Son cada vez más las personas -particularmente, mujeres- que consumen literatura o cuentas en redes sociales que interpretan los movimientos de los astros desde una mirada feminista. No todas buscan lo mismo. Para algunas, puede ser una instancia de exploración o de introspección. Otras van detrás de respuestas, una mejor conexión con otros, seguridad, bienestar o incluso divertimento.
Esta nota no busca alimentar la ya clásica disputa de Twitter entre ciencia y astrología, que suele terminar en expresiones tan vehementes (como la de la Tana Ferro en la famosa escena de “Un novio para mi mujer”). De hecho, ninguno de los participantes abona a la dicotomía y combaten las prédicas antivacunas y antimédicas.
Más bien, se intenta reflejar diálogos, abrir preguntas sobre creencias, consumos culturales, activismos, resignificaciones y diversos procesos subjetivos o colectivos recientes. Algunos de ellos, reforzados durante la pandemia.
Las y los astrólogos entrevistados creen que la pelea por derechos se da en la Tierra, aunque apuestan a distintas relaciones con su campo de investigación. “Cuando hay que defender un derecho, salgo a la calle, no me quedo prendiendo una vela”, sintetiza una de ellas.
Las preguntas son muchas y las respuestas varían. Primero, hay que empezar con las más básicas. ¿Qué es la astrología hoy? En un país donde hay gente sin techo ni comida y en el cual prima la precarización laboral, ¿qué tan decisivos son el horario, la fecha y las coordenadas de nacimiento? ¿Los signos tienen alguna incidencia sobre las personalidades? Y, por último, ¿puede existir un esoterismo con perspectiva de género?
Definiciones contemporáneas para una práctica antigua
Gael Policano Rossi (@astromostra) lleva más de nueve años en los medios. Es dramaturgo y autor. Su último libro -que condensa más de quince años de estudio- se llama Astrología para hacer la revolución y lo promociona con el lema: “La astrología no sirve para explicar el mundo, sino que viene a inventar uno”.
Él entiende la astrología como “una forma de semiología y de espiritualidad”, de tradición larga y diversa, entrañada con temas humanos. Y la ubica en el plano de las creencias. “En vez de bajar una verdad o definir algo, busca abrir la posibilidad a que las cosas sean de otro modo: planetario, poético”, resume. En su opinión, se trata de abrir preguntas, intuiciones, asociaciones libres: abordar la disciplina desde un método causal, solo podría llevar a un uso “nocivo y berreta”.
Para Ayelén Romano (@__venusandmars), la astrología es un lenguaje, que se vale de símbolos para entender el mundo, tanto a nivel macro o externo, como interno. “Sirve para conocernos a nosotros mismos, a las personas que nos rodean y al mundo que habitamos”. Refiere a una evolución de la práctica: “Antes se usaba para predecir. Se creía, por ejemplo, que los eclipses anticipaban guerras. Hoy se incluye el libre albedrío, el contexto, la coyuntura social, política, económica. No todos ni todas tenemos las mismas posibilidades. El uso consciente gana terreno”, añade. Una palabra que enfatiza es “interdisciplinaridad”, la necesidad de conectar diferentes herramientas, conceptos y cosmogonías, para “ser más responsables y tomar mejores decisiones”.
Agostina Chiodi (@como_es_arriba_es_abajo) es politóloga por la Universidad de Buenos Aires, instructora de yoga y astróloga. Comprende su ejercicio como humanístico y transpersonal. Al contrario de la “mirada cultural convencional”, la interpela “una percepción, en la cual las personas estamos profundamente unidas y que asimila que en cada uno de nosotros está la totalidad del sistema solar, todas sus energías organizadas de una manera particular”.
Abre distintas definiciones en torno a la astrología: una forma de internalizar y comunicar que el universo es una red; una herramienta de autoconocimiento, de transformación personal y vincular; una representación de las relaciones entre el cielo y la Tierra; el resultado de miles de años de acumulación de tradiciones, experiencias, discusiones, capas de sentidos y sensibilidades.
Astrofeminismo
“Soy feminista antes de ser astróloga y eso me ayudó a imprimirle a mi práctica una perspectiva de género, que no suelen tener las escuelas tradicionales”, advierte Agostina. Al igual que para Ayelén, no puede ubicar el momento exacto en que confluyeron los caminos feministas y astrológicos, pero ambas concuerdan en que la astrología, como todas las disciplinas, fue atravesada por los nuevos cuestionamientos y reivindicaciones, casi como una exigencia de época.
