ALIMENTACIÓN

Frutas sin semilla, ¿son menos saludables?

Marta Chavarrías

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Admitámoslo. Cuando comemos frutas como uvas, sandías o cítricos, las semillas pueden ser una molestia porque muchas se entremezclan con la parte que ingerimos, con el consiguiente riesgo de atragantamiento.

Por ello, muchas veces agradecemos el hecho de que en el supermercado haya algunos de estos alimentos desnudos y libres de semillas. Una salida, la de las frutas sin semillas, que va ganando cada vez más popularidad entre los consumidores.

Tanto es así que en los últimos años el mercado español ha ido sustituyendo, por ejemplo, las uvas tradicionales, las de semillas de toda la vida,  por otro tipo de uvas sin semillas (apirenas), situándose en la actualidad en un consumo de 70-30% a favor de las variedades sin semilla. Un mercado que cuenta con diversidad de sabores y colores de distintas variedades.

Muchas veces, y como suele ser común en el sector de la alimentación, suele atribuirse el hecho de que las frutas no tengan semillas con creencias falsas como que son poco naturales, que no son tan saludables y que, incluso, pueden ser dañinas para el organismo. ¿Qué hay de cierto en todo esto?

De dónde vienen las frutas sin semillas

Una sandía sin pepitas no es, como suele atribuirse de manera errónea, un alimento modificado genéticamente. No es una fruta transgénica sino que es el resultado del cruzamiento, de una hibridación, es decir, de cruzar dos plantas cuyos cromosomas son incompatibles. Mediante este proceso de hibridación se persigue seleccionar aquellas variedades que más interesan por sus características y mezclarlas entre ellas.

Las sandías sin pepitas son, en realidad, sandías estériles. Proceden de sandías triploides, que poseen tres copias de cada cromosoma, que es el resultado de la hibridación de plantas con dos copias de cromosomas con otras de cuatro copias. Se cruza el polen masculino de una sandía diploide con la flor femenina de una tetraploide. Resultado: una sandía triploide o, lo que es lo mismo, que no es capaz de generar semillas.

La fruta, por tanto, se desarrolla sin fertilización, a través de un fenómeno que se conoce con el nombre de partenocarpia (fruto virgen), un proceso precisamente que permite la producción de frutos sin semillas que da como resultado frutas estériles cuyo consumo es del todo seguro.

Las sandías triploides no pueden producir semillas funcionales pero aún desarrollan buenos frutos a través de la partenocarpia. En realidad, la genética que se aplica para obtener sandía sin semillas es igual a la que se aplica para obtener sandía con semillas.

Podemos saber que se trata de una sandía sin semillas por la presencia de unas pequeñas pepitas tiernas de color blanco que pasan desapercibidas al comer. Se caracteriza por tener la corteza verde más clara con rayas verdes oscuras y la carne de un color rojo o amarillo.

El hecho de que una fruta no tenga semillas apenas afecta a su nivel nutricional. No hay diferencias nutricionales demostradas entre una fruta con semillas y otra que no tiene: poseen el mismo valor nutricional y aportan prácticamente los mismos nutrientes. 

En el caso de la sandía, por ejemplo, la composición varía pero en función de parámetros como la variedad, las condiciones en las que se cultivad (tiempo, humedad, etc.), el tiempo de siembra y recolección, etc.

Tener o no semillas no condiciona su valor nutricional. Aunque hay algunos estudios, no concluyentes, que dicen que las variedades sin semillas podrían tener mayor contenido de licopeno. Sin embargo, ambas variedades tienen unos niveles similares de potasio y vitamina A, por su contenido en agua (un 95% de su peso) y su aporte de carotenoides como luteína y licopeno.

Por tanto, optar por la versión sin semillas no hace que nos perdamos ninguna propiedad importante de la fruta, sea la que sea. Al perder las pepitas, lo que ocurre es que perdemos algunos compuestos como compuestos fenólicos con capacidad antioxidante.

Pero también es cierto que, para beneficiarnos de estos compuestos, tendríamos que masticar las pepitas y morderlas. Solo entonces nos beneficiaríamos de nutrientes de las semillas de uva como fibra, proteínas, flavonoides, con propiedades antiinflamatorias, resveratrol, etc. o de magnesio, hierro y zinc de las semillas de la sandía.

Si tuviéramos que encontrar una desventaja a las variedades de fruta sin semillas tendríamos que ir al proceso de producción. Porque, al ser clones, las frutas sin semillas tienen un riesgo mayor de ser atacadas por plagas (son más susceptibles a enfermedades), por tanto, y disminuye la diversidad de la especie. 

Otra diferencia importante entre las que contienen semillas y las que no, y que no tiene nada que ver con su valor nutritivo: el precio. Las frutas sin semillas son más caras que las tradicionales.

MCh