Alberto Fernández no buscará la reelección para un nuevo mandato, una decisión que fue comunicada esta mañana por el propio presidente argentino en la red social Twitter. El mandatario llega a esta decisión presionado por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien se transformó en su principal crítica en los últimos dos años, y una crisis económica marcada por la extrema volatilidad de la cotización del peso argentino.
El paso al costado de Fernández acelera ahora la definición de la candidatura del Frente de Todos (FdT), de cara a un escenario electoral que, en principio, se presenta adverso. El clima social y las encuestas prenuncian que el oficialismo tiene reducidas posibilidades de lograr otro mandato de cuatro años (2023-2027) y que, en un caso extremo, hasta podría quedar fuera de una segunda vuelta, que se dirimiría entre la principal alianza opositora, Juntos por el Cambio (JxC), y el ultraderechista Javier Milei, postulante de La Libertad Avanza (LLA).
La razón principal de la renuncia a pelear por otro período presidencial —según Fernández— es la crisis económica disparada por la peor sequía en un siglo, que restará exportaciones por 20.000 millones de dólares. Ese agujero en las reservas del Banco Central y los ingresos fiscales se suma a las consecuencias de la pandemia, la guerra en Ucrania y la gigantesca deuda externa legada por Mauricio Macri (2015-2019), lo que obliga al presidente argentino a dedicarse “exclusivamente a este nuevo desafío” incrementado por “los especuladores de siempre”, argumentó.
En un pulido video de siete minutos posteado en Twitter, Fernández se comprometió a “trabajar fervientemente para que” el próximo presidente “sea un compañero o una compañera de nuestro espacio, que represente a quienes seguiremos luchando por una patria justa, con equidad y felicidad para todos y todas”. Según Fernández, el peronismo es “el espacio que garantiza que no volverá la derecha a traernos su pesadilla y su oscuridad”.
En otro tramo, el Presidente aludió a los cuestionamientos permanentes que viene recibiendo de Cristina y su entorno. “En estos años, elegí soportar algunas críticas o enfrentamos maniobras de desprestigio en contra del Gobierno Nacional, y nunca respondí. Por mí responsabilidad como presidente, evité toda escalada en los conflictos”.
Fernández instó al peronismo y sus aliados de izquierda a definir una candidatura en las elecciones primarias obligatorias previstas para el 13 de agosto. “Démosle la lapicera a cada militante”, propuso, en alusión a que no sea Cristina quien consagre a dedo al candidato. Ese mecanismo —la exclusiva voluntad de la expresidenta 2007-2015— fue, paradójicamente, el que transformó a Alberto Fernández en aspirante a la jefatura de Estado hace cuatro años, en una movida política que entonces estaba fuera de todo cálculo. El presidente reconoció hace poco que veía con ojos críticos aquella forma de dirimir una postulación.
Una vez establecidas las candidaturas de todas las fuerzas políticas, las elecciones generales se llevarán a cabo el 22 de octubre, y si hay segunda vuelta, será el 19 de noviembre.
La carrera que sigue
En la lista de probables candidatos peronistas se ubica el ministro de Economía, Sergio Massa, con buenos vínculos con el sector empresarial. Eduardo de Pedro, ministro del Interior, o Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires, podrían ser los postulantes si Cristina Fernández opta por una figura ortodoxa de su sector. El jefe de Gabinete, Agustín Rossi, y el embajador en Brasil y excandidato presidencial, Daniel Scioli, representarían a un sector más cercano a Alberto Fernández.
Todos los nombres que se barajan, además de una intención de voto personal baja, enfrentan una cuesta empinada. La duda principal es estructural: cómo hará el peronismo para encontrar un orden dada la fallida experiencia de una alianza que en 2019 juntó a todas las facciones en el Frente de Todos y terminó en un galimatías en el que el sector de Cristina propone romper con el FMI, pero a su vez es el principal garante de la gestión del ministro Massa, quien lleva a cabo una receta ortodoxa de ajuste fiscal.
Cuando asumió como ministro, en agosto pasado, Massa fue visto como una carta probable para saldar la extenuante pelea entre los Fernández. Se trata de un hábil articulador entre diferentes sectores del peronismo, grandes empresarios, sindicatos y el arco político de Estados Unidos, desde halcones republicanos a demócratas. Pero Massa puso como principal objetivo reducir la inflación mensual y el último registro, marzo, marcó 7,7%, el mayor en veinte años. Aún así, el titular de Economía sigue siendo uno de los probables candidatos si la economía no desbarranca y termina de acordar una estrategia con Cristina, algo que parecía impensable hace pocos años.
