El Pinocho y El Standapero: sin argumentos nuevos para acorralar a la bestia

13 de noviembre de 2023 01:02 h

0

Quien hubiese pensado, apenas unos meses atrás, que Carlos Maslatón estaría sentado en una butaca que llevó pegado un cartel con esta leyenda: “Zona Massa”. Quien hubiese apostado hace no tanto que uno de los fundadores de La Libertad Avanza estaría vitoreando el nombre del contrincante: “Presidente, Massa presidente”. Fue hacia el final del tercer y último debate presidencial de una campaña que se hizo demasiado larga. Pero ahí estaba Maslatón, en el pasillo de la cuarta fila. Un VIP. Las melodías eran las mismas y se encimaban. No hubo saludo final entre los candidatos. Javier Milei salió disparado hacia la derecha del escenario. Sergio Massa le tiraba besos a su esposa, Malena Galmarini.

Javier Milei superó la prueba que impone esta última semana antes de la contienda final, en la que los especialistas en campañas pretenden revelar el secreto de algo que no puede ser revelado, o sea-digamos, el futuro. Pero igual afirman, insisten los expertos, que “llega a la presidencia el que no cometa errores”. Javier Milei superó entonces la prueba que en este punto -crucial- consiste en el desafío de dejar de ser él mismo. Se exaltó apenas, insultó poco. Parecía embalsamado. Desde el Pacto de Acassuso, aquella velada en la que Mauricio Macri organizó una “cena sorpresa” en la que se sellaría un apoyo, Milei se viste con ropas prestadas: el de “moderado”. Saudades de Milei. Ya no hay gritos desde la glotis. Se ha ido ese varón que fruncía el ceño y mostraba los dientes.

Apareció apenas. Milei pegó unos alaridos y volvió a calmarse. Fue a los diez minutos del arranque, en el bloque dedicado a la Economía. “No seas mentiroso”, escupió desde su atril. Massa, tiburón tranquilo aun en aguas frías, lo atajó: “No te pongas agresivo”. Fue el momento en el que ambos determinarían el tono de la esgrima.

El candidato libertario cangrejeó en Educación, por ejemplo. Trocó la palabra vouchers por una descripción de un ministerio nuevo, el de Capital Humano, el enigma de su plan de Gobierno. Y un área verdaderamente sensible para la ciudadanía dado que agruparía Niñez y Familia, Salud, Educación y Trabajo. Massa lo metió en la jaula con una pregunta simple: “¿Vas a arancelar la educación, sí o no?”. Más: ¿Vas a mantener relaciones comerciales con China, sí o no? Más: “¿A cuál le creemos, al Milei que hablaba con Feinmann o a este Milei?”. Sergio Massa lo acorraló con preguntas que solo aceptan dos respuestas: sí o no. Al final, Milei terminó dando más explicaciones que el mismísimo ministro de Economía.

El libertario se hubiese lucido en el bloque dedicado a la Seguridad, dado que su compañera de fórmula es especialista en la materia. Sin embargo hizo agua, tiró manotazos, se ahogó. Le regaló, incluso, tiempo a su contrincante. Victoria Villarruel, sentada en la platea al lado de Karina, El Jefe, bajó la vista y entrelazó las manos sobre el regazo. Vio todo su discurso de mano dura devaluado en un debate televisado que se vivió como la batalla final. Hubo picos de 50 puntos de rating.

Algo sobre Villarruel. En cada corte, tres en total, saltó de su asiento y corrió detrás de El Jefe para asistir al candidato. Una servidora. Algo más sobre Villarruel: en el último debate de vices, el miércoles, nunca nombró a su compañero de fórmula. Lo reemplazó por un “nosotros” lavado, colectivo. Milei insiste en que son “la fórmula ideal”. ¿Qué pensará Villarruel?

Massa nos mandó a googlear (los medios de comunicación ya no son referencia; perdimos, compañeros) para chequear que, efectivamente, Milei había dicho lo que ahora decía que no iba a hacer. Esa era su estrategia: exponerlo. Así, Milei quedó colocado en su propia memoria y en un archivo de redes. Lo apretó: “¿Por qué no te renovaron la pasantía en el Banco Central?”. Lo apuró: “Vos le fuiste a pedir ayuda a Macri”. Lo invitó: “Hagamos el psicotécnico”.

Massa arrancó a militar en la Ucedé a los 17: hace 34 años. No sólo es un sólido orador, es canchero. La biografía política de Milei, en cambio, es demasiado breve para desmarcarse en términos de performance. Massa ocupó sus últimos dos minutos en explicarle a la audiencia por qué quiere ser presidente. Milei, que tuvo el mismo tiempo y fue el dueño del remate, nunca ofreció motivos.

La epístola de Santiago dice que existe algo que ningún hombre ha podido domar y eso es la lengua, una animal turbulento. Hemos visto a dos varones manipular el lenguaje, un verdadero arte cuando ya no hay tiempo ni palabras. Todo los que oímos en este último cruce ya lo hemos escuchado. El lunes próximo, en siete días, sabremos quién gobernará nuestro país los próximos cuatro años.

VDM/MG