¿Qué podría aportar la astrología a los reclamos emancipatorios? Según Ayelén, la comprensión de lo que nos sucede a nivel humano. Incluso contribuiría a revisar la Historia, poniendo el foco en voces y cuerpos acallados, como es el caso de las brujas que murieron en las hogueras durante la Edad Moderna, a la par del avance del capitalismo.
“El estudio de los astros es una forma más de entender las demandas de los movimientos actuales. Desde hace unos años se produce el movimiento de Urano en Tauro. Urano representa el movimiento de masas desde la revolución, desde el corte y los cambios radicales: son flujos liberadores. Tauro es venucino: se relaciona con la energía femenina. Aunque también Tauro tiene que ver con lo económico y el trabajo de la tierra. Por eso, justamente, hoy no vemos el feminismo por sí solo, sino el ecofeminismo, el ambientalismo”, analiza Ayelén.
Gael no considera que la astrología pueda dar respuesta a fenómenos colectivos, ni históricos. “Quizás podría dar pistas de cosas, pero tampoco funcionaría como una justificación causal ni cerrada”. Al mismo tiempo, cuestiona el “sesgo heteronormativo que sobrevive en ciertos discursos astrológicos”, entre estos, la propia idea de que existen signos femeninos y signos masculinos. O sea, ni los hombres son de Marte, ni las mujeres de Venus. Su práctica está arraigada en la identidad queer, feminista y disidente.
“Como mecanismo de autoconocimiento, la astrología aporta al empoderamiento de muchas mujeres a las cuales nos resuena este lenguaje y nos cuesta expresar socialmente cualidades que el patriarcado nos tuvo vedadas por mucho tiempo, como el poder, el deseo, la definición, la iniciativa. La astrología nos muestra, por ejemplo, en qué medida también tenemos a Marte -el arquetipo del guerrero que siempre se asoció a las características tradicionalmente masculinas- en nuestra carta natal. Nos alienta a desplegar esas potencialidades. Si bien esto se da un contexto general de la cuarta ola feminista, la astrología ayuda a descubrir en qué medida esas energías están en nosotras y las podemos utilizar, posicionándonos de otra manera, desafiando mandatos. Por otro lado, el cambio interno implica la transformación en la forma de vincularnos entre las personas -desde la cooperación y la corresponsabilidad, de manera más libre- y eso impacta en lo social”, enumera Agostina.
Es innegable que se forman verdaderas comunidades -de debate, contención, aprendizaje- alrededor de temas esotéricos. Las contradicciones y paradojas son parte de las mismas.
Autoconciencia... de clase
“Creo que hay que pensar cómo influyen los discursos New Age y astrológicos en los procesos de subjetivización. La proliferación de perfiles, grupos y cursos sobre estos temas ganaron más impulso en el contexto de pandemia, por la disponibilidad de tiempo de lectura en las clases medias”, acota Karina Felitti, doctora en Historia, investigadora del Conicet y del Instituto de Investigaciones en Estudios de Género de la Universidad de Buenos Aires.
¿Hay una única extracción social de las y los consumidores de este tipo de espiritualidades? Gael cuenta que tiene una audiencia bastante amplia, de distintos países y clases. A diferencia de lo que ocurría en los años ochenta, cuando la práctica comenzó a cobrar notoriedad entre la élite, opina que ese capital simbólico ya no está circunscripto a esos círculos. En gran parte, porque muchos astrólogos y astrólogas rompieron la “lógica cerrada”, a través de divulgación y presencia en redes sociales.
Agostina también observa que hay una “democratización” de la astrología, gracias a internet y a sensibilidades más abiertas de las nuevas generaciones. “Comprobar que la astrología 'funciona' -es decir, que esta lectura haga eco en las historias personales- es la base de la penetración de este lenguaje en parte de la sociedad. Respecto a la pandemia, creo que llevó a muchos y muchas a indagar otras apreciaciones del mundo, a hacerse preguntas existenciales, filosóficas y espirituales. Se evidenció que nuestro modo de vivir, tan alejado de una armonía con la naturaleza, es lo que nos llevó a esto”, prosigue.
Ayelén introduce otro tema: “No hay un uso responsable si no se tiene conciencia social, política y económica. No le podemos decir a una persona que todo está en sus manos, que debe empoderarse, 'vibrar alto', para conseguir cosas”. Reniega de las influencers que rechazan la existencia del coronavirus o asocian la pobreza a “vibrar desde la carencia”, el karma o el -supuesto- mal desempeño en vidas pasadas. “Si no hay conciencia de clase, solo quedan magia, brillos, cosas hermosas y perfectas, que responden a imágenes hegemónicas y heteronormativas. Hoy ya no va”, concluye.
