La publicación de un artículo en la revista Nature que especula con la posibilidad de editar el genoma en embriones humanos en múltiples localizaciones ha despertado una fuerte reacción en contra en la comunidad científica. Bajo el título Edición poligénica hereditaria: ¿la próxima frontera en la medicina genómica?, el texto liderado por el filósofo y bioeticista Julian Savulescu defiende seguir explorando esta vía, aunque hace algunas advertencias sobre la seguridad de las herramientas de edición y los límites éticos.
“Los avances en la tecnología ya han permitido el nacimiento de al menos dos niños modificados genéticamente”, escriben sus autores, en referencia al experimento acometido irresponsablemente por el científico chino He Jiankui en 2018, que acabó con el nacimiento de dos niñas (después se supo de una tercera) con su genoma editado mediante CRISPR, y cuyos pasos parecen querer seguir. Su conclusión es que editar un número relativamente pequeño de variantes genómicas podría marcar una diferencia sustancial en el riesgo de un individuo de desarrollar enfermedad de la arteria coronaria, enfermedad de Alzheimer, trastorno depresivo mayor, diabetes y esquizofrenia.
Ante la posibilidad de que en un futuro se puedan realizar estas ediciones múltiples en la secuencia de ADN de embriones y células germinales humanas, los autores se muestran convencidos de que “editar solo unas pocas variantes maximizaría los beneficios y minimizaría los riesgos”. “En este análisis, demostramos que la edición de un número relativamente pequeño de variantes podría producir cambios drásticos en el riesgo de que un individuo padezca enfermedades y, si se utiliza de forma amplia y segura, puede reducir sustancialmente la incidencia de enfermedades poligénicas entre las personas con genomas modificados”, escriben.
“Una locura y una total imprudencia”
La Asociación para la Investigación Responsable y la Innovación en Edición Genómica (ARRIGE) ha publicado un comunicado de respuesta al artículo en el que sus miembros se preguntan por qué Nature ha decidido reavivar el debate que abrió el chino He Jiankui con sus malas prácticas. En su opinión, este artículo “aboga por la edición poligénica hereditaria para reducir el riesgo de varias enfermedades comunes, desarrollando un escenario teórico basado en la idea enteramente especulativa de que la edición genética hereditaria a gran escala es factible y segura, lo que no es así, según los últimos avances e innovaciones de esta tecnología”.
La propuesta es una locura y una total imprudencia, además de ser prácticamente ilegal en la mayoría de nuestros países
Desde ARRIGE señalan que imaginar la posibilidad de transferir estas modificaciones poligénicas a embriones humanos es “una locura y una total imprudencia, además de ser prácticamente ilegal en la mayoría de nuestros países”. Los autores del artículo publicado en Nature, subrayan, se basan en suposiciones simplificadas y no demostradas sobre los mecanismos genéticos, los factores ambientales y la variabilidad de la población. “El modelo supone que las técnicas de edición genómica pueden modificar el ADN del embrión humano con una precisión impecable”, indican. “Incluso dentro de tres décadas, nada permitirá hacer tal afirmación”.
Traspasando líneas rojas
Para el genetista y experto en bioética Lluis Montoliu (del CNB-CSIC, CIBERER-ISCIII) la revista Nature ha cruzado una línea roja al publicar este artículo. En su opinión, el trabajo es enteramente especulativo, con multitud de evidencias científicas en contra. “Se trata de un ejercicio teórico, basado en modelos matemáticos, sin validación experimental y, por ello, parece una propuesta realizada de forma totalmente irresponsable”, escribe en un artículo de respuesta.
Es un despropósito descomunal, éticamente cuestionable y científicamente inabordable, que puede generar desconfianza y descrédito de la comunidad científica
Aunque el supuesto objetivo sería generar personas más sanas, longevas y menos propensas a desarrollar enfermedades, apunta Montoliu, los autores deberían tener en cuenta el despropósito que supuso el anterior intento conocido de editar el genoma de embriones humanos con las herramientas CRISPR de He Jiankui.
“No tienen tampoco en cuenta las múltiples interacciones que hay entre todas las variantes génicas, ni el comportamiento individual que pueden tener tales variantes genéticas en diferentes personas, con diferentes genomas”, asegura Montoliu. “Es un despropósito descomunal, éticamente cuestionable y científicamente inabordable, que puede generar desconfianza y descrédito de la comunidad científica”, concluye.
Tras el escándalo del experimento llevado a cabo en China con el nacimiento de dos bebés modificados mediante CRISPR en 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) concluyó que crear bebés editados genéticamente es algo “irresponsable” y un grupo de científicos y bioéticos de reconocimiento internacional pidió también en las páginas de la revista Nature una moratoria mundial sobre este tipo de experimentos.
Aunque en aquel momento, y tras la condena de prisión por las autoridades chinas, parecía que He Jiankui era un loco solitario, hay pruebas de que el gobierno le ofreció inicialmente su respaldo y que parte de la comunidad científica conocía lo que estaba haciendo. Como se muestra en el documental Make people better, la idea de evitar enfermedades graves mediante edición genética es demasiado tentadora para algunos investigadores, y es probable que unos pocos quieran acelerar la marcha sin tener tantos miramientos éticos.
¿Una especulación legítima?
Para el filósofo de la ciencia, Antonio Diéguez, es legítimo que Savulescu haga este tipo de reflexiones especulativas, y recuerda que cuando se conoció el escándalo de He Jiankui fue una de las primeras voces en calificarlo de “monstruosidad”, de modo que no es sospechoso de apoyarlas. “Lo que pasa es que a él le encanta crear discusión de tipo bioético, es lo que ha hecho siempre”, explica. “Hasta el punto de que les ha acusado de hacer una bioética ficción, pero él y su grupo defienden que una ética especulativa ayuda a ir puliendo la reflexión”.
Diéguez cree que la parte positiva es que promueve el debate, pero aunque sus autores insisten en que todo esto no es factible por el momento, puede despertar falsas expectativas. “El problema es que puede hacer creer a mucha gente que esto es una cuestión inminente y puede despertar falsas esperanzas en personas con enfermedades genéticas”, apunta. Por otro lado, admite el filósofo, el enfoque de este artículo puede pecar de reduccionista y determinista.
“En todos los casos complejos hay centenares de genes implicados, excepto en las enfermedades monogénicas”, explica Diéguez. “En la diabetes, por ejemplo, puede haber centenares de genes, pero los autores argumentan que a lo mejor modificando solo diez de ellos se consigue un efecto importante”. Lo que hay que ver es la fiabilidad de ese modelo, recalca, porque es verdad que es especulativo y no tiene un modelo empírico detrás.