Un candidato, que es vicejefe de gobierno con licencia, emprende una expedición en combi, casi un safari, de Capital al conurbano. Un gobernador le refriega sus tropiezos a una ex gobernadora que compite en el pago vecino. Un jefe de distrito “locuta” en los spots de una lista interna y cruza la frontera líquida del sur para torear a una intendente. Un presidente apila, como se economizara actos y discursos, a los candidatos de territorios limítrofes pero diferentes
El Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) adquirió alguna celebridad catastral y conceptual en tiempos de pandemia. Continuo urbano, entró en clima electoral y ofrece la que se perfila como la campaña más ambeña donde agendas y candidatos se mezclan, mensajes y giras se mixturan. Aunque la cuenta electoral última pueda ser distinta, sobrevuela el voto contagio, mimético.
Juntos, más que el Frente de Todos, “rompió” la General Paz, interpreta un consultor que lo atribuye a la apuesta personal de Horacio Rodríguez Larreta que puso candidatos propios en los dos distritos. El porteño pulsea, de fondo, por el posicionamiento no solo hacia la presidencial del 2023 sino, como escala previa, por la jefatura opositora con Mauricio Macri.
Por el capital que pone en juego, Larreta encarna, como nadie, la campaña ambeña: le puso su voz a los spots de Diego Santilli, se subió a la “Santileta” -¿si remite al apellido no debería ser “santilleta”?- que tuvo un problema mecánico a los pocos días de salir de gira, camina la provincia y hasta “pelea” a Mayra Mendoza, la camporista que es intendente de Quilmes, cruce que escaló en Twitter.
Hay, detrás o adelante, un fenómeno que el politólogo Javier Caches ((UBA-UTDT) sintetiza en la idea de “porteñización” de la política. “La consolidación de los candidatos AMBA cristaliza la composición política de las dos grandes coaliciones nacionales, el FdT y Juntos. Los dos espacios tienen sus núcleos de poder en el AMBA, el FdT en el conurbano bonaerense y Juntos en CABA. Se asiste así a una porteñización de la política, también reflejada en el gabinete nacional y en las candidaturas y a una notable pérdida de protagonismo de la liga de los gobernadores”.
Carlos Fara usa el neologismo “ambanizado” y lo aplica al dispositivo del poder. “El escenario mediático y político se ha ambarizado, se volvió un reflejo del AMBA. Ya en el 2015 los tres candidatos a presidente estaban en pocos kilómetros: Scioli en la provincia, Macri en CABA y Massa en Tigre. En 2019, ocurrió algo parecido: Alberto, Macri y Lavagna” dice a elDiarioAR y sostiene que eso se “agudizó” por la concentración de los medios nacionales lo que, a su vez, dificulta la aparición de figuras del interior como ocurrió “con Carlos Menem, Eduardo Angelóz, Néstor Kirchner o Hermes Binner”.
Toda una rareza el efecto espejo entre las boletas larretistas de Juntos en CABA y Buenos Aires, con candidatos intercambiados, bonaerenses en la ciudad, porteños en la provincia.
Vidrieras
No es un fenómeno nuevo pero este año se magnificó. Quizá porque es más potente la identidad ambeña, porque como nunca se habló del AMBA en clave pandémica y el 2020 estuvo marcado por las sintonías y peleas del trío Fernández-Larreta-Kicillof en clave COVID-19. Así y todo hace dos décadas que los candidatos bonaerenses son, casi inevitablemente, migrantes porteños. No al revés como en esta ocasión cuando hay bonaerenses en las listas de CABA.
Si hay que citar un registro puro, duro y exitoso, todo comenzó, cuando Carlos “Chacho” Alvarez tuvo la ocurrencia táctica de aprovechar que Graciela Fernández Meijide, quien venía de ser candidata y militante en CABA, había nacido en Avellaneda y eso la habilitaba para competir en la provincia. Con el artículo 48 de la Constitución como bandera a la victoria, “Chacho” tejió la Alianza con Raúl Alfonsín, entronizó a Meijide y derrotó, casi para siempre, a Eduardo Duhalde en 1997.
Los porteños pueden ser candidatos mediáticos, pero son inevitablemente malos gobernantes. Los resultados están a la vista. Básicamente porque no conocen ni el territorio, ni el sistema organizacional provincial
El padre de aquella derrota, Duhalde, el último jefe bonaerense de Buenos Aires y el último que quizá intentó -a costa de perder juego nacional- construir la identidad bonaerense (la bandera, los juegos juveniles, las obras faraónicas-), repitió la picardía y bendijo a Carlos Ruckauf como sucesor. Luego vinieron otros, casi todos, con la excepción de Felipe Solá que había sido ministro y candidato en la provincia, pero cuando era vicegobernador vivía en Retiro. Daniel Scioli, que ganó una interna del PJ para ser candidato a jefe de gobierno porteño, María Eugenia Vidal que fue ocho años vice de Mauricio Macri en CABA, y Axel Kicillof, que compitió como gobernador cuando era diputado por la Ciudad.
No todos, incluso, tenían los papeles en el sentido más estricto para competir pero compitieron. Destrezas y artilugios jurídicos, y la flexibilidad de la Justicia electoral de priorizar la voluntad de competencia, permitieron que la norma se amolde y la política bonaerense se llene de porteños. Emilio Monzó, que gobernó en Tejedor y paradójicamente fue ministro porteño, militó estos años contra esa invasión que no tiene patria ni bandera partidaria. Parece una batalla perdida y es, además, una admisión de una falla en el semillero político de la provincia.
