La ruptura entre Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof se cocinó durante un largo tiempo en las sombras, con un nivel de malestar que creció en las últimas semanas y se terminó de blanquear este sábado. La crisis, sin precedentes, golpea en el corazón del kirchnerismo y obliga a dirigentes, intendentes, gremialistas y legisladores a pronunciarse por alguno de los dos.
“Quieren destrozar al dirigente que mejor representa el proyecto kirchnerista”, afirmaron a elDiarioAR desde la mesa chica del gobernador, aún en shock por las declaraciones que la expresidenta hizo el viernes en el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), donde aludió a figuras como la de Poncio Pilatos y Judas Iscariote para referirse a Kicillof, ofendida porque no la apoyó explícitamente como candidata para presidir el PJ Nacional.
El sábado, durante la tarde, empezó a sonar la idea de que el gobernador publicaría un comunicado. Las especulaciones se esparcieron rápido: algunos creyeron que recularía y haría explícito su apoyo. No lo hizo: volvió a llamar a la “unidad”, en los mismos términos en que lo había planteado dos días antes en su acto por el Día de la Lealtad en Berisso, y también le contestó a Cristina que “la lógica del sometido o traidor es una lógica que entró en crisis y que viene causando malos resultados”.
La publicación de Kicillof, en la que insiste con la necesidad de que no haya internas partidarias, tuvo como objetivo contener a la militancia y a los dirigentes que aún se encuentran desorientados por la grieta que se abrió entre ambos. “Su mensaje es conciliador, pero sabe que aunque hoy diga que Cristina debe ser la presidenta del PJ ya no les va a alcanzar, van a decir que era tarde”, afirmaron desde su entorno. La idea ratifica que el objetivo del gobernador no fue tender un último puente con el Instituto Patria, sino cubrirse ante quienes miran –con pesar– su pelea desde afuera.
La evasiva de Kicillof a pronunciarse por Cristina fue, como era previsible, interpretada por ella y su entorno como un apoyo tácito a la candidatura de Ricardo Quintela y como un paso más en su camino de emancipación. La expresidenta lo confirmó en SMATA, cuando acusó a los funcionarios bonaerenses de buscar avales para el riojano.
La pelea genera malestar entre los intendentes y legisladores que no están referenciados en ningún sector. En ese grupo hay distintas lecturas del escenario que se abre de ahora en más. Algunos valoran cierta “valentía” del gobernador para plantarse, a sabiendas de la necesidad de dar un gesto de autonomía y diferenciarse del recuerdo –todavía fresco– del experimento fallido de Alberto Fernández, y otros son más escépticos al considerar que anticipó demasiado su estrategia. Casi todos coinciden en un punto: el vínculo entre Kicillof y Cristina es de difícil retorno, al menos en los términos en los que se dio hasta ahora.
“No volverá a ser como antes. Puede llegar a haber un acuerdo de convivencia, porque Cristina es pragmática y Axel lo necesita para gobernar. Pero la confianza está rota y eso no se arregla”, afirmó a este medio un intendente que quedó en el limbo, y analizó: “Esta situación sólo le suma a Quintela, porque aunque pierda pasó de ser un actor de reparto a un protagonista. A Cristina y Axel no les sirve, y a nosotros tampoco. Ahora vamos camino a ocho años de Milei”.
La encerrona de Kicillof
“Axel no fue sincero con Cristina, ése fue su mayor error y por eso ella empezó a desconfiar. Se rodeó de intendentes que se alejaron de ella y empezó a trabajar para ser candidato en 2027”, afirmó a elDiarioAR alguien con llegada a la exvice, en una mirada que lleva implícita la idea de que Kicillof debía estar habilitado por Cristina para avanzar.
El gobernador ignoró la presión de La Cámpora, cuya primera plana le advirtió a través de los medios que el acto de Berisso era su “última oportunidad” para bancar la candidatura de Cristina al partido. En su discurso, Kicillof la citó y la llenó de elogios, pero no la apoyó. O al menos no lo hizo del modo en que se lo exigían, a través de un “pronunciamiento claro y contundente”, en palabras de Oscar Parrilli.
Kicillof tiene por delante un desafío complejo. Revalidó su mandato en la Provincia sin Cristina en la boleta, pero sabe que su imagen está atada a la de ella. En el Patria no escatiman críticas y repiten que muchos de los que hoy acompañan a al gobernador no lo hacen por convicción sino para enfrentar a Cristina, apoyando a cualquiera que se le pare enfrente. “La CGT, los exalbertistas, todos los que hoy lo acompañan ya le van a soltar la mano”, se regocijan.
El kirchnerismo cuestiona a Kicillof por haber querido jubilar a Cristina antes de tiempo. Los promotores de su candidatura nacional responden –con sarcasmo– que sólo escucharon sus órdenes cuando pidió a la dirigencia que alguien se anime a agarrar el “bastón de mariscal”. Una discusión que excede a lo programático, incomprensible para el grueso de los votantes, incómoda para los militantes que se verán obligados a elegir entre un bando y el otro.
LA/DTC