La era Massa

Lo que espera Cristina, el sacrificio de Alberto y los tropiezos de Massa

7 de agosto de 2022 00:01 h

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- El mejor final posible para Alberto es ponerle la banda a otro peronista.

La frase la pronunció un dirigente que accede sin invitación a Olivos y la escuchó un confidente de Alberto Fernández. Sintetiza la espuma y el pánico del momento político que inauguró la entronización de Sergio Massa como ministro de Economía. La ilusión de poder revertir una tendencia negativa, incluso fantasear con la continuidad del panperonismo en el poder post 2023, pero en simultáneo grafica la fragilidad de la solución Massa.

En 48 horas como ministro asumido, Massa exhibió dos fragilidades enlazadas. Al convocar a economistas y dirigentes, algunos de diálogo diario, a sumarse a su staff se topó con muchos -incluso demasiados- “no”. Eso hirió su ropaje de salvador y, sobre todo, la impronta de ministro resolutivo y con decisión. La indefinición en el área de Energía, capítulo que puso a prueba el sistema de triple validación del FdT, agudiza ese rasgo, profundiza esa herida.

Massa puso un deadline: el jueves. Energía anunciará la ejecución de la segmentación, día para el que deberá estar resuelto quien estará al frente de la secretaria, donde se registró un desencuentro sobre el nombre: parecía todo allanado para que asuma Federico Bernal pero apareció una objeción, menos personal que política, de Fernández que quiere demostrar incidencia en un área especialmente sensible del dispositivo de gobierno.

Dos damas le dijeron no a Massa: una porque no detectó un plan para hacer lo que cree que se debe hacer, desdoblar o devaluar, para resolver la brecha; la otra porque entrevió una maniobra para desdoblar o devaluar, algo que no está de acuerdo en hacer.

“A Alberto no le importa que digan que Sergio se mueve como presidente. Es parte de su sacrificio: hizo todo para que el FdT no se rompa y gracias a eso, tenemos esta oportunidad”, apunta un entornista del presidente. En otro despacho, cercano, usan una figura similar. “Es la fiesta de Sergio y está bien: todos vamos a aplaudir. Lo importante es que se ordenó la política. Sin eso, no se puede acomodar la economía”.

Hay que detenerse en la designación de Juan Manuel Olmos como vice de Manzur. Olmos llega a esa butaca para hacer un seguimiento ministerio por ministerio, para “reforzar la gestión”, pero además como parte de una cofradía, que opera con sigilo para que evitar ruidos y recelos entre Alberto, Massa y el jefe de Gabinete. El jueves, tras participar en la jura de Olmos en la planta baja de Casa Rosada, Eduardo “Wado” De Pedro y Julio Vitobello se fueron juntos hasta el despacho del ministerio del Interior, donde tuvieron una reunión extensa. En el último tiempo, el diálogo entre Fernández y “Wado” volvió a interrumpirse.

El capítulo Energía es más pernicioso, como señal, que el expediente Gabriel Rubinstein, el viceministro que Massa convocó para seducir al mercado y desconvocó para no incomodar a Cristina Kirchner. El dato más relevante sobre Rubinstein, que alguna vez integró la consultora de Miguel Broda y fue una pieza no central en el dispositivo de Roberto Lavagna en 2005 -era delegado, un oidor con voz pero sin voto en el directorio del BCRA-, es que fue la cuarta o quinta opción del tigrense. “Si vamos a traer un ortodoxo, traigamos uno de primera A”, apuntó un funcionario el viernes a media tarde cuando Rubinstein era, aunque nunca oficializado, viceministro y había empezado el festival de revisión del time line de su Twitter. Luego apareció de otro asunto: se está mudando con su familia al interior y, según se explicó, no sabía si estaba dispuesto a la trituradora que significa ser viceministro en medio de una crisis monumental.

Massa parece olvidar el clima hostil que rodea la política y que tiene 60% de imagen negativa. Que debería, por eso, anular su chip de político-candidato para moverse como un ministro de Economía; que más que fotos y sonrisas debe mostrar resultados

Hay un rasgo más intrincado y profundo sobre los claroscuros de Massa. Lo ilustra lo que ocurrió con dos damas, Marina Dal Pogetto, y Silvina Batakis, sondeadas para sumarse al staff de Economía y que por razones diferentes, incluso antagónicas, dijeron que no: una porque no detectó un plan para hacer lo que cree que se debe hacer para resolver, vía desdoblamiento o devaluación, la brecha cambiaria; la otra porque entrevió una maniobra para desdoblar o devaluar, algo que no está de acuerdo en hacer.

