Alberto Fernández iniciará este domingo una gira por Europa. Serán cinco destinos en cinco días, con la renegociación de deuda con el FMI y el Club de París como temas excluyentes. Además, tratará de consolidar un perfil político: el de ser un interlocutor preferencial en la relación entre América Latina y la Unión Europea.
Es un formato en el que se siente cómodo y donde ha tenido, quizá más que en todos los otros segmentos de su gestión, las mejores cosechas. Un poco por destreza y otro poco por interés propio. Alguna vez, según contó, pidió ser embajador en Madrid, aunque luego terminó en la cima de la boleta del Frente de Todos (FdT). Más de una década atrás, antes de dejar el gobierno de Cristina Kirchner, fantaseó con ser canciller. No fue ni una cosa ni la otra.
La versión internacionalista se nutre, en paralelo, de la comparación. Centrista y moderado, Fernández se mueve en una región convulsionada. Un Jair Bolsonaro que, a pesar de la moderación que vino después de la derrota de Donald Trump, genera dudas en Europa, a lo que se suman las crisis políticas de Chile, Perú y Ecuador y el encierro autoimpuesto por Andrés Manuel López Obrador en México. En ese contexto, el presidente argentino busca ser un portavoz adecuado, preferencial, para Europa.
Tuvo, de hecho, múltiples bilaterales con mandatarios europeos en el año largo que lleva de presidente. Viajó luego de ganar las PASO y volvió a hacerlo, con una agenda parecida a la de esta gira, a poco de asumir. Repite el ritual que hace 10 días estaba en duda por la pandemia. Pero, sobre la hora, amplió: sumó en el itinerario Lisboa y Madrid en una recorrida express que tenía como destinos originales París, Roma y el Vaticano.
Entre el Papa y Venezuela
Fernández sale a la búsqueda de guiños y respaldos para la renegociación de la deuda con el FMI y, en lo más urgente para una reprogramación de un pago de U$S 2.400 millones con el Club de París que debe cubrir a mitad de año. Martín Guzmán, que anduvo por Europa algunas semanas atrás, ya exploró ese asunto y la presencia de Fernández se justifica como coronación de una gestión que, se supone, será exitosa.
Pero hay dos asuntos, adicionales, puramente políticos, que están en la agenda íntima de Fernández. Uno es el reencuentro oficial con el Papa Francisco, con quien nunca perdió diálogo a pesar de las tensiones que generó el impulso del presidente a la ley para legalizar el aborto. En Olivos se dijo, siempre, que había una especie de acuerdo implícito de que Fernández le anticipó, antes de asumir, que empujaría el proyecto verde y que por tanto no hay motivos de reproche.
El otro expediente, inquietante en el mercado criollo pero necesario en el frente externo, es la cuestión Venezuela. Fernández abandonó el Grupo de Lima y reformó su protagonismo en el grupo de Contacto, movimiento que gestionó Felipe Solá y que parece dar frutos: por el principio de acuerdo entre Nicolás Maduro y Henrique Capriles para que la oposición sume representantes a Consejo Nacional Electoral (CNE), movimiento que propició el Grupo de Contacto y celebró EEUU cuando, en un giro novedoso, habló de proceso democrático.
Fernández es visto en Europa como el presidente de América Latina que puede hablar con Maduro y, de ser necesario, iniciar un proceso de contención. Será uno de los temas en Lisboa, en este período que Portugal tiene la presidencia pro témpore del Consejo de la Unión Europea. Antonio Costa, primer ministro portugués que recibirá a Fernández el lunes, está al frente de esa organismo hasta junio.
Fernández partió este sábado a las 22:05 desde el aeropuerto de Ezeiza 1 con Guzmán, Solá y el secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Beliz, además del secretario General de la Presidencia Julio Vitobello y el secretario de Comunicación Juan Pablo Biondi.
La gira comenzará en Lisboa, seguirá con Madrid, luego París y Roma. El retorno está previsto para el viernes.
PI