Aunque fue pensada como una fiesta, con una multitud otra vez en la calle y la iconografía de la patria grande, la escena de Plaza de Mayo proyectó en loop el drama en el que sigue inserto el tercer kirchnerismo. Una vez más, Cristina Fernández se remontó a los inicios del ciclo que arrancó en 2003 y exhibió su orgullo por los hitos de un mundo perdido. Reivindicó la extraña épica de pagarle cash al Fondo Monetario “el mismo día” que Lula, como punto de partida de un proceso que le permitió a Néstor Kirchner recuperar autonomía e iniciar un largo período de crecimiento que terminó con el Salario Mínimo Vital y Móvil en dólares más alto de América Latina.
Una vida después, la presencia del líder del PT, de José Mujica y de Alberto Fernández en el escenario remitían también a ese pasado que parece haber quedado atrás para siempre, cuando los líderes del populismo en el subcontinente se reunieron en Buenos Aires para asistir a la fiesta del Bicentenario y millones de personas celebraban el boom del consumo apalancado sobre los precios de los commodities. Cristina lo dijo: fue un momento “único” y, todo indica, irrepetible.
Hoy la realidad es antagónica: medido al dólar oficial, el salario está entre los más bajos de la región, la plata no alcanza, la pobreza afecta al 43,8% según la UCA y la escasez gobierna al peronismo unido. A dos años de la asunción del Presidente, el kirchnerismo sigue atrapado en una disyuntiva de la que no logra salir. Quiere volver a pagar la deuda a tono con su propia tradición y pretende que no le dicten el programa desde Washington, pero no encuentra la forma de hacerlo y, por lo que se advierte, no tiene margen para tensar más de la cuenta. La movilización de los sectores que respaldan al gobierno puede fortalecer a Fernández en la negociación siempre y cuando responda a una orientación clara. De lo contrario, redundará en frustración.
Si como dijo la vicepresidenta “el Fondo insiste con modelos y con políticas que no dieron resultado” y los “programas de hambre y políticas de ajuste siempre colapsan”, el cristinismo responde en forma similar y repite las consignas del pasado aun cuando sabe que no aplican a este presente. Por eso, Cristina advierte que “nos van a venir a controlar las cuentas” y sugiere lo que supone un “punto de negociación” con el acreedor privilegiado de la Argentina para pagar la deuda con los dólares de los que fugaron bajo el interinato de Mauricio Macri.
A ese museo del populismo exitoso que CFK visita en forma recurrente y en busca de inspiración, el Fondo le responde con planillas que condicionan toda la política del gobierno. En apenas unos días, Martín Guzmán volverá a pagar en forma religiosa el nuevo vencimiento por 1900 millones de dólares con el organismo y el Presupuesto que el ministro presentará mañana en el Congreso puede quedar reducido a papel picado si Washington no aprueba sus números. Macri trajo al organismo de regreso y lo revalidó como actor permanente de la política por un plazo que no tiene fecha de vencimiento.
Acaba de quedar claro con el comunicado que difundió el organismo después del viaje de la comitiva argentina a Washington. “Se necesitan más discusiones”. Traducido: el acuerdo se demora más de lo previsto. Los técnicos que actúan en nombre de la ortodoxia rescatan el rebound de la economía argentina después del derrumbe de la actividad en 2020 pero reclaman la reducción gradual del déficit fiscal, en un giro elíptico que alude a la velocidad del ajuste que viene. Quieren que el gobierno aumente las reservas y destacan el aumento de las exportaciones que, sin embargo, no evitó que el excepcional superávit comercial que tuvo la Argentina de la pandemia en los últimos dos años se esfumara en su mayor parte. Por último, apuntan a la inflación que no cede y tiene por delante aumentos de corto plazo en las tarifas, las prepagas, el monotributo y los peajes. La receta es una tasa de interés real positiva, un frente que tiene como contrapartida el incremento de la bola de nieve de las Leliq y los pases pasivos.
De acuerdo a un informe reciente de la consultora PxQ, la tasa de interés viene rezagada en relación a una inflación que acelera y a un dólar oficial que Miguel Pesce decidió soltar. Pero el equipo económico defiende las tasas bajas y advierte que una suba vendría acompañada por un incremento de los intereses que el Banco Central le paga a los bancos por los pasivos remunerados generando un mayor déficit cuasifiscal.
Pese a la famosa promesa de Fernández en su tiempo de candidato, en lo que va del año el stock de Leliq y pases aumentó en 1,4 billones de pesos. Aun cuando viene de caer por primera vez en cinco meses, en octubre se pagaron en concepto de intereses a los bancos 130 mil millones de pesos y en noviembre 143 mil millones de pesos. El economista Horacio Rovelli, uno de los críticos más duros de la gestión económica, cuestiona esa transferencia de fondos y la contrasta con los 90 mil millones de pesos que hubiera demandado reeditar el IFE, la medida que el gobierno descartó de plano en un año marcado por la pandemia.
Así como la épica de los años nestoristas queda desautorizada por el presente de endeudamiento y asfixia, la fiesta de la democracia en el Día Internacional de los Derechos Humanos contrastó con el luto por el crimen de Luciano Olivera, de 16 años, en Miramar. Responsabilidad indelegable de Axel Kicillof y Sergio Berni, la Policía Bonaerense da muestras de una verdadera autonomía y sigue, en el mejor de los casos, fuera de control. Mientras la política envía señales contradictorias, el mensaje de La Bonaerense es claro. Rostro anticipado de lo que puede venir, la fuerza que se sublevó en 2020 protagonizó en los últimos días dos episodios que tuvieron escasa difusión: la represión sobre los trabajadores de la cooperativa textil Nueva Generación en Wilde y el desalojo de las familias sin techo de un asentamiento en Ciudad Evita.
