Veinte puntos menos que en 2019. En territorios donde, cuatro años atrás, el peronismo superó el 60%, el 13 de agosto próximo rozará los 40. El pronóstico, que emiten los jefes del PJ, dinamita todas las fantasías en el laboratorio electoral de Unión por la Patria (UP) y la efervescencia que generó la entronización de Sergio Massa como candidato presidencial, nutrida del pavor que despertó el efímero ensamble “Wado” De Pedro-Juan Manzur, empezó a evaporarse. Se agotó la serotonina de la unidad.
Cuando baja la espuma, el rey se ve desnudo. Las proyecciones sobre el 13-A son dramáticas para el oficialismo: en dominios peronistas del conurbano, como Merlo, Lomas de Zamora o La Matanza, UP ronda los 40 puntos, traccionado gracias a una rescatable performance de los intendentes, que empujan hacia arriba a Axel Kicillof y a Massa. El gobernador, más despegado de Casa Rosada y sin un Juan Grabois que le rasguñe votos, está mejor que el ministro-candidato.
La artesanía electoral, en el mundo Massa, se sintetiza en un número. La delgada línea roja para que sobreviva la ilusión de un buen resultado es que el dueto presidencial Massa-Rossi termine, en la medianoche del 13 de agosto, diez puntos arriba de Patricia Bullrich. Es una cuenta arbitraria y algo aleatoria pero es un norte a partir del cual el oficialismo busca instalar pequeñas certezas: un lugar hacia donde ir, un escenario que se considera posible y que depende de factores exógenos.
El +10 de Massa sobre Bullrich dice mucho. Supone, de arranque, que la fórmula principal de UP se encamina a terminar abajo de los 30 puntos. Que las usinas oficialistas lo emitan tiene una lógica: luego del fervor inicial, en el que Massa instaló la idea de competitividad, llegó el momento de bajar la expectativa sobre el resultado de las PASO. ¿Cómo administrar, el día después interno, si Massa cierra el domingo con algo más de 27 puntos, que sería individualmente el peor resultado histórico del peronismo? La cifra no es antojadiza: es lo que miden y proyectan en UP. Replica, en parte, la sumatoria nacional del 2021 aunque -vale la pena aclarar- las legislativas tienen lógicas diferentes a las ejecutivas.
El +10 de Massa
El otro sobreentendido del +10 de Massa sobre Bullrich es que La Piba se encamina a ganar la interna de JxC. Más allá de que en la elucubración del ministro ese es el mejor escenario posible, la realidad parece construir con su propia dinámica ese escenario. La caída de Javier Milei, que se convirtió en blanco móvil de sus antiguos promotores, tiene una derivación automática: el crecimiento de Bullrich. Augusto Rodríguez Larreta, el encargado de mantener activa la tesis Horacio presidente, confesó ante empresarios que no saben cómo intervenir en el expediente Milei.
El algoritmo que marcó la lógica horacista está roto. El jefe de gobierno tuvo que ajustar su campaña cuando apareció Massa en el menú, revisar su táctica de confrontar con Milei y naufraga con una oferta culinaria vegana ante comensales caníbales. Larreta y Massa apuestan a movilizar a lo que, con exceso, un campañólogo larretista llama las “mayorías silenciosas”. El miedo a Bullrich es, para ambos, el condimento central de cualquier escenario de victoria.
En 2015 había conducción política, cuatro veces menos inflación que ahora, poder real, control territorial, dirigentes con rodaje y candidatos con buenos indicadores. Y en la provincia el peronismo perdió con Vidal
La ecuación que hacen los intendentes, oráculos electorales de eficacia variada, es la siguiente: veinte puntos menos en las PASO y se puede crecer entre 8 y 10 puntos para la general para terminar, con mucho esfuerzo, pisando los 50 puntos en el Gran Buenos Aires. Con eso, especulan, si Milei no se derrumba y termina en 10 o 12 puntos, Kicillof tiene chances de retener, aunque sea ajustadamente, la provincia. En la variable puramente bonaerense, UP ve mejor un mano a mano con Néstor Grindetti que con Diego Santilli.
Para arrollar con la dulzura de esos escenarios bondadosos, un campañólogo de UP usa una figura: habla de “milagro electoral”. Sostiene lisa y llanamente que con el escenario actual, la economía en crisis, la conversación girada hacia la derecha, y la multiplicidad de decepciones del peronismo en el poder -entre las que figura la incapacidad para la convivencia interna-, pensar una victoria nacional es apostar a un milagro. “Es casi imposible”, dice y extiende su mancha de realismo venenoso incluso a la gobernación bonaerense.
“En 2015, había conducción política, cuatro veces menos inflación que ahora, poder real, control territorial, dirigentes con rodaje y candidatos con buenos indicadores. Y en la provincia el peronismo perdió con Vidal”, dice la fuente y no es posible insertar un audio sobre el modo en que menciona a Vidal porque grafica lo increíble de aquello y, por derivación, la magnitud de la pendiente empinada que tiene por delante el oficialismo en términos electorales cuando casi nada de aquello existe en el aquí y ahora peronista.
Faltazos
La referencia es relevante porque en 2015, sobre todo en las PASO, el Frente para la Victoria -luego FdT, ahora UP- padeció el fenómeno del alto ausentismo, aunque no tan intenso como en 2021 cuando se dio una particularidad: históricamente, según los analistas del PJ, el nivel de concurrencia electoral fue similar entre los sectores medios y los bajos, algo que varió en las últimas legislativas cuando, sobre todo en la primaria, la concurrencia de las barriadas fue menor a la de los centros urbanos.
