Daniel Scioli mensajeó a Sergio Massa, horas después de aceptar la oferta de Alberto Fernández para reemplazar a Matías Kulfas como ministro de Desarrollo Productivo. “Tenemos que reunirnos”, le dijo. “Sí, cuando quieras”, le respondió Massa; y le agregó un emoji: pulgar para arriba.
Hacía tiempo, mucho, que ambos dirigentes no se comunicaban. Los separa una historia accidentada: recelos, competencia y un hecho, el del prefecto que ingresó a la casa del tigrense, que el massismo consideró una acción política imperdonable.
El mensaje de Scioli, que también habría llamado por teléfono a Cristina Kirchner, fue por el ruido que el fin de semana dejó trascender Massa. “No es una cuestión de nombres, sino de cómo definimos el rumbo del Gobierno”, le escapó el diputado al tironeo ante los demás integrantes de la comitiva.
En el vuelo, en una charla con los funcionarios que ocupan la Primera Clase, repitió una metáfora: “Si tenés un auto abollado, no lo arreglás cambiando una goma”.
A 12.180 metros sobre el nivel del mar, mientras el Airbus 330 de Aerolíneas Argentinas vuela sobre el Pacífico a la altura de Perú, el teorema del auto abollado se convierte en tema de conversación.
Hay, en la comitiva, un clima inquietante luego del episodio Kulfas.
En primera clase, Fernández -sentado junto a Fabiola Yáñez, que viajó sin Francisco, que quedó al cuidado de su abuela materna- armó una ronda con Massa, Santiago Cafiero, Juan Manuel Olmos, Vilma Ibarra y Carla Vizzotti. Entraban y salían de la conversación, Eduardo Valdés, Gabriela Cerruti y Julio Vitobello.
Se esfumó, a priori, el planteo de una mesa de unidad del FDT, que fue durante estos meses una demanda permanente que Fernández rechazó. “Yo habló con todos, escucho y pregunto, pero la decisión es mía”, suele decir.
Ya no está, eso, en el menú: “Sería un parche”, se escuchó.
Frente al problema del auto abollado -es decir, el Gobierno- los cambios menores y aislados no sirven para el fin que debería buscarse: reordenar el Gobierno, fijar un Norte, construir un relato: “qué somos y a quién representamos”, sintetizó un interlocutor.
En todo momento se evitó, para no romper la charla, hablar de nombres. Se sabe que hay tensiones con Martin Guzmán pero, además, se admite que Fernández lo sostiene.
Con el vuelo carreteando, Economía circuló -contrarreloj, Vilma Ibarra hizo el último repaso del texto- el proyecto de Renta Inesperada que debe enfrentar el rechazo opositor y, además, algunas resistencias del propio FDT. El renglón que coparticipa lo obtenido de la sobre alícuota de las ganancias es, o intenta ser, la llave que permita juntar los votos.
“Asunto terminado, Kulfas es un asunto terminado”, es el mensaje que baja Fernández. Busca evitar que una cumbre que le sirve en el frente externo y le aporta calma en el interno, se contamine con los ruidos de entrecasa.
“Hay que entender que el FDT ya no es lo que era en el 2019. Hubo discusiones y peleas, y ahora tiene otra configuración”, apuntó un integrante de la comitiva. Ahí aparece la idea, otra vez, de reacondicionar el auto abollado. “Quizá hay que parar en boxes para volver a entrar en carrera”.
El interrogante tiene que ver con la dinámica de esa parada táctica. Si no hay mesa política de unidad, ¿cómo se ordena el frente interno y se reajusta el timón del Gobierno?
“Alberto tiene 21 ministros: que aporten ideas y que se arme una agenda”, se dijo.
PI