“Nunca esta sensación de que no sabés qué se debe hacer”. Eran las once de la noche y en la esquina de Juncal y Uruguay el silencio comenzaba a romperse. Hacía casi dos horas que un hombre había apuntado y gatillado un arma a la cabeza de Cristina Fernández de Kirchner. En las redes sociales la lógica de la grieta funcionaba, en la calle el silencio impresionaba.
Había militantes y vecinos que se habían acercado ante la noticia del atentado contra la dos veces presidenta argentina.
La Policía Federal ya había instalado dos carpas para trabajar. Nadie sabía que Fernando André Sabag Montiel, el atacante, aún estaba ahí. La militancia de La Cámpora había armado un cordón a mitad de Juncal hacia la esquina de Paraná. Sobre la otra esquina comenzaban a llegar dirigentes kirchneristas y más militancia que comenzaban a ocupar la esquina en la que se habían instalados los medios de prensa.
Teresa de Capital, con barbijo recordaba cómo había sido el ataque. “Repudiamos tajantemente el atentado. Como siempre venimos a agradecerla a nuestra líder. Justo vino para acá y ella se agachó”. Policías revisaban los autos estacionados en las cuadras que rodeaban a la casa de la vicepresidenta.
A las 23.30 se escuchó el primer “Cristina corazón, acá tenés los pibes….”. Al rato sonó la Marcha peronista. Desde los celulares se siguió la cadena nacional del presidente Alberto Fernández. Diez minutos antes, algunos dirigentes hablaban de una gran marcha de repudio con partidos políticos y organizaciones sociales. El presidente Fernández anunciaba el feriado nacional. La esquina comenzó a tener un sonido diferente. “Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”.
Juan Martín Mena, el viceministro de Justicia, había sido el primero de los funcionarios nacionales que se vio. A medianoche había entrado a ver a Cristina Fernández, Horacio Pietragalla, secretario de Derechos Humanos. “Una imagen, una pistola a 10 centimetros de la cabeza que no sale. El escalofrío de que hubiera pasado en el país si esto hubiera salido”. dijo Daniel Gollán, diputado nacional (PJ). Estaba juntos a la diputada Victoria Tolosa Paz. También se vio a los senadores Anabel Fernández Sagast Sagasti y Mariano Recalde.
A la una de la mañana, una columna de militantes de La Matanza irrumpió por Juncal desde la 9 de Julio. Desde el edificio en diagonal al domicilio de CFK cayó un huevo. La esquina por donde desde hace días pasa la política argentina volvió a algo de su normalidad. Los cantos de apoyo a la vicepresidenta se hicieron más fuerte. “En otros días esto era una fiesta”, decía Claudia de Lomas. Un politólogo recordaba el magnicidio del candidato a Luis Donaldo Colosio, candidato a presidente de México en 1994. Esta vez, una bala no salió.
SH/LM