El camino trazado por Horacio Rodríguez Larreta para llegar a la Casa Rosada fijó una meta para la primera parada, las PASO del próximo 13 de agosto: “Es una elección que se gana con 22 puntos”, define una voz encumbrada del larretismo. La fuente, que afirma tomárselo con calma, no atina a vislumbrar si su vida entrará en breve en el vértigo absoluto de la sala de máquinas de un Gobierno nacional, o deberá buscarse un destino privado, en el exterior, en una ONG o en algún despacho público de baja exposición. No son pocos los larretistas que se autorralean de cualquier posibilidad de sumarse a una aventura con Patricia Bullrich en Casa Rosada.
Es la política, el tiempo dirá.
Un porcentaje algo superior al 20% de los votos marcaría un triunfo promisorio para el proyecto de Larreta casi en cualquier escenario, sea un apoyo del orden del 40% para la marca Juntos por el Cambio, como ocurrió en 2019 y 2021, o uno más cercano al tercio del electorado. En la peor hipótesis, con un resultado muy disminuido para la coalición conservadora, una cosecha para el jefe de Gobierno cercana al 15% podría ser suficiente para la primaria, pero lo dejaría a la intemperie para remontar la cuesta hasta la primera vuelta con un Javier Milei fortalecido, en el análisis que prima en el comando larretista apostado en la calle Olazábal, en el Bajo Belgrano.
Esos “22 puntos” eran narrados hace un tiempo como alcanzables en el ábaco cartesiano del que presume el larretismo. Tan confiados estaban sobre la existencia de una “mayoría silenciosa” saturada de polarización, que en cuanto quedó definida la pelea central con Bullrich, se permitían subirle el precio a una candidata a la que percibían (y perciben) arrebatada, sin programa ni equipos. El círculo Larreta filtraba hace un año cierta paridad en las encuestas, “un poco arriba nosotros, pero puede cambiar”, algo que parecía más una táctica para mantener la tensión contra una rival ganable por su temeridad (variante de la “campaña del miedo”) que un análisis real del escenario.
Hoy, el mantra permanece, “un poco arriba nosotros, pero puede cambiar”. El sentido es otro. Se asemeja más un antídoto contra la presunción cada vez más expandida de que la exministra de Seguridad pasó al frente, porque el río está sonando. “Horacio sigue creyendo en la mayoría silenciosa”. Se sabe. Con los que la juegan de calladitos, mejor tener cuidado.
Exceso de excel
La “falta de músculo político” del equipo del jefe de Gobierno es descripta en todos los campamentos de Juntos por el Cambio y de Unión por la Patria. No aparecen segundas voces con peso que hayan surgido de la gestión de Rodríguez Larreta en la Ciudad. Cuando Bullrich o Mauricio Macri zarandean a su rival interno, la respuesta llega por vía de aliados externos como Gerardo Morales, Martín Lousteau y Elisa Carrió. El problema es que no está claro si esas intervenciones suman o restan en el mercado electoral PRO al que, en definitiva, el alcalde de Buenos Aires le debe casi todo en su carrera política.
En el larretismo explican que la escasez de figuras de peso que “le hagan la segunda” al postulante presidencial motivó la exploración de la alianza con el PJ cordobesista y la adopción del dream team de manoduristas con el que pobló las candidaturas en la provincia de Buenos Aires. La excursión de pesca en las huestes de Juan Schiaretti resultó extemporánea y salió, por ahora, mal. Aseguran tanto en Córdoba como en Buenos Aires que habrá segunda vuelta.
Cuando Bullrich o Mauricio Macri zarandean a su rival interno, la respuesta llega por vía de aliados extrapartidarios como Gerardo Morales, Martín Lousteau y Elisa Carrió. No está claro si esas intervenciones suman o restan en el mundo PRO
La experiencia con los halcones importados por el larretismo es rara. Miguel Ángel Pichetto, primer candidato a diputado nacional por la fracción de “El Cambio de Nuestras Vidas” en la provincia, estacionó repentinamente la ofensiva contra mapuches, bolivianos y “la oscuridad del conurbano”, y pasó a denunciar la desmesura de Bullrich. José Luis Espert, postulante a senador y consultor económico, también está transicionando desde el vandalismo del “Cornejo puto” y “cárcel o bala” a la foto del amable timbreo, mirando a la vecina a los ojos, aprendiendo de los de abajo junto a Diego Santilli. Un resabio del proselitismo duranbarbiano.