Sebastián García de Luca, diputado nacional del espacio de Monzó, que comparte la boleta con Facundo Manes en la primaria de Juntos, lo define en una frase. “Los porteños pueden ser candidatos mediáticos, pero son inevitablemente malos gobernantes. Los resultados están a la vista. Básicamente porque no conocen ni el territorio, ni el sistema organizacional provincial, ni tienen el conocimiento de los actores con el que deben sentarse a modificar el desastre que venimos arrastrando”.
La lista de Juntos bonaerenses que encabeza Diego Santilli es emblemática: no solo por Santilli, porteño de nacimiento, que viene de ser vicejefe de Gobierno, y recién cambió de domicilio a Tigre en marzo pasado, sino porque el lilito Juan Manuel López, el tercer candidato, es diputado por CABA y Graciela Ocaña, matancera y candidata bonaerense en 2017, había pulseado en la mesa grande de Juntos para mudarse a la ciudad, dominio que había elegido como base de acción política.
La provincia necesita un proyecto genuinamente provincial, que la comprenda, más la recorro y más estoy convencido qué es así.
Es una de las objeciones de Manes y fue, además, una de los reproches de Jorge Macri, que se sumó a la boleta de Santilli y hace campaña pero insiste en cuestionar las candidaturas extra bonaerenses. “Nos comprometimos a tener un proyecto de provincia, dijimos que el candidato iba a salir de nosotros pero al final se impuso el criterio de que sea Santilli”, dijo el intentendente de Vicente López.
La gran pantalla nacional
A juzgar por la estadística, migrar de CABA a la provincia de Buenos Aires parece ser un buen negocio electoral: Meijide en 1997, Ruckauf en 1999, Scioli en el 2007, Vidal en 2015 y Kicillof en 2019 pegaron el salto territorial, hicieron la voltereta en el aire, y ganaron. No se pueden atribuir a esas anomalías recurrentes, las victorias.
Lo que si se puede atribuir es que CABA ofrece una vidriera taquillera para instalarse, las luces del centro y el sistema de medios hiper centralizado, y, de algún modo, ejerce una especie de encantamiento, quizá cuando los bonaerenses votan a un porteño votan eso: querer ser, o parecerse, a CABA.
“Buenos Aires es una Provincia-Nación por sus dimensiones que, paradójicamente, no ha desarrollado una gran identidad provincial. Para alcanzar proyección provincial hay que tener visibilidad nacional. La vidriera porteña -sede de los medios de comunicación nacional- es una buena plataforma para saltar a conquistar el inabarcable territorio bonaerense”, agrega Caches
“Para entrar en la provincia hay que ser una figura nacional, y la vidriera porteña es la vidriera nacional”, agrega Fara y pronostica que seguirán proliferando los candidatos porteños en la provincia de Buenos Aires. “La mayoría de la política se guía por encuestas. Se elige y acompaña al que mide, no al que conoce y se prepara para gobernar la provincia”, sostiene De Luca. “Pasa en todos los espacios políticos. Lo vi en 2007 cuando Scioli hacía campaña rodeado de los barones del conurbano sin saber dónde quedaba La Plata. Y hace poco cuando muchos intendentes del PRO se cansaban de sacar gacetillas contra la dedocracia de la Capital y lo dejaron solo a Jorge Macri para ir a sacarse la foto con Diego Santilli”, agrega el diputado que lamenta que “se terminan naturalizando enroques, algo que no pasa en ninguna otra provincia”.
Un campañista del FdT, que pide reserva por la sensibilidad del que reina en el dispositivo oficial, observa que el fenómeno se da sobre todo en Juntos, ligado a la centralidad de Larreta y en parte a que Alberto Fernández no tiene, en este tramo, el protagonismo de la campaña que, tampoco, se nacionalizó. Así y todo Kicillof aprovechó la renegociación de la deuda bonaerense para hablar de la “herencia” de Vidal y luego cuestionó a la ex gobernadora por sus dichos sobre la marihuana. Esta semana, Fernández unificó un acto con los candidatos del AMBA, mientras Cristina Kirchner, por ahora, solo se enfrascó en la campaña bonaerense con sus incursiones al conurbano. Si bien está previsto que participe del cierre de campaña bonaerense, en el FdT porteño no la tienen anotada para el cierre en CABA que será en Lugano.
Hay, si se aplica el riguroso indicador catastral, casos de bonaerenses de cuna que mandaron en CABA. Mauricio Macri nació en Tandil pero es todo lo demás lo hizo en la ciudad. O Vidal que nació y vivió años en Morón pero su carrera política la hizo en CABA hasta el 2015 cuando, un poco como sacrificio, se convirtió en candidata a gobernadora. Ahora Vidal volvió y lleva como número dos a Martín Tetaz, nacido en La Plata, que apareció en la ruleta de posibles candidatos a diputado nacional de Cambiemos en el 2017 por la Sección Capital, la Octava.
Toda una rareza el efecto espejo entre las boletas larretistas de Juntos en CABA y Buenos Aires, con candidatos intercambiados, bonaerenses en la ciudad, porteños en la provincia.
Otro migrante es Ricardo López Murphy, reaparecido para jugar en una PASO del JxC porteño, a pesar de su vida en el conurbano sur. El economista, regresado al ring luego de su repliegue político de 2007 cuando “perdió” el partido Recrear que pasó a ser uno de los pilares jurídicos de Propuesta Republicana de Macri, tiene un antecedente exitoso con el electorado porteño: ganó las presidenciales del 2003 en CABA, con casi el 26% de los votos.
PI