Con alusiones a las internas dentro del Gobierno, a la sanción de la ley que garantizó el acceso al aborto en Argentina, y a la situación social, el cardenal Mario Aurelio Poli encabezó hoy el primer Tedeum por el 25 de Mayo al que asiste el presidente Alberto Fernández, ya que los dos anteriores fueron virtuales a causa de la pandemia.
“Cuando el pan falta en tantas familias, es cuando mas tenemos que pensar en nuestro prójimo y en sus necesidades básicas, educación, salud”, dijo el arzobispo de Buenos Aires desde el púlpito de la Catedral porteña en las primeras de las frases incómodas.
Sentado solo en una silla ubicada en la primera lo escuchaba el Presidente. Detrás se ubicó su Gabinete, el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, y también el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta.
Poli, quien representa el pensamiento del Papa Francisco, eligió la parábola del Buen Samaritano como base para su discurso. Es la misma que uso Jorge Bergoglio para su encíclica de 2020.
“Hoy arde el corazón de los argentinos”, dijo Poli al comienzo de su discurso y continuó: “ante tanto dolor, ante tanta herida la única salida es ser como el buen samaritano” en referencia a quien tuvo compasión aún por quien no conocía.
El arzobispo también recordó que el “buen samaritano se puso al servicio del más importante de los derechos humanos, el derecho a la vida”, en una clara alusión a la ley de interrupción voluntaria del embarazo (IVE) y que se constituyó en el quiebre de la relación entre Fernández y el Papa.
El Presidente llegó al Tedeum con la relación desgastada con la Iglesia católica, en la que también hubo espacio para los desplantes, como el que le cayó al canciller Santiago Cafiero cuando el Papa le suspendió a último momento una visita agendada.
De hecho, la intención del Presidente era pasar el 25 de Mayo lejos de la Catedral, en la Base Esperanza, un plan que terminó en la nada a causa de las condiciones climáticas en la Antártida.
Así, el Presidente escuchó el discurso en el que Poli reprochó las “tensiones que parecen repetir crueles enfrentamientos” y recordó que el “Dios de la constitución actúa de manera soberana”.
También señaló que la democracia “requiere de la ética, de la bondad, la solidaridad, el diálogo siempre beneficioso para el acuerdo y el bien” para poner fin al “enfrentamiento entre hermanos, de unos con otros”.
“Donde hay odio, pongamos amor, donde hay ofensa pongamos perdón, donde hay desesperación pongamos esperanza”, concluyó el cardenal.
En su silla, Fernández seguía el discurso que le habían entregado en papel, asintiendo con la cabeza.
“Viva la patria”, casi gritó Poli en el único tramo en que se permitió alguna emoción. Y ante la respuesta tibia pidió “más fuerte, ¡Viva la Patria!. Y así sí se escuchó un ”¡Viva!“.