“Salvó el gobierno”. En el infierno político del sábado, luego de que Alberto Fernández echó de su gabinete a Matías Kulfas, la frase del funcionario sonó como un alivio y graficó un clima que se instaló en el oficialismo: la certeza de que, luego de horas de furia, el pedido la salida del ministro de Desarrollo Productivo evitó que la relación entre el presidente y Cristina Kirchner alcance un punto de no retorno, de una ruptura irreversible.
“No podía hacer otra cosa”, se explicó desde Olivos apenas trascendió, a las 14.25, el pedido de Fernández a Kulfas para que dejara su cargo. El problema no era el recurso del OFF, un insumo periodístico básico y habitual, sino el contenido: la idea de que funcionarios K habían montado un presunto negociado para beneficiar a Techint en la construcción del gasoducto Néstor Kirchner, una obra emblemática para el gobierno.
En el convulsionado planeta del Frente de Todos (FdT) circuló, incluso, la versión de que la vicepresidente hizo llegar una especie de ultimátum al presidente, de que no era aceptable la continuidad de Kulfas en el gobierno. Fuentes oficiales dijeron a elDiarioAR que no hubo contacto directo entre Alberto y Cristina durante el sábado. Se desmintió, además, que haya existido un planteo de ese tipo de la vice y se aseguró que la decisión presidencial fue autónoma porque hacer lo contrario suponía respaldar los planteos atribuidos al ministerio de Kulfas.
Más simple: para Fernández, sostener al ministro implicaba aceptar la existencia de irregularidades en su propio gobierno. “Dijo fue que había un negociado en la licitación de la obra emblemática del gobierno. Este es un gobierno decente, transparente. No se puede decir cualquier cosa amparados en el off o la interna”, fue el argumento que circularon fuentes oficiales.
Por eso, Fernández tuiteó: se mostró en línea con la queja de la vice y fue más lejos. “Confío en la integridad moral y en la idoneidad de quienes llevan adelante la licitación del Gasoducto Néstor Kirchner”, escribió en su cuenta de vía Twitter para desautorizar la denuncia. Para entonces, ya había hablado con Kulfas y le había dicho que debía dejar su cargo. Así y todo, hay algo que inquieta al kirchnerismo: el daño por las sospechas que ese OFF vía WhatsApp ya está hecho y resulta obvio que a partir de ahí surgirán alguna causa judicial.
Por eso, aunque la renuncia de Kulfas pareció descomprimir, no había indicios sobre si la reacción de Fernández era suficiente para apagar el fuego de la vice que viene, hace tiempo, con reproches sobre el rumbo del gobierno y que no oculta su críticas al presidente.
Tregua de navidad
Como el partido de fútbol entre alemanes y franceses en la navidad del 1914, apenas comenzada la Primera Guerra, la tregua entre los Fernández duró un suspiro. El encuentro en Tecnópolis, que facilitó el reencuentro entre el presidente y la vice, y resolvió el karma de quien levantaba el teléfono para retomar el diálogo, tuvo un primer tono tenso con el reclamo de Cristina a Alberto de que “use la lapicera” -el sentido de la acción- y luego sembró la semilla de la crisis al hablar de Techint.
Kulfas, al rato, habló por radio y disintió, con tono correcto, con la postura de la vice y a las horas circuló el OFF de la discordia. Había un eco de otro episodio: cuando en el acto en Chaco, Cristina hizo referencia al ministro de Desarrollo Productivo y agregó menciones económicas, tanto Kulfas como Martín Guzmán salieron a refutar a la vice con el guiño de Alberto que, por entonces, tenía la táctica de no hablar de la interna pero decidió que sus funcionarios hablen si “Cristina decía cosas incorrectas”.
La dinámica fue la misma que entonces, pero ahora desató una tempestad: llegó el comunicado de Energía, el enojo de la vice, y la posterior intervención del presidente con la salida de Kulfas. Una lectura, en el corazón del albertismo, es que el ministro se extralimitó y trató de pulsear como lo hizo, hasta acá con éxito, Guzmán que a pesar de los pedidos recurrentes de la vice y de Máximo Kirchner para que Fernández lo saque de Economía, sigue en su cargo.
En Gobierno trascendió que el mensaje de WhatsApp que circuló, y que generó la reacción de Energía y de la vice, no era del propio Kulfas pero que la responsabilidad política era del ministro, uno de los apuntados desde hace tiempo por el cristinismo.
Por la tarde del sábado, Fernández llamó a Daniel Scioli y le ofreció el cargo. El embajador en Brasilia sonó, más de una vez, para integrarse al gabinete de Fernández pero nunca hubo una oferta concreta. Scioli asumiría en una semana cuando Fernández regrese de la Cumbre de las Américas.
Pausas
El sábado, hasta el mediodía, Fernández tenía como prioridad resolver su agenda en la Cumbre de las Américas que se hará en Los Ángeles, hacia donde volará el martes por la noche, y en hacer un movimiento que hace tiempo tiene en su menú: incorporar a Agustín Rossi al gobierno, como interventor de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI).
Fue el tema que charlaron, en Olivos, Fernández con el canciller Santiago Cafiero y la secretaria de Relaciones Económicas Internacionales, Cecilia Todesca Bocco, que al rato apareció entre los posibles reemplazantes de Kulfas. Estaban, también, Gustavo Béliz, Rossi y Guzmán a quien, a media tarde, le cargaron la enésima versión de renuncia a su cargo. De Gobierno y de Economía ese rumor se desmintió y se ensambló, luego, con una hipótesis inversa: que Guzmán podría ampliar su cartera e incorporar parte de lo que depende de Desarrollo Productivo.
Pero todo estalló pasadas las 12: primero el documento de Energía -que retoma frases de la vice como la de “funcionarios que no funcionan”- y diez minutos después el tuit de Cristina que derivó, al rato, en un llamado de Fernández a Kulfas y la decisión de correrlo de su cargo.
Aunque dentro del gobierno consideran que con esa reacción rápida, Fernández salvó al FdT y a su gobierno, también se mezclan otros planteos. Uno refiere a que el presidente es implacable con los propios -desplazó a Cafiero, echó a Ginés González García, Marcela Losardo, Daniel Arroyo, Felipe Solá o, ahora, Kulfas- pero no aplica el mismo rigor con los funcionarios que reportan a Cristina, como la renuncia de Eduardo “Wado” De Pedro, o la polémica con Luana Volnovich.
Una lectura adicional es que Fernández entregó a uno de los suyos y que eso es, en cierto modo, un sacrificio para preservar la unidad y enviar señales hacia adentro respecto a que no hay margen para promover, desde el albertismo, una ruptura con Cristina. Lo sintetiza un entornista del presidente: “Nos guste o no, el gobierno son los dos: él y ella, se hablen mucho o poco. Para afuera, en lo bueno y lo malo, son los dos”. En criollo: sin uno de los dos, no hay gobierno.
PI