, a la postulación bonaerense, otro indicador sobre la escasa o nula expectativa que genera una candidatura presidencial del FdT.
El ordenamiento en la provincia tiene un formato X: la vice, dicen a su lado, quieren PASO a nivel presidente y autoriza primarias a nivel municipal, pero una candidatura a gobernador con, además, listas únicas para diputados y senadores. Sin la vice en el menú se vuelve especialmente atractivo un renglón de la boleta del 2023: la postulación para ocupar la banca que, por provincia de Buenos Aires, ahora ocupa Cristina en el Senado nacional. Puede ser, en un panorama electoral difícil, un premio mayor: un mandato de seis años, casi un pasaporte al más allá. En el PJ del conurbano, cuando escuchan a Massa decir que no será candidato a presidente en el 2023, interpretan que objetivo es el tope de la boleta de senadores. Especulaciones, nomás.
Otro mensaje a los propios, al ecosistema del peronismo, se repite o se refuerza, y se vincula con Alberto Fernández, a quien le dedicó, innominada pero quirúrgica, la frase de “Agrupación política Amague y Arrugue Permanente”, en referencia a lo que ocurrió con el fallo de la Corte sobre los fondos para CABA. En la misma línea, con sus modos de repartir premios y castigos, se refirió a Massa como “Sergio” aunque remitió a un capítulo que tiene relecturas: el planteo del entonces jefe de Diputados sobre el crecimiento económico y su observación, entonces, de que ese crecimiento “no se lo quedaran 3 o 4 vivos”.
La vida de los otros
En Avellaneda, la vice hizo un ejercicio poco habitual, al menos en público: se zambulló en la interna del PRO. Es una forma de jugar en el partido de los otros. Cristina suele decir que el jefe político del universo opositor es Mauricio Macri y, a su lado, dieron por hecho que cuando ella se bajó de la lista del 2023, arrastró al expresidente a un renunciamiento forzado. La lectura es simple: Macri solo tiene sentido si está, enfrente, Cristina. Por eso, el macrismo de las oficinas de Olivos, salió con intensidad a dudar del renunciamiento y a decir que se trataba de una movida para generar un operativo clamor.
En su reaparición, la vice hizo una lectura -o una profecía- sobre cómo se ordenará el macrismo, al dar por hecho que Horacio Rodríguez Larreta “seguramente va a ser el candidato de la oposición”. Tuvo, como plafón, la cuestión de la coparticipación y el planteo de que el fallo de la Corte le da fondos al jefe de Gobierno para su campaña presidencial. Es la frase aquella que De Pedro pronunció frente a un puñado de gobernadores en mayo pasado: “A Macri la campaña se la pagó el FMI, a Larreta se la va a pagar la Corte”. Aparece el hilo rojo que une a la Corte con el poder económico y mediático, en el que Cristina señala al grupo Clarín como quien “comanda realmente este Estado paralelo que tiene la Argentina”.
“Le van a dar para la campaña electoral al Jefe de Gobierno de la Ciudad, que seguramente va a ser el candidato de la oposición”, dijo Cristina y además de elegir enemigo, abrazó una bandera que se perfila para la campaña: la discusión entre CABA y las provincias, la vieja rivalidad interior-Buenos Aires, un asunto que los gobernadores y dirigentes de las provincias ya abrazan como agenda para la campaña electoral que se viene.
Pero la vice hace una lectura adicional: su certeza de que Larreta será el candidato a presidente de JxC tiene, como dato anexo, que Patricia Bullrich podría convertirse, tras una imposición de Macri, en candidata a la gobernación bonaerense. No es una lectura reciente: en elDiarioAR se reflejó semanas atrás. Cristina, y antes que ella Kicillof, parecieron anticipar la batalla con Bullrich al meter en la agenda a Gerardo Milman, diputado del PRO, y entornista de la exministra de Seguridad, que aparece en una pesquisa lateral sobre el intento de magnicidio contra la vice pero que, además, quedó bajo la lupa en otro tipo de investigaciones sobre las que dio cuenta, en detalle, el periodista Mauro Federico en el portal DataClave.
“Echaron a un diputado, voy a ser un poquito grosera, porque le besaba una teta a la novia. Era un acto impropio. No estoy justificando nada”, dijo la vice en referencia a Juan Emilio Aseri, para mencionar que “el señor (Milman) tiene no sé cuántas señoritas a cargo. Pero no solamente eso, que siendo integrante de la Comisión de seguridad tenía vinculaciones y contratos con empresas de seguridad”. El llamador sobre Milman es una forma de poner el foco sobre Bullrich, quizá un anticipo de una potencial disputa de campaña en la provincia de Buenos Aires, un territorio clave para la el panperonismo. Subyace otro planteo, un reproche a los propios diputados del FDT que no parecieron reaccionar ante las denuncias que hay en torno a Milman. “Hay una patente de corso y de impunidad para todo aquel que no sea peronista y todo aquel que sea, se le inventan cosas y afuera”, aseguró.
La hipótesis de Cristina sobre Bullrich en la provincia tiene derivaciones: una de ellas refiere a lo que hará Sergio Berni. En el cajón de arena, un TEG que en general nunca ocurre, se sugiere que Berni tiene una salida acordada del gabinete de Kicillof para convertirse en un candidato “por derecha” y con agenda de seguridad, justamente los segmentos en los que se hace fuerte Bullrich.
PI