Errores no forzados

El viernes por la noche, Massa hizo un primer balance sobre sus 48 horas como ministro designado y concluyó que, como indica el manual de la supervivencia, lo primero es no cometer errores no forzados. Lo fue lo de Rubinstein pero lo fue, sobre todo, lo que ocurrió en Cañada de Gómez, un episodio que atribuyen a una movida orquestada similar al ataque a su auto el día de la jura o a escraches y agresiones a dirigentes y periodistas. Señalan a un sector del PRO pero hacen una autocrítica: “Sabemos que eso existe, hay que ser más cuidadosos”. En la previa, Massa no contemplaba participar de esa actividad, pero lo invitó el ministro de Transporte, Alexis Guerrera, y aceptó casi sobre la hora. Luego pasó lo que pasó.

Massa parece olvidar, por momentos, el clima hostil que rodea la política y que es portador, como los demás dirigentes del FdT, de un 60% de imagen negativa. En su entorno invocan un estudio de Zuban-Córdoba que refleja que, a pesar de ese indicador, las medidas que anunció tienen un alto nivel de respaldo. Traducción: debe anular su chip de político-candidato -ese que lo llevó a exponerse en Cañada de Gómez- para moverse como un ministro de Economía que más que fotos y sonrisas debe mostrar resultados.

“Tiene que hacer dos, tres o cuatro cosas por día. Si dos son para un lado y dos para el otro mejor. Tiene que hacer. Que cuando están reaccionando a una medida, ya venga otra”, apuntan desde el entorno de Cristina Kirchner y recuerdan que el apoyo de la vice sobre Massa fue, justamente, para que saque al gobierno de la parálisis. “Este momento necesita un hacedor, no un decidor: que haga, y que haga rápido, no hay mucho tiempo”, agrega la fuente que afirma, sin margen de error, que todos y cada uno de los anuncios que hizo el ministro, tiene el OK de Cristina. En el planeta K hay quienes quieren ver en Massa indicios de una actitud proactiva, una emulación de Néstor Kirchner

El sábado, luego de una serie de reuniones en sus oficinas de avenida de Libertador, Massa buscó mostrar ese perfil: reflejó que parte de sus anuncios del jueves ya se ejecutaron o están en proceso. Retomó, luego del ruido en torno a la designación, nunca oficializada, de Rubinstein, la mecánica de anunciar su agenda vía Twitter.

Síndrome

El respaldo del cristinismo a la segmentación que anunció Massa, mucho más dura que el de Martín Guzmán -el número de usurios que pierden el subsidio pasa de 1,5 a 4 millones- sirve como pista de que la vice conoce y validó el decálogo de medidas. Fue, al menos en parte, la destreza de Massa: el 3 de julio, cuando Fernández le ofreció el ministerio, horas después de la renuncia de Guzmán, el tigrense llamó por teléfono de manera insistente a la vice para que le dé el OK para aceptar el cargo. No logró que lo atendiera

Entre un día y otro, además del abismo político y una corrida que no se sabía si tenía techo, Massa conversó largo y en detalle con la vice para ajustar cada renglón de su paquete anticrisis. En el entorno de Cristina usan una figura gráfica, dicen que el plan “está tallado” lo que supone que en la medida que Massa lo respete, Cristina mantendrá su acompañamiento.

Es, en parte, para silenciar los malos augurios y las especulaciones de que la vice hizo con Massa un doble movimiento: lo sacó de la línea de sucesión y lo dejó al frente de un plan de emergencia en una situación de alta fragilidad. Se cita eso que en el albertismo llaman “síndrome del teléfono mudo”, que Guzmán sintió una semana antes del acuerdo con el FMI, cuando de un día para el otro, la vice dejó de responderle los mensajes.

No es un pánico novedoso. En 2021, Máximo Kirchner se reunió con Santiago Cafiero y le propuso que encabece la lista de diputados nacionales, escoltado por Malena Galmarini, el axelista Carlos “Carli” Bianco y la camporista Luana Volnovich. “Te dejo la jefatura del bloque”; le prometió. En una atmósfera de sospechadores seriales, la propuesta no avanzó: en Rosada lo leyeron como una movida para sacar a Cafiero de la jefatura y sentar en ese lugar a Massa, a quien a su vez corrían de Diputados.

Massa descree de esas conspiraciones y asegura que su mayor capital es, aquí y ahora, que está alineada -a pesar de algún ruido- la política interna del FdT. Y que eso le permitió, por caso, usufructuar sus relaciones preexistentes en el exterior, como su conversación con Mauricio Claver-Carone, e iniciar gestiones con el FMI para avanzar con algún tipo de revisión de las pautas del acuerdo con el fondo, eso que Guzmán llamó recalibrar.

PI