De Cristina a Bullrich, la apuesta de Massa ante la frialdad K y una economía caliente

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Sergio Massa diseña un futuro que sabe tumultuoso en torno a dos damas. Una es Cristina Fernández de Kirchner, que será determinante para darle una pátina de familiaridad política tras el manoseo del cierre de listas, con el tropiezo de Eduardo “Wado” de Pedro y la orfandad K ante una fórmula desmalezada de cristinismo. La otra, en una construcción de mediano plazo, es Patricia Bullrich a quien adivina -y desea- como la figura con la que, en el último acto de la temporada electoral, se enfrentará a todo o nada en un balotaje.

Cristina y Bullrich, Kirchner y Patricia, son insumos esenciales en el plan de Massa para aproximarse a esa fantasía que lo atormenta, y lo energiza, hace tres décadas: ser presidente. Operarán, las dos, en tiempos diferentes. La vice se volverá una pieza clave en la previa de las PASO, para consolidar el piso del voto peronista, un pasaporte imprescindible para llegar sólido a la general del 22-O y asfaltar el duelo final con La Piba, a quien en todo el universo peronista observan como la rival inevitable.

En las encuestas que mira Cristina, no hay territorio donde Horacio Rodríguez Larreta derrote a Bullrich en la primaria de JxC. Son números que le aporta una consultora de confianza, que mide en provincias y municipios, y respeta el pacto de secretismo que impone, sin decir, la vice. Se licuó, en este tiempo, el fantasma Javier Milei, entre sus torpezas y sus fracasos electorales en las provincias. Por momentos, la preocupación es otra: que el libertario no se derrumbe en exceso. Hay un monitoreo de lo que pasa con Milei, un task force para asistirlo si titubea.

Ella

Pero es, así y todo, un asunto cronológicamente de segundo orden. El primero, urgente, es apagar el recelo de mundo K que cuando estaba en la digestión de que Cristina no sería candidata tuvo que asistir al ascenso y derrumbe de “Wado” de Pedro. La versión amable, reescrita para curar heridas, propone que el ministro fue, todo el tiempo, consciente de que era una pieza a sacrificar en el ajedrez endemoniado de Cristina con Alberto Fernández.

La teoría del señuelo propone que se trató de una táctica genial, a tres bandas, de la vice para lograr su cometido primero: lista de unidad con Massa al frente. Esto último, siempre se dijo, fue el plan A de Máximo Kirchner. Pero, ¿por qué Cristina hizo el camino largo y turbio para llegar a un punto que estaba al alcance de su mano? La vice pudo, siempre, hablar con Daniel Scioli para que se baje, negociar con Fernández -y darle lo que finalmente le dio: dos diputados entrables- y despejar el campo para que juegue Massa.

La lapicera de Máximo: de los 16 diputados que podrían ingresar, diez son de La Cámpora o aliados como Carlos Castagnetto, Zaracho o Juan Marino, tres de Massa, dos de Alberto y uno del PJ territorial

Vale aquello de la doble navaja de Ockham: la explicación más simple parece, ante la duda o las versiones encontradas, la más probable. La vice apostó a “Wado”, se dio cuenta que no alcanza, que ponía en riesgo la provincia de Buenos Aires y dio marcha atrás. El ministro de Economía, un voluntarioso, se montó sobre aquel error no forzado y volvió a subirse al ring. “Sergio agitó a los gobernadores: les metió ficha”, se quejó, el viernes, un operador wadista cuando ya era demasiado tarde: horas antes, Cristina había habilitado la negociación con el presidente para lograr una fórmula de unidad que sacaba al mercedino de la oferta mayor.

Roles y oficios

Sobre el final de las conversaciones, con el pacto escrito, la vice hizo un movimiento en el que reflejó que pondrá el cuerpo para trasmitir que su candidato es Massa. Hizo llamar a Juan Grabois, le explicó los porqués de la postulación del ministro y le dijo: “El candidato es Sergio: vos hacé lo que quieras, pero quiero que sepas que mi candidato es Sergio”. Grabois amenazó, primero con ir por afuera de UP, luego acordó ir con boleta espejo. Replica un escenario que alguna vez, allá por noviembre, contemplaba Massa: él como candidato de todos, y Grabois, en una PASO acotada, para contener votos “de izquierda” que de otro modo podrían migrar al FIT.

Gabrois, que cobra una banca a través de Natalia Zaracho, queda adentro del dispositivo y deberá moverse sin romper las reglas. “Cristina va a jugar, en la PASO va a jugar, va a ayudar a Sergio”, apunta una fuente K que anticipa, como al pasar, que Grabois tiene que entender cuál es su lugar y que este no consiste en hacer daño. “Va a ser más difícil encontrar una boleta de Grabois que la figura de Messi”, tiroteó un operador que conoce la logística electoral.

El posibilismo de Cristina ratifica una lógica: replegarse en la provincia -porque más allá del voluntarismo de Massa la elección nacional pinta mal, muy mal-, y enfocarse en los cargos legislativos para prepararse a resistir en un período de despoder.

La vice tendrá, se anticipa, una intervención quirúrgica y específica. Esa tarea, se anticipa, será mas intensa en la campaña hacia las PASO que camino a la general. Para entonces, se habrá producido el otro hecho que Massa contempla en su multiverso: que UP terminará con más de 30 puntos en las PASO, Massa será el candidato individual con más votos, Bullrich derrotará a Larreta y Milei terminará abajo con menos de 20 puntos. El ministro construye su mundo ideal: él como candidato de un peronismo moderado que, además, aparece como una figura más previsible frente a una Bullrich que, aunque ganó volumen y socios, luce improvisada, con ganas de ser, pero que no termina de generar confianza en el Círculo Rojo.