¿Cuál es el sentido de pagar el precio de sumar halcones para deshalconizarlos? “Ninguno desplaza la centralidad de Horacio. Tienen seguidores en redes, miden bien en los canales de cable y nos permiten asimilar la figura de Horacio entre el público al que le habla Patricia”, responde otra fuente del mundo Larreta. Sobre la detención y apertura de causas con penas graves contra docentes, abogados, dirigentes sociales y jóvenes en Jujuy, mejor no hablar.
Volumen mediático no es sinónimo de volumen político, condición que supone, además de oxígeno para la pelea pública, ascendencia sobre cuadros, articulación con estamentos institucionales y adversarios, y capacidad de gestionar acciones burocráticas y territoriales. De allí que algunos en el larretismo observen con perplejidad el costo que supuso entregar candidaturas a personalidades mucho más identificables con Bullrich, que no dejan de actuar como satélites ni demorarán en cruzar de vereda llegado el caso. Las fuentes señalan una excepción, Waldo Wolff, espada aguerrida incorporada al Gobierno porteño que ya dejó de ser considerado un socio circunstancial para adquirir algún poder de mando en las reuniones del Bajo Belgrano.
Entre acusaciones de fascismo, narcotráfico y futuros delitos de lesa humanidad que se propinan voces prominentes de las fuerzas en pugna, Bullrich y Larreta saben que están condenados a una foto conjunta post-PASO. Algunos optimistas están pergeñando un búnker en común entre la exministra y el alcalde en la noche del 13 de agosto, para que la imagen del perdedor levantando el brazo del ganador redireccione la campaña hacia el 22 de octubre desde el minuto cero.
José Luis Espert, candidato a senador, consultor económico, también está transicionando desde el '(Alfredo) Cornejo puto' y el 'cárcel o bala' a la foto del amable timbreo, mirando a la vecina a los ojos, aprendiendo de los de abajo junto a Diego Santilli
Sismógrafo de operaciones
A mediados de semana, desde el Gobierno porteño monitoreaban media docena de lo que definían como “operaciones contra Horacio”. Citaban las directas e indirectas por el centenario de René Favaloro, el robo de la camioneta de “alta gama” de Augusto Rodríguez Larreta, la compra televisada de droga en un PH de Once, el enredo del candidato al ser preguntado en TN si votará por Jorge Macri o a Lousteau en CABA y los reclamos por la inseguridad en la Villa 31 de Retiro. La lista seguía.
Mejor miradas, las “operaciones” enumeradas incluían elementos dispares. Entre ellos, noticias, no noticias, noticias fabricadas, chicanas y tropiezos de un político que parece haberse topado con los límites del marketing.
Así, un reclamo de una madre que busca a su hija adolescente ausente 48 horas dispara expresiones como que en “la Villa 31 hay más narcos que nunca” en la primera mañana de una radio amiga. El robo de una sofisticada y rastreable camioneta estacionada en Libertador y Bulnes, una de las zonas más filmadas de Buenos Aires, ilumina al hermano influyente en las sombras, mientras que la temeraria compra televisada de droga —otro pseudoacontecimiento generado por el canal América—, se viraliza como sinónimo de la inseguridad. “¿No era que habían terminado con los búnkeres?”, circuló como pregunta insidiosa para contradecir la publicidad del Gobierno de CABA.
El rasgo novedoso es que hechos de ese tenor dan lugar a interpretaciones adversas sobre la proyección de Rodríguez Larreta, en un contraste abismal para un dirigente acostumbrado a superar sin despeinarse peripecias mayores, que van desde un misterioso viaje en avión privado a Buzios en plena pandemia, el récord negativo en la construcción de subtes en un siglo, el papel de la empresa Roggio en contratos de la Ciudad pese a su admisión de haber pagado coimas, casos de gatillo fácil, el desmanejo educativo o el canon ridículo abonado por el empresario de grúas que enviaba sobres con “verdes y pesos” a un ministro estrella del Ejecutivo porteño.
Otra singularidad es que son medios que actuaron en el pasado como escudo protector del macrismo los que ahora prestan sus pantallas y parlantes a deslizar sospechas y hasta mofarse del jefe de Gobierno, sin romper, ni mucho menos, acuerdos estructurales. Como quien pasa un aviso.
Un elefante en la habitación del PRO
Podría tratarse un impasse en el ejercicio del periodismo de guerra, pero la selectividad de la crítica indica otra cosa. Por ejemplo, Clarín y La Nación se dieron el papel de denunciantes —en notas informativas, no sólo opiniones— de la “campaña del miedo” atribuida al peronismo sobre la represión por venir, que incluirá detenciones masivas y, llegado el caso, muertes. Que la “campaña” para agitar el pánico se base sobre promesas textuales de Macri, Bullrich, Milei y Espert, o las violaciones de derechos constitucionales básicos en Jujuy, es un detalle menor.