El comando de campaña de Kicillof le pone cifras a ese temor. Ignacio Ramírez, el campañólogo que escolta al gobernador, hizo una presentación ante los intendentes sobre ese escenario: advirtió que la expectativa de concurrencia a votar es baja, de solo 65%, y que hay un factor que denominó de “abatimiento” que se registra en lo que, históricamente, se consideró el voto filo peronista. Los que ya no fueron en 2021 y los que, si todo sigue así, podrían no ir en 2023.
Ramírez abrumó al cacicazgo bonaerense con un puñado de datos: los más reacios a ir a votar en las PASO son los jóvenes y los sectores bajos, y comparado con los que votaron antes, irían más a votar los que lo hicieron por JxC que los que lo hicieron por el FdT. Una triple Nelson del desgano en el universo de votantes que, se interpreta, debería ser más proclive a votar a los candidatos del oficialismo. En términos generales, que el 65% diga que tiene decidido que irá a votar, constituye una alerta porque depende de factores muchas veces inasibles. En Córdoba, votó el 68%, casi 5 puntos menos que en 2019. En Tucumán, en cambio, votó el 82, casi lo mismo que hace cuatro años. Por cercanía y algunas empatías hay que ver qué pasa el domingo en Santa Fe donde hay primarias en las dos grandes coaliciones y el tono de la campaña, especialmente entre Carolina Losada y Maximiliano Pullaro, le pone condimentos que la hacen una elección que debería generar alta participación.
El factor ausentismo presenta una peculiaridad. Antes que salir a buscar votos afuera, algo que se supone está detrás de la lógica de bendecir a Massa como candidato, el peronismo primero tiene que consolidar a sus propios votantes. No al electorado K para el cual Cristina Kirchner -como si fuese un demiurgo electoral- les sirvió a Juan Grabois, que en está a 1 a 4 respecto a Massa en el conurbano, sino a un votante clásicamente peronista. En 2021, según recuerda un alcalde, el temor apuntaba a que haya un mega despliegue de estructura el día de la elección para trasladar a los votantes para que, al final, los voten en contra. No ocurrió: entre la PASO y la general, el peronismo empató la elección en la provincia.
La única variable que encuentra los estrategas del oficialismo es advertir sobre el riesgo Bullrich, una especie de campaña del miedo versión 2023, aquella que no le alcanzó a Scioli en el balotaje del 2015. La advertencia interna es que no se trata de movilización en el sentido clásico de aparato electoral sino de proceso previo, de cercanía. “Son sectores que sienten que la elección no le cambia nada: tenemos que ir a decirles que aunque estamos mal con Bullrich ellos van a estar peor”, apunta un dirigente y advierte, de inmediato, que no tiene certeza de que eso funcione.
Ese antídoto se sugiere en el slogan de UP que experimenta un cambio de pronombres. Antes, en el tramo final de Cristina, la patria era “el otro”, ahora “la patria sos vos” y las urgencias propias la prioridad. La interpelación que antes era sobre un tercero cambio de sujeto.
Tiempos
Otra variable de la ecuación es Milei y la urgencia peronista de que no siga a la baja. El libertario, además de sus propias debilidades, paga el costo de su silvestrismo: las denuncias sobre aportes para integrar las listas, una práctica más o menos usual aunque no tan brutal, explicitan la falta de sistema político en torno al candidato porque en todos los cierres de listas hay heridos pero la mecánica habitual es que los que quedan afuera se sientan, con promesa sobre el próximo cierre o de otras maneras más palpables, que siguen adentro. Milei, que ingresó en la fase conspiraónica, hace decir a su entorno que detrás de la denuncia de Juan Carlos Blumberg estuvo la mano de Mauricio Macri que, completa la versión, es el modo más eficaz del expresidente de ayudar a Patricia Bullrich.
Entre la deriva de Larreta y la caída de Mieli, Bullrich suma puntos. El repunte, luego de meses de estancamiento, lo refleja un sondeo que leen en Unión por la Patria y muestra que la elección de gobernador bonaerense está, a 40 días de las PASO, en un empate técnico. “Son dos elecciones distintas”, espanta fantasmas un intendente que sostiene que post PASO, con la interna tremenda de JxC, habrá migración de votos y se volverá a replantear el escenario.
Un gobernador, que celebró la designación de Massa con Rossi como número dos, usa una metáfora futbolera. Habla de un partido largo donde hay que administrar las fuerzas, los 90 minutos son la PASO donde hay que llegar con resto porque inevitablemente habrá alargue. Quizá, y ahí ya es otro deporte, penales en el balotaje. “La gente está podrida: no podemos mover todo para las PASO”, apunta y mete el dedo en la llaga porque en la mesa chica de UP hay una lectura donde la suerte electoral del oficialismo se juega, simbólicamente, en las primarias.
Los gobernadores, que desfilaron por el CFI donde se ejecutó el movimiento que buscar cerrar el duelo camporista por la bajada de Wado, dan una advertencia puntual: Massa debe, como ministro, dar señales de expectativas económicas a los sectores medios. No hay otro truco.
“Si no hacemos una PASO buena, se terminó”, afirma un funcionario y sostiene que el problema del peronismo es que no tiene, a diferencia de la oposición, canteras donde ir a buscar votos extra en la general. El escenario temido es que una primaria floja, en la que Massa y Grabois sumados no superen los 30 puntos, le de la oportunidad a JxC de tratar de ganar en primera vuelta. “Si después de las PASO, esa chance se ve posible, para ellos va a ser más fácil alinearse aunque la campaña haya sido una carnicería”, apunta el funcionario.
PI
Se enmendó dato sobre concurrencia electoral en Córdoba: fue de 68% en 2023.