Alberto Fernández volará el jueves a Salta y se instalará, por la noche, en Tucumán. Para el mediodía tiene previsto un acto en la explanada de la Casa de Gobierno tucumana junto a Juan Manzur y el gobernador Osvaldo Jaldo. Estará, además, el ministro de Seguridad Aníbal Fernández porque la actividad consiste en la entrega de 100 patrulleros a la policía provincial.
Ahí, según la hoja de ruta oficial, Fernández tiene previsto dar a conocer el paquete de medidas que definió como “guerra contra la inflación”. Si bien una fuente del gobierno confirmó a elDiarioAR que el anuncio se hará desde Tucumán, no se descarta que finalmente se traslade a Buenos Aires donde el presidente tiene agenda pautada para el viernes por la tarde.
No hay, a priori, armado en Tucumán un escenario para un mega anuncio de la dimensión que, metafóricamente o no, le dio Fernández cuando habló de !guerra!. De hecho, no está previsto por ahora que los tres ministros involucrados en el diseño de las medidas anti inflacionaria, viajen en estas horas a Tucumán y estén presentes allá.
Se trata de Martín Guzmán, de Economía, Matías Kulfas de Desarrollo Productivo y Julián Domínguez de Agricultura. Ese scrum fue el que está trabajando, con intervención de otros funcionarios como Roberto Feletti, en el diseño del paquete de medidas que se conocerá, al menos parcialmente, el viernes.
Durante martes y miércoles, el presidente escuchó y analizó propuestas. Su discurso en Malvinas Argentinas, en el que anticipó que el viernes comenzaría la guerra contra la inflación, combinó esas conversaciones, la preocupación por el dato del INDEC -que en febrero fue 4,7- y la certeza de que este jueves el acuerdo con el FMI pasará, sin demasiados sobresaltos, que dará el playón para una nueva política oficial en un tema hipersensible.
El menú que procesa el gobierno es repetido y clásico: control de precios, acuerdo con el sector, fideicomisos como el del trigo y un esquema de incremento, o posibilidad de, retenciones para desanclar los precios internacionales del mercado interno.
Pero la táctica de Fernández para lanzar su guerra contra la inflación tiene un flanco débil: la situación interna del gobierno, en una relación de extrema tirantez con Cristina Kirchner, y con una fractura expuesta donde distintos botones y dispositivos del Estado, algunos clave en materia de precios, no parecen responder a los mandatos de la Casa Rosada.
Con el FdT incendiado, sin certezas sobre el rumbo ni tampoco sobre lo que ocurrirá con la alianza oficial, cualquier medida de gobierno surge sin potencia. “Con este nivel de crisis interna ¿qué poder tenemos para salir a ponerle límites a los grupos que fijan los precios? Cualquier cosa que hagamos, si queremos que funcione, debe ser sobre una base de situación política interna más clara”.
Los ruidos políticos por el FMI y la crisis de vínculo que desató el ataque a las oficinas de Cristina Kirchner, agudizaron una pésima convivencia que, admiten en el gobierno, agrava el escenario difícil de las malas noticias económicas. “Se cayó el escenario de repunte que imaginaba Alberto: un verano bueno, con repunte económico en marzo, y la posibilidad de un despegue más solido después del acuerdo con el FMI. Eso se destrozó con la guerra y lo que nos impacta negativamente”, apuntó un funcionario que estuvo en estos días con el presidente.
Por eso, casi en paralelo a los anuncios, y en medio de una tensión explícita con el kirchnerismo, en el entorno de Fernández hablan de tratar de apagar la crisis política que dejó el acuerdo con el FMI y lograr algunas pautas mínimas de convivencia. Sin eso, admiten en el gabinete, cualquier medida de gobierno arrancará frágil.
PI