Gael también cuestiona “el universo falopa” de “vibrar alto” (que instalaron figuras como Ivana Nadal) y el movimiento New Age de los últimos años, por su tinte “conservador, meritócrata y despolitizante, que borra muchos condicionamientos específicos”. Lo considera funcional a un sistema que quiere cambiar. Asimismo, Agostina apunta a lo perverso del “discurso voluntarista y meritocrático” que, desde posiciones de privilegio, sostienen algunas personas que se presentan como referentes espiritistas.
¿Lo esencial es invisible al tercer ojo?
Las y los detractores de la astrología manifiestan que la revalorización de determinados aspectos de la femineidad (concretamente, aquellos ligados a la maternidad, la tierra, la naturaleza) pueden devenir en una vuelta a esencialismos que se pretenden combatir. Es decir, a una atribución de características inamovibles a los sexos y géneros.
Gael, que pelea contra estos enfoques, advierte que las esencializaciones no ocurren solo en el ámbito de la astrología, sino que están en la vida cotidiana. “Hay bebés que antes de tener un DNI, tienen un carnet de Boca. Ni hablar de la política o incluso el feminismo conservador (las radfems o feministas radicales transexcluyentes)”, arguye.
“La astrología en sí misma no es patriarcal o binaria, sino ciertas interpretaciones. No existe diferencia entre la carta natal de un varón cisgénero, de una mujer trans o de una persona no binaria. Todas y todos tenemos las mismas energías distribuidas de diferente manera, más allá del género”, complementa Agostina.
Amor, amor, amor
“Más allá de tus labios, del sol y las estrellas”, versaba el famoso bolero de César Portillo de la Luz. Las relaciones sexoafectivas -en constante cambio por el avance del feminismo, el desgaste de viejas instituciones y la pandemia-, pasadas por el prisma de la astrología, son parte del boom. Al menos, por parte de algunos referentes y consumidores.
“Desde los feminismos se ha construido una idea de transición hacia otras formas vinculares, pero, mientras esto sucede, en la desorientación, la búsqueda de respuestas, explicaciones, pautas y solidaridades, mucha gente encuentra respuestas también en la astrología”, discurre la doctora Karina Felitti.
Desde los feminismos se ha construido una idea de transición hacia otras formas vinculares, pero, mientras esto sucede, en la desorientación, la búsqueda de respuestas, explicaciones, mucha gente encuentra respuestas también en la astrología
Según la académica, se produce así una articulación de discursos y estrategias de transformación, que incluyen lo espiritual como fuerza. Principalmente, entre mujeres cisgénero y heterosexuales. “Cada persona tiene una experiencia particular y es ahí donde un lenguaje que hace eco en lo individual, desde una mirada holística, cobra importancia”, resume.
En el alto cielo su fondo estrellado
Una de las críticas más comunes a la astrología sugiere que mirar al cosmos desvía el foco de la lucha concreta por derechos, poniendo el eje en voluntades externas (que incidirían en el devenir personal o social). ¿Puede darse un corrimiento de la movilización en las calles a la lectura, puertas adentro y silenciosa, del horóscopo? Este es uno de los nudos de la tensión entre los activismos y la astrología.
“Pensar en términos de antípodas se contrapone a la porosidad y entrecruce de los lenguajes feministas, holísticos y hasta científicos, por parte de mucha gente”, remarca una antropóloga integrante del Instituto Interdisciplinario de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, consultada por elDiarioAR. Para la estudiosa, las “espiritualidades paganas”, los discursos religiosos, simbólicos, técnicos o científicos pueden convivir; y ser resignificados como un recurso de autonomía.
Advierte, sin embargo, ciertos peligros. Uno es la aludida sacralización de un “sujeto femenino” como lugar de enunciación (que, por otro lado, se encuentra en las religiones tradicionales). Otro es la potencial mercantilización de estos saberes, ahora con un barniz “de género”. El debate está instalado y genera polémicas.
Gael, Ayelén y Agostina problematizan estas cuestiones, que exceden ampliamente a la disciplina. Los tres procuran prácticas que revaloricen la militancia feminista y diversa, eludiendo los relatos esencialistas y anticientíficos que existen en otros abordajes. Al entender las existencias particulares como parte de entramados más amplios, trazan puentes con los activismos. Ponen el grito en el cielo y en la Tierra.
“La astrología sirve como punto de partida para la producción subjetiva del individuo y su relación con la comunidad. Siempre se ha adaptado a su tradición, pero también a su tiempo. Actualmente se suma a las discusiones en torno a la clase, la raza y los géneros, porque esas discusiones están vivas afuera, no adentro de la astrología. Todas y todos debemos involucrarnos”, cierra Gael.
JB