“Son operaciones del kirchnerismo”, se atajan en el círculo de Rodríguez Larreta cuando son consultados en público sobre una agenda que se agita. Explicación de manual, sin margen para otra cosa, que habilita lecturas menos lineales en cuanto los micrófonos se apagan. ¿Quién dispara?
Las redes algo dicen. Basta un comentario en Twitter de una “paloma” contra los guardianes del legado de Mauricio para que el sismógrafo alcance niveles de estruendo. Esta semana, el conflicto por los standups ofensivos de Franco Rinaldi en plena pandemia dio lugar a acusaciones cruzadas en las que los duros vieron la mano de la pauta de Larreta —que sigue siendo grande y pisa fuerte— para estigmatizar a un candidato auspiciado por Jorge Macri, mientras los rivales tomaron nota de un ataque furibundo en redes contra cualquier “moderado” que expresara su voluntad cancelatoria ante los chistes racistas.
Expertos afirman que las redes de por sí operan con una lógica en la que la agresividad del ultra fluye más y genera más clicks que la reflexión del recatado. Así parece, aunque los antecedentes de haber utilizado la usina de campañas sucias británica Cambridge Analytica en 2015, el espionaje ilegal que acompañó toda la trayectoria de Macri y campañas de call centers orquestadas por la consultora de Jaime Durán Barban en 2011 invitan a preguntarse si ese recorrido tiene continuidad.
El hecho de que Rodríguez Larreta haya sido uno de los espiados por el sistema de Inteligencia paralelo del Gobierno de Macri, entre decenas de opositores, críticos y supuestos aliados, es el elefante en medio de la habitación del que nadie habla en público. No es voluntad de dar vuelta la página; es la imposibilidad de abordar el tema, porque terminaría de destruir la convivencia a la vez que espías de Super Mario Bros y las otras células también tenían terminales en el entorno de ciertos espiados. Si eran cuentapropistas, los espías reclutados por Gustavo Arribas y Silvia Majdalani encontraron una clientela variada y generosa en el mundo PRO.
El hecho de que Rodríguez Larreta haya sido uno de los espiados por el sistema de Inteligencia paralelo del Gobierno de Macri, entre decenas de opositores, críticos y supuestos aliados, es el elefante en medio de la habitación del que nadie habla
El trazo no siempre es lineal. Es una época ya veterana en la que se venden tuits, zócalos, menciones en el quinto párrafo, entrevistas y silencios. Hay periodistas-pymes que pueden actuar en sentidos opuestos según el soporte —tele, radio, newsletter o programa con cero audiencia en algún cable o FM—, o varían según el día. Y hay contratistas del Estado porteño que no saben que Villa Soldati es un barrio histórico de la Ciudad de Buenos Aires.
Pauta: formas de uso
La pauta como blindaje es toda una institución interpartidaria de todos los Gobiernos de Argentina, aunque hay formas y formas.
Los estudios sistematizados sobre publicidad oficial de los docentes de la Universidad de Quilmes Santiago Marino y Agustín Espada dan cuenta de que el Gobierno de la Ciudad es, por lejos, el de mayor gasto publicitario per cápita de Argentina. El criterio de Larreta fue beneficiar a los de mayor audiencia —ergo, un premio procíclico a los concentrados a los que a su vez se les habilitaron negocios más lucrativos—, pero, a su vez, fue menos sesgado o sectario que otras administraciones. El Ejecutivo porteño aplicó exclusiones, pero pautó en gran parte del arco mediático, incluso el sector kirchnerista, algo que cualquier televidente mínimamente atento puede constatar.
En contraste, los Gobiernos 2003-2015 también gastaron sumas exorbitantes de pauta oficial que sirvieron como fuente de sustentación casi exclusiva de algunos medios, algunos de ellos valiosos, mientras penalizaron a opositores y críticos (no todos). No sólo fue favoritismo político o un fallido esbozo “contrahegemónico”, como definiría alguna luminaria. También resultó un vehículo turbio que dio lugar a la fuga de empresarios mediáticos en cuanto se cortó el chorro —con la victoria de Macri en 2015— y a la creación de agencias de comunicación creadas ad hoc para simular competencia en licitaciones publicitarias, por ejemplo, de la ANSES.
En general, prevalece la presunción de que una eventual victoria de Rodríguez Larreta no redundará en sanciones publicitarias masivas ni en persecuciones judiciales como las que arreciaron entre 2015 y 2019. La fricción entre el Gobierno de CABA y el Grupo Indalo está regulada. Algo parecido ocurre con Sergio Massa. Un escenario de conflicto con Clarín si el ministro de Economía accede a la Presidencia sería impensable, al menos, mientras dure la volatilidad cambiaria. Pero algo comenzó a moverse en el sistema de medios en el que orbita el macrismo en su amplio rango y en el que, según voces públicas de ese sector, incluso participa en su accionariado.
