Entretelones del poder

Francisco Caputo y la caja del mileísmo: quién maneja el dinero de La Libertad Avanza

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“En nombre de todo el equipo de CPAC Argentina, encabezado por Leonardo Scatturice, estamos sumamente agradecidos de que se sumen a esta causa”. La voz de Soledad Cedro resonó en el salón principal del Hilton de Puerto Madero, donde la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés) celebraba su desembarco en Argentina. Era diciembre de 2024 y, entre los aplausos y los flashes de las cámaras, aquel nombre —Scatturice— se deslizaba entre los asistentes como una clave oculta en un mensaje cifrado. Para el gran público, era un completo desconocido. Para los verdaderos operadores del poder, su mención era una advertencia.

Dos meses después, el 17 de enero pasado, el vuelo de American Airlines que despegó de Buenos Aires rumbo a Miami llevaba a bordo a tres pasajeros que, lejos del bullicio de la CPAC, tejían en silencio los hilos de una red de influencia que ya traspasaba fronteras. Santiago Caputo viajaba junto a su hermano Francisco y Manuel Vidal, un politólogo con pasado en el PRO y de extrema confianza del asesor estrella de Javier Milei. Aunque la bitácora del viaje no figuraba en ninguna agenda oficial, su propósito era claro: consolidar alianzas estratégicas. Florida fue solo una escala antes de su destino final: Washington, donde asistirían a los eventos en torno a la asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos.

En su fugaz paso por Miami, los Caputo mantuvieron una reunión clave. Se sentaron junto a aquel hombre misterioso mencionado en la gala de apertura de la CPAC Argentina: Leonardo Scatturice, un exagente de inteligencia devenido en magnate. Hace una semana que su nombre está en boca de todos desde que el periodista Carlos Pagni revelara en LN+ el caso de un avión de su propiedad que aterrizó en Aeroparque con la empleada de una de sus compañías a bordo. El 25 de febrero, el avión N18RU que trasladaba a Laura Belén Arrieta llegó desde Miami. La exazafata, hoy gerenta de empresas con sede en la Florida, portaba una cantidad de valijas cuyo contenido aparentemente nunca fue revisado. La aeronave estuvo una semana “en tránsito” en un hangar de Aeroparque y luego partió hacia París, con escala en las Islas Canarias.

El vuelo privado de Arrieta no solo expuso la fragilidad de los controles aduaneros —aunque el vocero Manuel Adorni se encargó de aclarar que se siguieron los protocolos “cumpliendo con la normativa” y “sin detectarse nada extraño”—. También colocó en el centro del debate otro tema de fondo: la estructura financiera de La Libertad Avanza. El costo del avión no baja de los 100 mil dólares, y el alquiler del hangar donde estuvo guardado durante días suma una cifra considerable. Pero el punto clave es que Arrieta responde a Scatturice, exespía de la SIDE devenido en empresario, señalado por diversas fuentes como una figura crucial en el financiamiento del oficialismo.

Aquel encuentro en Miami, revelado por Hugo Alconada Mon en La Nación y desarrollado en un exclusivo salón privado, no fue casual. Scatturice se convirtió en un hombre de consulta para Santiago Caputo en temas vinculados a áreas como la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y la Unidad de Información Financiera (UIF). Una figura que no solo le abre puertas a Milei en el mundo republicano de los Estados Unidos, sino que también le facilitaría el acceso a redes financieras y logísticas que operan entre Miami y Buenos Aires.

El hombre del dinero

En esta trama, sobresale un nombre cada vez más relevante: Francisco Caputo. Pese a su bajo perfil público, el hermano mayor del asesor estrella de Milei no es un desconocido en el círculo íntimo libertario. Mientras Santiago diseña la estrategia política del Gobierno, él opera financieramente y hace también las veces de reclutador en las sombras. Aunque su historial previo poco tiene que ver con el mundo de la política o las finanzas estatales: se dedicaba al coaching ontológico y al asesoramiento en “potencial humano” a través de cursos y charlas motivacionales.

En los registros de AFIP, aparece inscripto recién en julio de 2024 como prestador de “servicios de asesoramiento, dirección y gestión empresarial” en sociedades anónimas. También es integrante de la sociedad financiera “Pagos Futuros S.A.” y tuvo un trabajo en relación de dependencia en Camalu S.A., una empresa agrícola presidida por Pablo Costa, amigo de su padre y socio del grupo Caputo. Curiosamente, Santiago también figura como empleado de una empresa agropecuaria: Zefico, cuyo único trabajador registrado es él mismo. Ambas firmas están conectadas a la misma red de contactos y domicilios que la escribanía del fallecido Claudio Caputo, padre de ambos.

Hoy, sin un cargo oficial, Francisco ingresa a Casa Rosada como si lo tuviera. Sus visitas constantes a la Jefatura de Gabinete y a las oficinas de Comunicación y Prensa evidencian su influencia, aunque en Balcarce 50 evitan reconocerlo. “No es parte del gobierno”, apuntó una voz oficial ante la consulta de elDiarioAR.

En los últimos meses, sin embargo, aseguran que fue el nexo clave en la designación de figuras estratégicas dentro del Estado: acercó, por ejemplo, los nombres de Tristán Socas, Federico Márquez y Diego Zabala para integrar Enarsa, además de respaldar el nombramiento del polémico Andrés Vázquez al frente de la DGI, un alfil de su hermano en la flamante Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA).

Aportes privados

Es desde su rol en la Fundación Faro, el think tank creado por La Libertad Avanza para articular la narrativa libertaria, que Francisco Caputo teje con empresarios y lobbistas con una única misión: garantizar los fondos para la maquinaria electoral del oficialismo en 2025. Su sede, en Reconquista 40, a metros de Plaza de Mayo, funciona como el epicentro de la recaudación oficial de cara a las elecciones de este año.

En noviembre pasado, en el Yacht Club de Puerto Madero, se realizó la gala inaugural de la fundación. La cena tuvo un costo que llamó la atención de todos: US$25.000 por cubierto. Y reunió a pesos pesados del empresariado nacional. Entre los asistentes figuraban Paolo Rocca (Techint), Eduardo Elsztain (IRSA) y Miguel Galuccio (Vista Oil & Gas), además de representantes de Pan American Energy y del grupo Neuss.

Pero algunas multinacionales que pusieron dinero en la Fundación Faro no se conforman solo con una factura a cambio del aporte. Por normas éticas de sus países de origen, requieren justificar esas contribuciones con algo tangible, como una encuesta de opinión o un programa de formación de dirigentes. Por eso exigen documentación respaldatoria que demuestre esas actividades, según relató Alejandro Rebossio en elDiarioAR. Al menos dos compañías extranjeras aceptaron contribuir bajo esa condición, mientras que una tercera se negó porque no podía justificar el gasto ante su casa matriz. Esta dificultad para formalizar los aportes agrega una capa más de opacidad sobre el financiamiento del oficialismo.

El oficialismo se jacta de su ruptura con la “casta”, pero en las sombras se repiten las mismas lógicas de siempre: operadores discretos, acuerdos financieros y estructuras diseñadas para perdurar más allá de los nombres. Con el caso $LIBRA acechando a Karina Milei, Francisco y Santiago Caputo parecen, en cambio, saber moverse en ese terreno con una destreza envidiable. Pero todo velo, por más sólido que parezca, tiene fisuras. Y en la Argentina de Milei, donde la información circula rápido y los equilibrios son frágiles, la pregunta no es si este entramado quedará al descubierto, sino cuándo.

PL/JJD