En medio de una tempestad, casi tres años después de asumir, Alberto Fernández activó la segmentación de tarifas de servicios públicos. Como casi ninguno, ese expediente concentró todos los ruidos políticos del Frente de Todos (FdT): migró de ministerio, proclamó a un subsecretario “blindado” al que no pudo echar un ministro, naufragó entre ideas y tensiones, y estuvo entre el menú de razones, válidas o no, de las renuncias de Martín Guzmán y Matías Kulfas.
La paradoja es que la segmentación, entendida como que los más ricos deben pagar más, estaba en la Biblia conceptual del peronismo pero se convirtió en la bomba sucia que afectó la relación entre Guzmán y Cristina Kirchner. Era la época en la que el ministro iba al departamento de la vice o a la de la casa de su hija Florencia a explicarle las medidas y sus planes.
Pero, en medio, operaron razones diversas para que eso se deteriore hasta que la vice pidiera la renuncia del ministro: hubo factores personales y operativos, impactó la pandemia con el congelamiento tarifario y cuando estalló la guerra de Ucrania, que encareció la energía, el vínculo entre el ministro y la vice estaba definitivamente roto.
Guzmán planteaba que los subsidios eran “pro ricos” y que no era aceptable, ni política ni ideológicamente, que sectores de altísimos ingresos sigan con las tarifas subsidiadas.
“Guzmán y Cristina tenían dos bibliotecas distintas sobre tarifas”, explica un funcionario que siguió ese vínculo que se convirtió en el primer episodio en la escena pública que rompió la burbuja entre Cristina y Guzmán. Luego del congelamiento pandémico, el ministro de Economía proyectó una suba de tarifas del 25% para el 2021, en dos tramos, pero Federico Basualdo, el subsecretario de Energía Eléctrica, ligado a la vice, empujó un aumento del órden del entre el 6 y el 9%. La inflación había sido del 36% y la estimación del Presupuesto para el 21 la ubicaba en 29 puntos. Al final, la suba rondó el 15%.
Mudanza
Para entonces, el tema tarifas -luego del congelamiento pandémico- se llevó puesto a un secretario, Sergio Lanziani -que había formato parte de los equipos albertistas del grupo Callao y tuvo, un tiempo, el guiño del misionero Carlos Rovira- y perforó a Matías Kulfas, porque el área pasó de Desarrollo Productivo a la órbita de Guzmán en Economía. Un problema menos para Kulfas, un problema futuro, y luego determinante, para Guzmán.
La llegada de Darío Martínez en lugar de Lanziani, en agosto del 2020, pareció una tregua pero en ese movimiento entró, también, el cristinista Federico Basualdo que venía del ENRE, y se convertiría en un acto clave y determinante en la discusión por las tarifas. De hecho, a fines de abril es protagonista de un episodio que funciona casi como un kilómetro 0 para Guzmán y para Alberto Fernández: el ministro de Economía echó al subsecretario, con el visto bueno del presidente, pero el subsecretario recibió la orden de desobedecer la indicación de dejar de su cargo.
El planteo K era –y es– que si el gobierno no logró mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores, tal como dijo en su contrato electoral, no había margen para aplicar una aumento de tarifas, con o sin segmentación, que afecte la capacidad de compra.
Fue una derrota de Guzmán, que perforó la ya discutida autoridad política de Fernández, y tensó por primera vez, en público, la relación entre el ministro y la vicepresidenta. Sin embargo, el diálogo entre ambos se mantuvo, pero ya no volvió a ser el mismo.
Resistencia
Basualdo significaba mucho. Era el portavoz del argumento cristinista de mantener las tarifas bajas, vía subsidios, como una manera de ponerle (o al menos no sacarle) dinero del bolsillo a los consumidores. El planteo era –y es– que si el gobierno no logró mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores, tal como dijo en su contrato electoral, no había margen para aplicar una aumento de tarifas, con o sin segmentación, que afecte la capacidad de compra.
En medio del debate, y a los meses de un aumento casi simbólico, el Frente de Todos (FdT) perdió la elección intermedia y se desató la discusión sobre el rumbo económico. Así y todo, luego de su carta incendiaria post PASO, Cristina avisó que sus críticas no eran contra el ministro de Economía. Por entonces, todavía había una canal de diálogo a pesar de que
Guzmán hizo un movimiento más específico: llegó a decir que los subsidios eran “pro ricos” y que no era aceptable, ni política ni ideológicamente, que sectores de altísimos ingresos sigan con las tarifas subsidiadas. Desde Economía hubo una crítica, velada, a Basualdo y el sistema K: que controlaban los organismos de control de energía y gas, y tuvieron casi dos años para definir un esquema de segmentación –del 2019 al 2021- pero que no lo hicieron.
Soledad Manín, a cargo del ENRE, había avanzado con un acuerdo con el CONICET que luego derivó en una propuesta de segmentación según valor inmobiliario, una georreferenciación que tomó las zonas más ricas de CABA, los countries del Gran Buenos Aires y el corredor de la zona norte que incluye San Isidro y Vicente López. El plan de segmentación territorial fue considerado “ridículo” en Economía.
Meses antes, como parte del acuerdo que se negoció con el FMI, Guzmán definió un esquema de aumentos tarifarios para el 2022 que generó discusiones también con el cristinismo. Al final, fueron inferiores al 50% pero se le imputó al ministro pretender validar subas de hasta el 80%, algo que no ocurrió. Hubo, sin embargo, movimientos ásperos: como el dictamen de Federico Bernal en Enargas que cuestionó el procedimiento de las audiencias públicas, que parecían indicar el camino para futuras objeciones judiciales a las subas.
Pero para entonces, no sólo no había línea de diálogo entre Guzmán y Cristina, sino que fue adquiriendo un tono cada vez más brusco la relación, con teléfono roto, entre el Presidente y la vice. Guzmán ha contado que hasta una semana antes del anuncio del acuerdo con el FMI hablaba periódicamente con Cristina. De una manera que él considera repentina esa conversación la interrumpió, para siempre, la propia vice.
Una semana antes de su renuncia, Guzmán sintió otro efecto de la soledad: Martínez firmó una resolución para desentenderse de la segmentación, y delegársela a Santiago López Osornio, un funcionario de Energía que había sido puesto en ese cargo por el ministro de Economía. Horas después, Guzmán le avisó a Alberto Fernández que no podría seguir en su cargo si no tomaba el control del área de Energía, el presidente no reaccionó y el 2 de julio, el ministro renunció con un tuit mientras Cristina, que un año y medio atrás lo elogiaba por Twitter, pronunciada un discurso fatal en Ensenada.
PI