Victoria Villarruel tenía en agenda el miércoles una reunión con Guillermo Francos. Pero el fracaso de la ley ómnibus en Diputados, el día anterior, hizo que el encuentro careciera de sentido político. No tenían qué coordinar sobre la estrategia en el Senado el ministro del Interior y la vice, esta semana a cargo del Ejecutivo. Ella, sin embargo, había hecho sus deberes: tenía apalabrados a los bloques aliados para su apoyo –el PRO, la UCR y las fuerzas provinciales– y concretó igualmente esa tarde una cumbre que les había preagendado. Fueron varios legisladores opositores, aunque faltó la cordobesa Alejandra Vigo, esposa de Juan Schiaretti, justo cuando el cordobesismo salió eyectado de la órbita Javier Milei.
La respuesta pública de Villarruel a la caída de la ley Bases fue diametralmente opuesta a la del Presidente. “Las adversidades no deben desanimarnos. No perdamos el norte y sigamos trabajando”, escribió en su Twitter. Paz y amor. La vice juega un juego político distinto al del jefe de Estado: el del diálogo y la colaboración, no el de la confrontación permanente. Está pensando en su propio futuro por si el experimento de Milei sale mal.
“El tuit de ella tiene que ver con que nosotros vamos a estar trabajando durante cuatro años. No ayudaría en nada si ella también se pinta la cara para ir a la guerra. Estaba enojadísima igual, pero entiende que la política tiene estas cosas, y le bajamos los decibeles un poco”, dijeron a su lado. La vice se contuvo de “putear” a los opositores. Se enteró del fracaso de la sesión cuando estaba reunida con un grupo de yerbateros de Misiones. Eligió mostrarse en esa sintonía: “Esta es la casa de las provincias y en la casa de las provincias se dialoga. Ella tiene el trabajo en el Senado que es sacar leyes. Por eso cuida mucho todo lo que dice y hace para no tener riesgos el día de mañana”, apuntalaron en su entorno.
Pero lo cortés no quita lo valiente. O la dureza. Villarruel no dio el brazo a torcer la semana anterior cuando la bancada de Unión por la Patria juntó firmas para una sesión en la que esperaba rechazar el mega DNU presidencial. A diferencia de los libertarios en Diputados, que no sabían que pedir el regreso a comisión de la ley era que todo vuelva a fojas cero, la vice se estudió puntillosamente el reglamento de la Cámara alta. “Está a disposición de ella llamar la sesión. Es una potestad suya. Cinco senadores pueden pedirla, pero no exigirla. También puede hacerlo el pleno, pero por lo menos hasta el 1 de marzo, la decisión es de ella”, explicaron en su equipo.
La vice quiere mostrarse como “jefa”, al menos de su quinta. Se prevé para dentro de dos semanas una sesión doble en el Senado: una preparatoria para confirmar autoridades y, en esa misma jornada, buscar darle sanción a la ley contra el lavado de activos. Sería un triunfo de Villarruel para ofrendarle a Milei cuando vuelva al Congreso el 1 de marzo. Nunca en la historia reciente un presidente se ausentó de abrir las sesiones ordinarias. Ni siquiera en el PRO lo ven como una posibilidad.
Sería el summum anti-casta del libertario. Pero Milei es una caja de sorpresas. Buscó convertir en victoria su traspié parlamentario y se autoconstruyó un argumento para llamar a una consulta popular. Además, expulsó a los funcionarios ligados a los gobernadores que lo “traicionaron”: el cordobés Osvaldo Giordano de la Anses (a su vez esposo de la diputada Alejandra Torres, que votó en contra el martes) y la salteña Flavia Royón, que había quedado Minería de la gestión massista. “Sus incorporaciones no tuvieron que ver con un acuerdo con Juan Schiaretti ni con Martín Llaryora”, se desentendieron en Córdoba.