Disociada de ese cuadro, que hubiera sido motivo de escandalo y repudio generalizado si el que gobernaba era Macri, una parte del Frente de Todos proyecta otra película. A dos años de haber agarrado la brasa más caliente de su vida, el Presidente cree haber cerrado una de sus mejores semanas en muchísimo tiempo. El acto en Plaza de Mayo y el revival en torno a Lula terminaron de gatillar una instantánea en la que Fernández se ve a sí mismo ganando posiciones, emergiendo del quinto subsuelo en la consideración pública y hasta liderando a la coalición de gobierno.
Los habitúes de la residencia de Olivos sostienen que Alberto recuperó la confianza perdida después de la catástrofe de las PASO y vuelve a transmitir optimismo. También lo hacía antes de las primarias, cuando pronosticaba la primera victoria en 16 años en la provincia de Buenos Aires para el peronismo oficialista.
Fernández dice que ahora es distinto y exhibe como prueba de la autonomía que pretende haber ganado los sondeos que le acercan las consultoras amigas. Ahí, el Presidente registra un leve ascenso de su imagen positiva después del derrumbe ininterrumpido que se consolidó durante casi todo el año. A eso se suman los datos de la reactivación en la construcción que presenta el INDEC, la baja del riesgo país -otra vez, después de un ascenso vertiginoso en las ultimas semanas- y el alivio en el frente cambiario, donde la presión devaluatoria y la brecha cedieron por primera vez desde octubre.
Explicitas, las diferencias con Cristina vuelven a conversarse y no impiden que la pareja de gobierno haya reaparecido unida y en público después de más de tres meses. El último acto que los tuvo a los dos como oradores había sido el del 9 de septiembre en Tecnopolis, antes de la derrota de las PASO. Esta vez, sobre el escenario montado en la plaza y después de un discurso en el que prometió recuperar los ingresos y comparó la persecución contra Lula con la situación de CFK, Alberto dice haber sentido el abrazo más fuerte que la vicepresidenta le dio en toda su vida.
Lo más sorprendente del optimismo presidencial es la confianza en que el acuerdo con el Fondo llegará pronto y sólo redundará en beneficios para la marcha de la economía. Sin ajuste, sin devaluación, sin una nueva dosis de sacrificio para una sociedad extenuada; una fantasía en la que nadie cree y que Máximo Kirchner cuestiona como nadie puertas adentro.
El Presidente mira el espectáculo de una oposición que se precipita a dirimir espacios de poder dos años antes de 2023 y destaca el vaso medio lleno de un Frente de Todos que sigue unido pese a todo. La ruptura del bloque radical terminó de consolidar un mapa legislativo en el que la bancada de 118 diputados oficialistas que preside Kirchner hijo se distingue de Juntos, un espacio dividido en por lo menos 9 bloques, incluidos entre 4 y 5 que son unipersonales. Así, Alberto descubre la súbita fortaleza relativa del espacio que viene de perder en 15 provincias, incluida la de Buenos Aires.
El choque abierto entre Martin Lousteau y Gerardo Morales confirma que el bloque antiperonista está unido en el rechazo y ni piensa en proponer una puerta de salida al laberinto de la crisis. Mientras el gobernador de Jujuy aprovecha para destripar a Horacio Rodríguez Larreta y denunciar un alquiler de los radicales alineados con Lousteau, el jefe de gobierno porteño dice que Morales es funcional al kirchnerismo y retribuye con fuego amigo sobre el frente opositor los fondos que el Presidente le envía con puntualidad.
Con la obsesión de recuperar al radicalismo como partido de poder, Enrique “Coti” Nosiglia no avala la ruptura del bloque en Diputados que propicio su discípulo Emiliano Yacobitti pero ve que Morales es un caudillo populista que está condenado a repetir una elección como la que en su momento hizo Ernesto Sanz. Prefiere a Facundo Manes y al propio Lousteau como candidatos presidenciales y repite ante su entorno una máxima que deja abierto el escenario de las candidaturas: “Nosotros sabemos que Larreta no nos va a dar la Ciudad”.
El alcalde tiene a María Eugenia Vidal y a Fernán Quiros como posibles candidatos en 2023, pero enfrenta la resistencia de sus socios que lo rechazan como candidato natural para suceder a Fernández. “Horacio no tiene una autopista hacia la presidencia, tiene una bicisenda”, dice uno de los funcionarios que lo acompañan en sus objetivos y no entiende la decisión de retirarse de la disputa en los próximos meses.
Apurados por Patricia Bullrich, Javier Milei, José Luis Espert y Ricardo López Murphy, Larreta y Diego Santilli recuperaron el dialogo fluido con Macri. Abrazado al sueño de su segundo tiempo, el ex presidente les pide “reglas claras” para la gran paso de 2023 y dice que demasiados candidatos PRO solo pueden beneficiar a Manes.
Macri no lo dice pero compensa su debilidad en el frente judicial con las carencias ajenas: goza de los enfrentamientos entre quienes fueron sus subordinados y piensa que el choque entre Bullrich y Larreta lo reposicionará a él, tarde o temprano como jefe máximo. Los debates de alta peluquería de los últimos días abonan la tesis del egresado del cardenal Newman y lo benefician. Piensa que solo él podrá ordenar el frente opositor.
DG