En general, prevalece la presunción de que una eventual victoria de Rodríguez Larreta no dará lugar a sanciones publicitarias masivas ni a persecuciones judiciales como entre 2015 y 2019. La tensión entre el Gobierno de CABA y el Grupo Indalo está regulada
La grilla de W
Uno de los movimientos más notables en el negocio de los medios es el avance del Grupo Werthein, rival económico de Clarín en varias instancias de las últimas décadas.
Este conglomerado tiene un trayecto típico de cierto capitalismo argentino, con inicio en los negocios agropecuario y financiero. A fines de la década de 1990 formó parte del Grupo CEI, la gran incursión mediática del menemismo que se evaporó no bien se frustró el intento de la re-reelección del exmandatario riojano. Ese proyecto puso un tiempo a los Werthein en la vereda de enfrente de Clarín.
Ya con los Kirchner, como accionista de Telecom Argentina, el grupo —cuyas caras más visibles son Gerardo, Darío y Adrián Werthein— protagonizó una disputa legal extenuante contra sus socios de Telecom Italia, de quienes sospechaba que intentaban orquestar el Caballo de Troya para el ingreso del conglomerado comandado por Héctor Magnetto al accionariado de una de las dos empresas del entonces duopolio de las telecomunicaciones. En simultáneo, los W fueron asiduamente mencionados como socios de Daniel Hadad en la propiedad de C5N, Infobae y Radio 10, antes de que éste vendiera sus medios audiovisuales al Grupo Indalo, en 2012. La coincidencia hizo que los Werthein arreglaran con los italianos unos meses antes, instancia que destrabó el desembarco de Magnetto en Telecom.
En 2020, los Werthein —algunos de ellos, entusiastas de la experiencia Macri en Casa Rosada— entraron en el sitio web y periódico El Observador de Uruguay. El grupo sorprendió al mercado cuando adquirió en 2021 la operación de DirectTV en Sudamérica, negocio en el que aparentemente vuelve a tener a Clarín-Telecom como su principal competidor en el mercado de la TV paga.
El lanzamiento de FM El Observador se complementa con una reciente adquisición de los Werthein: la mayoría accionaria de las radios de Alpha Media, que estaban a cargo de Marcelo Fígoli, cuyo activo periodístico más visible es Radio Rivadavia
Los W lanzaron meses atrás la FM El Observador, emisora porteña que por ahora se mantiene debajo del radar, pese a que alberga a figuras conocidas en su grilla. Su director es Luis Majul y los conductores principales son Viviana Canossa, Yanina Latorre, Franco Mercurialli, Esteban Trebucq —el pelado de América 24— y el propio responsable de la radio.
El lanzamiento de FM El Observador se complementa con una reciente adquisición de los Werthein: la mayoría accionaria de las radios de Alpha Media, firma de Marcelo Fígoli, cuyo activo periodístico más visible es Radio Rivadavia. Esa histórica emisora supo conducir en el último trienio el espíritu bolsonarista alla argentina y creció aceleradamente en audiencia a costa, sobre todo, de Mitre, de Clarín. El ascenso se detuvo hace meses, pero Rivadavia alcanzó una porción de audiencia atendible.
Entre las colindantes El Observador y Rivadavia, los Werthein llevan adelante grillas con nombres que también ocupan el prime time de canales de noticias y abiertos en los que el macrismo encuentra vías para dirimir su interna.
Con el ingreso de Werthein a las radios de Alpha Media, se produjo la mudanza de Alfredo Scoccimarro, cronista con paso por varias redacciones, exvocero ministerial de Julio de Vido y presidencial de Cristina Fernández de Kirchner, y artífice de la exitosa refundación de Rivadavia como radio de la alt right.
El nuevo destino de Scoccimarro es la dirección general de los medios del Grupo Olmos: Crónica TV, Crónica, Buenos Aires Económico y otros canales temáticos, productoras y webs. El conglomerado que conducen los hermanos Olmos, cuyo activo más lucrativo son los servicios de salud brindados a la Unión Obrera Metalúrgica y al PAMI, se asomó a los medios durante el kirchnerismo, pasó zozobras durante el macrismo, vivió un cimbronazo interno por haberle dado voz en Crónica TV a los copitos antes de que intentaran matar a Cristina, y mira el futuro con expectativas. En 2021, los Olmos negociaron la adquisición de la filial de Telefónica en Uruguay, pero no se informó si la operación fue concretada.
SL