Carlos Heller citó para las 9 pero apareció pasada las 10. Por esa demora, el scrum opositor estuvo a punto de irse y peligró la firma del dictamen que, de manera trabajosa, permitirá que hoy se trate el acuerdo con el FMI. Heller se disculpó y habló de retoques de último momento. Hubo minutos de zozobra, se habló de tironeos internos en el FdT pero la duda despejó, minutos después, el jefe del bloque del FdT, Germán Martínez, cuando leyó la redacción final.
Fue el último estertor antes de la firma, por unanimidad, del texto que bajará al recinto y según fuentes del Congreso tendrá el voto positivo de más de 200 diputados. Coronó una saga cargada de rispideces, en la que Martín Guzmán sufrió dos tropiezos, Sergio Massa maniobró para salvar, si o sí, el proyecto y en el mundo JxC contó con un puñado de facilitadores que, al caer el día, fueron esenciales para espantar el fantasma del default. El teléfono del tigrense ardió y el miércoles estuvo dos veces en Casa Rosada para pulir el escrito final.
El ministro de Economía, blanco móvil de la furia de todos, incluso -o sobre todo- de sectores del frentodismo, vio como el proyecto que envió hace días se fue desgajando hasta quedar solo en su esqueleto inicial. Primero, por pedido opositor, había desdoblado en dos artículos la aprobación del acuerdo y el programa con sus anexos. Luego JxC reclamó que el “programa” no figure en el texto y Massa remó esa idea.
“Cualquier cambio, ya es responsabilidad del Congreso”, dijeron en Economía cuando aparecieron esos cambios en el menú. En Diputados, Massa entendió que no era imprescindible que el “programa” esté detallado en el proyecto y accedió al planteo de los opositores que una semana atrás reclamaban conocer la letra chica y luego pidieron que esa letra chica no esté en el proyecto. Martínez, que aterrizó en la jefatura del bloque en medio de un tembladeral, hizo equilibrio entre todas las tempestades.
¿Por qué, si no era necesario, Guzmán incluyó los detalles, anexos incluidos, en el texto? “Fue un antojo de Guzmán para mostrar que todos apoyan su programa”, deslizó una fuente del FdT legislativo. Es una verdad a medias: en el oficialismo y en la oposición circuló la intriga si el FMI ponía como condición para luego aprobar el acuerdo en el board, que el proyecto, además de apoyo político, incluya las especificidades sobre cómo se haría viable el entendimiento por el FMI.
El martes, dirigentes del JxC hicieron sondeos directos con EEUU para saber si era precondición o no que en el proyecto estén los detalles. Uno de los que hizo consultas fue Martín Lousteau, con vínculos fluidos en EEUU donde fue embajador durante parte de la gestión de Mauricio Macri. Los movimientos de Lousteau, que intervino a través de sus diputados, pueden ser un indicio para saber lo que pasará en el Senado, donde el dirigente porteño tiene una banca.
Se repite una curiosidad: así como Lousteau no es diputado, otras dos figuras clave de JxC que actuaron como facilitadores tampoco son gente de la casa. Se trata de Gerardo Morales, gobernador de Jujuy y jefe del Comité Nacional y Elisa “Lilita” Carrió, que no tiene cargo pero es la conductora de la Coalición Cívica (CC). Carrió entrevió antes que nadie que la pelea estaría en el programa y apuró un proyecto vía Juan Manuel López y Maximiliano Ferraro. Carrió se convirtió en una facilitadora y construyó una salida de emergencia posible para el gobierno si, como ocurrió, el proyecto oficial se frenaba. El texto último es muy parecido a aquel que presentó la Coalición Cïvica (CC) el 23 de febrero.
El tercer jugador en JxC fue Morales, el más visible de todos. Estuvo en Casa Rosada con Fernández y fue al Congreso a decir que Cambiemos debía hacerse cargo por haber tomado la deuda. Ejecutó, en línea con Mario Negri, esa tarea. El jujeño tiene una relación fluida con Massa y, a diferencia de otros dirigentes de Juntos, no suele asustarse ante las críticas del ala dura del macrismo.
Morales tenía, como carta última, la posibilidad de sentar a un puñado de diputados y senadores para ayudar por las suyas pero forzó la discusión interna y, al igual que Lousteau, aunque por su propia vía porque se trata de dos radicales que se recelan, empujó una fórmula que permita que JxC no se rompa y no quede como obstruccionista. Al final, en términos políticos, JxC demostró que logró lo que quería y evitó, además, la dispersión a la hora del voto.
Hubo otro facilitador indirecto, a quien se señala como el actor que logró que Mauricio Macri modere su postura extrema. El miércoles, el expresidente se reunió con el embajador de EEUU en Buenos Aires, Mark Stanley, y según deslizan en el PRO, luego de ese encuentro bajó el tono de sus críticas al entendimiento entre el gobierno argentino y el FMI. Días antes, reprochaba que el fondo había sido demasiado blando con el gobierno de Alberto Fernández. El miércoles, sin que esos términos hayan cambiado, los diputados del PRO acordaron acompañar y accedieron a que se mantenga unificada la postura de JxC.
PI