Con el faltazo de La Cámpora, el Evita copó el acto de apoyo al Presidente

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La avenida de Mayo se convirtió en una alfombra roja para la marcha del Movimiento Evita, la “orga” preferida y base de sustentación callejera del Presidente. Ocurrió a las 11.45 de este martes 1º de marzo. Minutos antes, el auto de Alberto Fernández había recorrido ese trecho, desde La Casa Rosada rumbo al Congreso. Hasta ese momento, la policía mantenía la avenida estrictamente vallada. Nadie la podía transitar, entre la 9 de Julio y Callao. Pero una vez que pasó Fernández, los militantes del Evita disuadieron a los agentes federales. Lo hicieron en base al lenguaje de los empujones, del “dale dale” y de la inercia imparable que genera una marea popular con una causa. Cuando la policía dejó de resistir, la histórica avenida de Mayo se volvió un carril exclusivo para los agrupados en ese movimiento social. 

“¿Y ahora qué hacemos?”, le preguntó un referente del Evita a su compañero. La consulta encerraba cierto asombro por haber alterado el ordenamiento de la circulación dispuesto por la organización del acto. Ambos, de unos 30 años, iban lookeados con remera negra y gorra identificatoria. Los dos pertenecen a una segunda línea del colectivo. “Vamos hasta Callao, nos quedamos ahí y escuchamos el discurso. Si acá no hay nadie más, somos la única fuerza”, se jactó el mini-jefe territorial. Y así lo hicieron. 

La afirmación resultó más descriptiva que pedante. Con Máximo Kirchner y La Cámpora ausentes, el Evita fue por lejos la organización más convocante en la manifestación de apoyo al presidente. La “orga” albertista cuenta con dos directores: Emilio Pérsico, secretario de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social, y Fernando “Chino” Navarro, secretario de Relaciones Parlamentarias, Institucionales y con la Sociedad Civil de la Jefatura de Gabinete.

El resto de las agrupaciones presentes en las afueras del Congreso, tanto políticas, como sociales y sindicales, aportó pelotones aislados y menos nutridos. Los más visibles fueron los del Movimiento de Unidad Popular (MUP); un grupo de los metalúrgicos de la UOM; los trabajadores de UTEDYC; los sanitarios conducidos por José Luis Lingeri; Somos Barrios de Pie, coordinado por el funcionario Daniel “Chucky” Menéndez; un sector apadrinado por el ministro de Obras Públicas Gabriel Katopodis, y otro matancero liderado por Fernando Espinoza. 

La CTA optó por faltar, en un posible anticipo de cómo votarán el acuerdo con el FMI los dos diputados de esa central sindical. ¿Quiénes? Hugo Yasky y el cordobés Pablo Carro. Si bien van a esperar por el Plenario Nacional de la CTA, ambos dirigentes con banca en Diputados se muestran reacios a acompañar el proyecto de arreglo con el Fondo Monetario Internacional. De la CGT y el PJ bonaerense, algunas tribus sueltas.

La clase media “progre”, un bastión de apoyo muy activo y visible durante el ciclo kirchnerista, tampoco estuvo en la Plaza del Congreso. Luis y su hija Mora, de 13 años, representan una excepción sociológica a esa tendencia. “Vengo siempre desde la época de Cristina. Al menos hoy hay más gente que el año pasado”, se conforma Luis. Mora trajo una remera blanca con Cristina Kirchner estampada. Ante la consulta sobre si prefiere a Alberto o a Cristina, la adolescente responde con humor: “Quiero a mamá y también a papá”.

Daniela González, de 50 años, con calza gris y remera celeste del Evita, llegó al Congreso desde General Rodríguez. Ella y sus compañeros vinieron en cuatro micros “repletos”, según saca chapa. Daniela administra uno de los 14 merenderos y comedores que regentea su agrupación en Rodríguez, municipio ubicado al oeste del conurbano. “Le damos asistencia a unas 400 personas”, calcula.

Sobre el repunte de la economía y la industria, la militante del Movimiento Evita se muestra escéptica. “La verdad es que no se siente. Desde Macri y la pandemia sigue todo terrible, hay demasiada necesidad”, se lamenta. Pese a eso, Daniela González confía en Alberto Fernández. ¿Y en Cristina? “También en Cristina”, afirma ella. La puja ideológica y palaciega entre el Presidente y el cristinismo no encuentra un eco perfecto por abajo, en la base social de un Frente de Todos en carne viva. 

Guillermo Salas viajó desde La Matanza. Tiene 52 años, integra una cooperativa y cobra 16.500 pesos del programa Potenciar Trabajo. A cambio hace tareas de limpieza en una escuela matancera. Guillermo alquila un departamento y la plata no le alcanza. Gracias a un flujo irregular de changas, llega a fin de mes con lo justo. Militante de Barrios de Pie, Guillermo admite que hay pica entre La Cámpora y el Evita. 

Dentro de unos minutos, Alberto Fernández hará una promesa dedicada indirectamente a Guillermo. Tanto a él, como a miles de sus compañeros presentes en el acto. “Es hora de que los argentinos y argentinas que puedan hacerlo, vuelvan paulatinamente al empleo formal y puedan ir prescindiendo de los planes sociales”, plantea Fernández, con una enorme dosis de voluntarismo. Más de un millón de personas cobran los 16.500 pesos del Potenciar Trabajo.

Unas 50 mil personas rodearon el Congreso. Y ahí se mantuvieron, durante la hora y media de speech presidencial. Máximo Kirchner decidió no escucharlo desde el hemiciclo. Y la organización conducida por el diputado, en espejo, tampoco se movilizó al acto de apertura de sesiones ordinarias. El faltazo resultó especialmente notorio en la Plaza del Congreso. Frente a esa ausencia, la tribu liderada por Pérsico y Navarro copó la marcha de respaldo al Frente de (casi) Todos.

AF