El lastre que ahora ubica a Fernández contra las cuerdas estaba presente cuando asumió, 40 meses atrás: una deuda con el FMI de 44.500 millones de dólares entregada al Gobierno de Macri en 2018, gigantesco monto que se evaporó en la huida de los inversores internacionales que habían dado una calurosa bienvenida al mandatario. A la deuda con el FMI se sumaban unos 67.000 millones de dólares en manos de bonistas privados, carga reestructurada en 2020.
En su mensaje, Fernández enumeró las dificultades que enfrentó en esas condiciones críticas de nulo acceso al financiamiento ni externo ni interno, porque Macri, antes de dejar el cargo, también había incumplido los pagos de los vencimientos locales en pesos.
La pandemia disparó el gasto del Estado financiado con impresión de dinero. Siguió la guerra de Ucrania, que elevó exponencialmente los costos del gas y los combustibles que Argentina importa en invierno. Con ello, menos reservas en el Banco Central y más inflación. Del 54% anual que el Frente de Todos recibió cuando asumió, el 10 de diciembre de 2019, los precios se aceleraron hasta más de 100% actual.
Y finalmente, la sequía que socava los ingresos fiscales, golpe de gracia que arruinó la posibilidad de calmar la economía en el último año de Fernández en la Casa Rosada.
La perspectiva de aumentar a gran escala las exportaciones de gas y petróleo no convencionales de Vaca Muerta, en la Patagonia, a partir de nuevas infraestructuras actualmente en construcción, alumbra —según economistas de diferente signo— años por venir más holgados. Alberto Fernández necesitaba un puente hacia ese cambio de escenario que no logró.
Tras la debacle de los años finales de Macri y la pandemia, el PIB de Argentina logró un bienio de crecimiento a tasas altas, de 10,4% en 2021 y 5,2% en 2022. Los pronósticos apuntaban a otro registro positivo en 2023, aunque la sequía lo pone en duda. Tres años consecutivos de crecimiento eran un activo que Alberto Fernández podía exhibir ante sus dos principales rivales, Macri y Cristina, quienes no lo consiguieron en los 12 años que juntos sumaron en la presidencia.
No obstante, el mandatario pagó todos los costos de sus errores y apenas pudo capitalizar sus logros. Las encuestas marcan una desaprobación de su figura cercana a 65% y una aprobación muy débil, razón última de su paso al costado. Las idas y vueltas en sus decisiones fueron una constante, quedó inerte cuando Cristina y su entorno le bajaron el pulgar y no supo construir un proyecto propio propio, pese a que, cuando asumió, contaba con un amplio consenso.
De allí se entiende la relativa frialdad con que fue tomada su decisión de no competir en 2023. Los cristinistas insistieron en sus críticas despectivas sobre la supuesta falta de carácter y convicciones para llevar adelante reformas.
“Es un paso necesario para comenzar a ordenar el peronismo”, concluyó De Pedro, ministro del Interior y miembro del círculo más próximo a Cristina.
Uno de los que valoró públicamente la decisión tomada por Fernández fue Scioli, candidato a presidente en 2015, derrotado por Macri. “Un gesto de grandeza”, dijo en declaraciones radiales. “Mi reconocimiento al coraje de Alberto Fernández, que enfrentó adversidades inimaginables… nunca tomó una decisión en contra del pueblo argentino y ésta es una prueba más de ello”, tuiteó, al tiempo que confirmó su postulación presidencial.
En similar línea se pronunciaron otros funcionarios, como Rossi, jefe de gabinete. “Primero la Patria, después el Movimiento y por último los hombres. Así entienden y hacen política quienes saben que los lugares se ocupan por y para el pueblo. Orgulloso de militar en el FdT y de ser JGM del Gobierno del Presidente”.
En la vereda de enfrente, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, uno de los presidenciables de JxC, expresó que la decisión de Fernández es “una muestra más del fracaso de este Gobierno. Este Gobierno fracasó, fracasó el presidente, la vicepresidenta Cristina Kirchner y todo su equipo”.
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