Lo cierto es que las provincias rosquearon con Unión por la Patria para convertir en coparticipable el impuesto PAIS. “Esos gobernadores iban a instruir a sus diputados para que en la sesión se incluyera el artículo. Tuvieron que hablar con UxP para que sus votos consolidaran esta idea”, expuso una fuente parlamentaria al tanto de la negociación. Pero hubo un escollo inesperado: Máximo Kirchner. “Dudaba de avanzar, entiendo que por el ruido que tiene con Axel Kicillof”, teorizó el testigo de las conversaciones. Lo que no se dice es que la coparticipación perjudicaba a un fideicomiso que impulsa obras en barrios populares, que hasta diciembre manejaba Fernanda Miño, del riñón de Juan Grabois.
Fueron los diputados cordobeses Ignacio García Aresca y Natalia de la Sota los encargados de “tratar de convencer a Máximo”. Con la hija del fallecido exgobernador se conocen de compartir salidas al patio de Diputados para fumar algún que otro cigarrillo. La gestión habría tenido fumata blanca, pero el retiro del Gobierno de Diputados evitó que se concretara. “Era factible que ese artículo sí estuviera. Finalmente no ocurrió porque la sesión se cayó antes. La de los gobernadores era una decisión tomada”, concluyó la fuente.
Los reparos de Máximo se entienden también con el silencio de Cristina Fernández de Kirchner. Lejos de llamarse al ostracismo en El Calafate, permanece agazapada en su trinchera del Instituto Patria, a escasos metros del Congreso. En el kirchnerismo duro entienden que hay que esperar que la crisis de Milei decante por sí sola en marzo, cuando las subas en tarifas, el transporte y la canasta escolar golpeé de lleno a los sectores medios y bajos. El Presidente apuesta una sobrevida a mayo, cuando se sienta el ingreso de dólares por la cosecha gruesa.
También Sergio Massa está agazapado. Fue otro titiritero en las sombras del fracasado derrotero parlamentario de la ley ómnibus. En el radicalismo de Rodrigo de Loredo hay quienes acusan de “responder a Massa” a los diputados que acompañaron a Facundo Manes en el rechazo. “Sí, hablamos con todos”, dijo con sorna un operador legislativo del excandidato que el miércoles –justo el día después de la sesión caída– estaba por tomar un vuelo a Brasil para “vacacionar” durante el fin de semana de carnaval. El bloque de legisladores de Innovación Federal, referenciado en los gobernadores de Salta, Misiones, Río Negro y Neuquén, tiene el sello massista. El ejemplo Rayón así lo cristaliza.
Quien se subió explícitamente al ómnibus chocado fue Mauricio Macri. A lo Milei, sus gestos ocurren en el mundo virtual. Un tuit el martes para arremeter contra “una parte de la política” que “impide, traba y retrocede” y felicitar “el compromiso final con el cambio” de los diputados del PRO. Un retuit el viernes para hacer suyas las palabras de “hay que romper el sistema” de Guillermo Dietrich, su exministro de Transporte.
Macri ve que Milei está haciendo lo que él no supo, no quiso, no pudo. Y ahora no puede, no quiere o no sabe cómo terminar de ensamblar al PRO con La Libertad Avanza. Les encargó la faena a Cristian Ritondo, Diego Santilli y María Eugenia Vidal: fueron los negociadores amarillos de la ley y la defendieron en el recinto más que los libertarios. El exmandatario espera volver a la presidencia del partido para tener con qué negociar un co-gobierno. La fecha clave es el 19 de marzo, cuando vence la presentación de listas internas. Las elecciones son el 2 de junio.
Patricia Bullrich, que no puede volver a ser titular de la fuerza porque es ministra, sabe que Macri tiene al partido servido en bandeja. Igual buscará acordar: “No es lo que se le ocurra a Mauricio”, alertan al lado de la ministra. Durante la campaña varias veces los laderos de la candidata se quejaban de que el expresidente “todo lo que toca, lo rompe”. También lo describían con un atributo que hoy daría una pista de lo que Macri quiere hacer con Milei: “Él es jefe. Y siempre va a querer ser jefe”.
MC/JJD