El tono de la reacción tuiteara de Bullrich ante la postulación de Massa generó algún regodeo en el oficialismo, porque entendieron que reflejó su incomodidad ante un giro en la oferta oficial. Algo así como que Bullrich prefería tener enfrente a “Wado” y Juan Manzur, antes que a Massa-Rossi. Los bullrichistas, que hace unas semanas bromeaban con que el kirchnerismo votaría a Patricia en un balotaje contra Milei, invocan que hay un solo elemento que sirve como sensor de la relación de un candidato con el establishment: son los aportes de campaña y, en ese rubro, la agenda la recaudadora de La Piba está más cargada que hace tres meses.

“Si tenemos una chance, es contra Patricia o contra Milei, pero Milei no llega, as que es contra Patricia”, explican en el entorno de Massa y teorizan que, tras la derrota de Larreta, habrá un voto de centro moderado que no irá a Bullrich, y un segmento que con una buena estrategia, Massa podría interpelar. Es el juego pendular: en un primer tramo, para consolidar el voto K, Massa necesitará de la cercanía, aunque puntual, de Cristina mientras que en la segunda etapa, para tratar de ampliar la captura electoral, el protagonismo de la vice deberá mermar.

La no-campaña

Pero, hasta entonces, Massa deberá lidiar con la tormenta económica. En su equipo dan por hecho que vendrán tiempos de convulsiones y que su condición de ministro-candidato derivará en operaciones financieras, “golpes de mercado” inducidos para aumentar la incertidumbre económica. Mientras, por un lado, deberá lidiar con la frialdad K, por el otro Massa tendrá que tratar de aplacar una economía ardiente. En su entorno hablan de la no-campaña, de plantear el antagonismo de “candidatos diciendo” y funcionarios haciendo. Ese bosquejo, a simple vista inteligente, está sometido a otro factor: que lo que se haga tenga algún resultado.

La lista de unidad y la presencia de una fórmula integrada por los dos principales funcionarios del gobierno -Massa y el jefe de Gabinete Agustín Rossi- sirven para orientar el perfil de la campaña electoral más lógica en un punto: aunque habrá autocrítica, y foco en lo que falta, será distinto al escenario que sugería una campaña de De Pedro con un candidato que cuestionaba las políticas del gobierno que él integra desde el inicio. Ese giro fue festejado por Alberto Fernández, que anticipa que querrá tener un rol en la campaña. “Yo quiero ganar”, avisa y festeja que sean dos ministros de su gabinete los que integren la fórmula de unidad. “¿Son ministros de un gobierno malo pero candidatos buenos?”, le dijo el viernes, tarde, a un colaborador.

Massa, que el lunes tendrá una firma con embajadores europeos para ratificar el acuerdo con el Club de París, termina de ajustar con su equipo, que coordina el catalán Antoni Gutiérrez-Rubí, una dinámica que imite lo que ocurrió con Fernando Henrique Cardoso en Brasil y con Emmanuel Macron en Francia, que fueron ministros de Economía que saltaron a presidente, y, en algún caso, sirven como antecedente para el experimento que pretende Massa: seguir siendo ministro durante la campaña.

Esa condición, sin embargo, es entendida por Massa como un beneficio más que un perjuicio porque en toda instancia de acuerdo y negociación lo hará por sí mismo y para sí mismo. “Con esto, mejora su posición frente al FMI”, mete optimismo un entornista que aunque rehúsa decir que está todo avanzado, entiende que hay el proceso está encaminado y podría cerrarse pronto. Ahí hay un factor numérico importante: no solo cuándo adelante el Fondo, sino cuánto le permita utilizar para intervenir en el mercado. Más simple: el FMI definirá la fortaleza del escudo de Massa para enfrentar eventuales temblores cambiarios.

La verdad primera

Sobre la medianoche del sábado, en el ritual clásico del cierre de listas, UP cristalizó el acuerdo que se cerró a lo largo del viernes, con la intermediación de Juan Manuel Olmos, un triple agente que habla con Cristina, Alberto y Massa, y que deberá seguir activo en ese rol para administrar los vínculos. Lejos de una pacificación, mientras el presidente entendió como una victoria la bajada de “Wado”, Cristina se rehusó a hablar con el presidente. Como trascendió que había existido una comunicación, el sábado activó un operativo para desmentir que eso haya ocurrido.

La parábola de la vice, que empezó con esa postulación lastimada de De Pedro, mezclada con una vice en off de Juan Manzur y terminó en la unidad con Massa-Rossi, tiene un subtexto: Cristina renunció a la pauta que voceaba Máximo de que, “para perder era mejor perder con uno propio”, porque advirtió que el experimento De Pedro-Manzur, con el nivel de resistencia y desamparo que arrancó entre gobernadores e intendentes, incluso en La Cámpora, derramaba negatividad para lo que más le importa: tratar de retener la provincia de Buenos Aires.

El posibilismo de Cristina ratifica, al final, una lógica que está instalada hace tiempo y consiste en la táctica de replegarse en la provincia -porque más allá del voluntarismo de Massa la elección nacional pinta mal, muy mal-, y enfocarse en los cargos legislativos, tanto nacionales como bonaerenses, para prepararse a resistir un período de despoder. La lista de legisladores por la provincia es ilustrativa de eso: “Wado” y Juliana Di Tullio son los dos senadores entrables, y de los 16 diputados que podrían ingresar, diez son de La Cámpora o aliados como Carlos Castagnetto, Zaracho o Juan Marino, tres de Massa, dos de Alberto y uno del PJ territorial. La lapicera de Máximo, que hizo un acting de que no quería encabezar la lista de diputados.

PI