Sesiones Ordinarias

Rodríguez Larreta justificó su viaje a Brasil y dijo que la grieta “es un negocio de la política”

Fue uno de los pocos momentos en los que no leyó su discurso, impreso en un pilón de hojas A4. Casi de arranque, pasadas las 8.30 de la mañana, Horacio Rodríguez Larreta miró fijo a la cámara. Tenía un look mucho más formal que lo habitual: saco azul oscuro, camisa blanca y (sorpresa) corbata celeste. El alcalde buscó sonar especialmente convincente: “Para mí fue, por lejos, el año más duro de mi vida”. Hablaba por videoconferencia desde su casa.

Antes, durante y después del discurso, la oposición machacó sobre ese punto. El Frente de Todos porteño puso la mira sobre sus vacaciones en Brasil. “Habló de las hijas para justificar que se tomó un avión privado a Buzios sin avisarlo y en el medio de la pandemia. Si lo hacía Kicillof, lo mataban”, opina el legislador Leandor Santoro.

“Este año más que nunca necesitaba unos días con ella”, afirmó el alcalde. Lo hizo tras referirse elípticamente a un asunto privado: el divorcio de su esposa Bárbara Diez. 

El sainete del vuelo a la playa brasileña condicionó su sexto discurso de apertura del año legislativo. Puso al alcalde a la defensiva; y a la oposición, al ataque. Por fuera de esa situación, que en breve se volverá una anécdota, Rodríguez Larreta dio un mensaje cargado de cálculo político y electoral. Incluyó dardos hacia el kirchnerismo y también hacia los sectores más radicalizados de Juntos por el Cambio. 

“Yo siempre voy a estar para terminar con la grieta. La grieta es un negocio de la política y no suma nada, sino que resta”, subrayó al final de su performance vía zoom. Antes había elogiado y pedido un aplauso (su vice Diego Santilli y un grupito de legisladores lo seguían desde el hemiciclo porteño) para su ministro de Salud. “Quiero agradecer a Fernán Quirós, que lideró la lucha contra el virus con un coraje y compromiso excepcionales”, lo ensalzó. 

Se trató de otra comunicación a varias bandas. Quiros recibió cuestionamientos intra y extramuros en la última semana. La oposición lo criticó por el acuerdo de la Ciudad para tercerizar la vacunación contra el Covid-19 en siete prepagas y obras sociales. El arreglo con esas instituciones derivó en una imputación judicial contra el alcalde y su ministro de Salud. Pero además Quirós recibió el fuego amigo de Patricia Bullrich, quien le había exigido más énfasis en su condena al escándalo nacional del vacuna-gate. En ese reproche sobrevuela una puja de estilos con aires electorales: Quirós y Bullrich podrían ser los elegidos para encabezar la boleta de diputados nacionales por la Ciudad. 

Sobre la controversia de delegar el proceso de vacunación en sanatorios privados y obras sociales, Larreta se atajó: “En la Ciudad, hace 30 años que las obras sociales y los hospitales de comunidad -como el Italiano, el Británico o el Alemán- participan de las distintas campañas de vacunación. Y nunca recibimos un cuestionamiento”. El argumento del alcalde pasó por alto que las dosis contra el Covid-19 son un bien completamente escaso, a diferencia de otras vacunas. 

Durante su metralleta de datos, cifras y logros de gestión, el alcalde coló otras afirmaciones con perfil nacional. Es decir, hechas con el objetivo de potenciar su liderazgo, en contraste con el gobierno nacional y con los halcones cambiemitas. Por ejemplo, destacó el trabajo conjunto y el “diálogo fluido” con las organizaciones sociales en villas y barrios populares. Una jactancia que podría resultar impensada en otros dirigentes de JxC. 

“Un desafío fue contener el virus en los barrios más populares, donde por condiciones socio habitacionales sabíamos que iba a ser difícil que las familias pudiesen realizar el aislamiento. Junto a las organizaciones sociales abrimos centros, hicimos campañas de limpieza y desinfección, y reforzamos la asistencia social”, aseguró Larreta.

Le mostró ligeramente los dientes a La Casa Rosada: “El gobierno nacional decidió quitar de manera inconsulta parte de los recursos de la coparticipación que le corresponden a la Ciudad según la Constitución”. El reclamo porteño duerme por ahora en el Palacio de Tribunales, tras una doble queja de la Capital ante la Corte Suprema de Justicia. 

El alcalde sacó chapa de haber defendido el valor de las clases presenciales y se atajó de forma elíptica, ante la polémica por la privatización de Costa Salguero. “Después de cuatro años mejoramos significativamente el espacio público y cumplimos el compromiso de sumar más de 100 manzanas nuevas de plazas y parques”, afirmó.

Sobre el final, reforzó su perfil de político con intereses y discurso nacional. En limpio, de precandidato a presidente en 2023. Salió del tono técnico y de gestión dura para opinar sobre la violencia contra las mujeres. “Saludarlas no alcanza. En un contexto que sigue siendo tan duro para tantas mujeres, todos, y especialmente los varones que durante décadas pensamos que no era un tema nuestro, tenemos que hacernos cargo y trabajar para generar una sociedad más justa e igualitaria donde no haya violencias de ningún tipo y donde ser mujer no sea un obstáculo para desarrollarse”, planteó.

El momento para delinear su tono personalísimo llegó al cierre de su speech de una hora. Ahí se plantó como el candidato de la post-grieta. “Yo siempre voy a estar para terminar con la grieta. La grieta no mejora la educación, la grieta no da trabajo, la grieta no da salud, la grieta no construye puentes ni abre comercios ni mejora una plaza ni genera oportunidades de progreso. La grieta es un negocio de la política y no suma nada, sino que resta”. 

Ese será su mantra en un año electoral. Con una enorme dificultad en el horizonte de los próximos meses: la más que probable postulación de Patricia Bullrich en la boleta para diputados por la Capital. 

AF