“Dale Martín, metete vos, te tenés que poner la 10”: Axel Kicillof tiene bajísima, casi nula, presencia de fútbol en sangre pero usó, quizá para sorpresa hasta del propio Martín Guzmán, una metáfora futbolera. El gobernador se aproximó al fútbol por sus hijos a los que solía llevar al club. Guzmán, en cambio, es fanático de Gimnasia y Esgrima de La Plata y mantiene el ritual de jugar, los sábados, con sus amigos platenses. Pero, claro está, Kicillof no hablaba de fútbol sino de otro karma criollo: la inflación.
Con 17,6 puntos acumulados entre enero y abril, y una proyección oficiosa del Gobierno de 3,5 para mayo, la estampida de precios -que pega más en alimentos- se convirtió en la principal obsesión del gobierno. En un balance inestable, cuando el Plan de Vacunación se consolida y avanza rápido, Alberto Fernández concentra su atención en el capítulo económico y, en particular, en el renglón inflación.
Es, además, el ítem que figura en el podio de las urgencias sociales, el combo económico que anuda dos registros: preocupación por el trabajo, a perderlo o a no conseguirlo, y por el poder adquisitivo por el aumento de precios. El gobierno, como dijo Santiago Cafiero en un reportaje con elDiarioAR, se propone arbitrar para que los salarios le ganen a la inflación pero es una manifestación de voluntad y una medida de mediano plazo.
Con la disputa electoral ya lanzada, en el oficialismo el tema inflacionario es primordial. El gobierno, según confió un funcionario, avanza con un acuerdo en torno a la carne y apuesta a dar un golpe de efecto en ese sector sensible. El relato oficial plantea, incluso, un hecho poco usual: una baja de los precios de mostrador.
Aun con ese logro, todavía hipotético, el asunto es más grueso y es ahí donde toma relevancia la frase de Kicillof a Guzmán, que sintetizó una preocupación que se conversó en la mesa política que los lunes se reúne en La Plata de la que participan el gobernador, Cafiero, Sergio Massa, Gabriel Katopodis, Máximo Kirchner y “Wado” De Pedro. Además del ordenamiento del Frente de Todos (FdT) en la previa electoral, ese grupo explora agendas y temas de campaña. Fue Massa, fan de los focus group, el que le aportó métrica y método a la percepción: detrás de los temores por la salud, que están al tope de las preocupaciones por la pandemia, la segunda demanda es económica.
Derivó, luego, en una charla con Alberto Fernández y que tiene un doble planteo. Por un lado, unificar la conducción económica, y puntualmente la cuestión inflacionaria, en la figura de Guzmán. Por el otro, involucrar a gobernadores pero, sobre todo a intendentes del conurbano, en la tarea de fiscalización. “Los acuerdos de escritorio no sirven: está muy bien etiquetar precios o lanzar programas, pero después hay que asegurar que en un chino o un mercado de barrio los productos estén”, apunta un funcionario.
Fernández y Cafiero, con la cuestión vacunas más ordenada, centralizan sus conversaciones en el tema inflación. El sábado, hasta tarde, repasaron esa agenda: precios, recaudación, cuenta de capital. El jefe de Gabinete sistematizó las reuniones del equipo económico y centraliza en Guzmán el diseño de las políticas inflacionarias pero perdura la demanda de que Guzmán controle toda la botonera y no haya, como ahora, dos o tres ventanillas: la de Economía, la de Matías Kulfas en Desarrollo Económico y la secretaría de Comercio Interior de Paula Español.
“Martín diseña la política de precios, centraliza y analiza las variables, lo fiscal, lo monetario. Después Kulfas y Español ejecutan esas políticas”, apuntan en Casa Rosada. Hay, sin embargo, un factor de visibilidad: las caras de las políticas de control de precios son más Kulfas y Español, que Guzmán. Ahí apunta el planteo político desde el FdT.
Cristina Kirchner empuja, trasmite una fuente, ese proceso de centralizar en Guzmán. Es parte del deshielo con el ministro luego de los tironeos en torno a las tarifas y Federico Basualdo. Es un deja vú: En su segundo mandato, la vice habilitó un multilateralismo económico con cinco terminales: el ministro de Economía Hernán Lorenzino, su segundo, Kicillof, Guillermo Moreno (Comercio), Mercedes Marcó del Pont (Banco Central) y Ricardo Echegaray.
Ese desorden se cristaliza en una foto de abril de 2013 en la que aparecen los cinco funcionarios. En noviembre siguiente, Kicillof asumió como ministro y antes de fin de ese año, del quinteto solo quedó Echegaray: Lorenzino, Moreno y Marcó del Pont salieron del gabinete.
No hay, ahora, un planteo tan extremo pero circula el reclamo de que Guzmán además de fijar pautas, le ponga el cuerpo a las negociaciones y al relato público. “Para negociar con las cadenas o los productores, necesitás precisiones macro: a cuánto va a estar el dólar, cuánto van a subir tarifas, qué créditos van a tener. Con eso sobre la mesa, negociás precios y controlás”, grafica una fuente.
Sin ponerlo en esos términos, sobrevuela la idea de convertir a Guzmán en un superministro. La paradoja es que viene de perder una pulseada con el tema tarifario con el bloque más poderoso del FdT que, en lo formal, lo debilitó. “No hay pelea entre Kicillof y Guzmán: Axel es el que le plantea, por la positiva, que juegue más a fondo”, explican cerca del gobernador. Hay, en el PJ, un asunto adicional: el ministro tiene, a pesar de sus intentos por volverse más mundano, un estilo más próximo a circuitos universitarios y organismos internacionales.
PI