“Donde entra comida, no entra el médico, con ese dicho me educaron. Viví muchos años en Chacabuco, un pueblo de la Provincia de Buenos Aires. Y para mí y mis dos hermanas, el desayuno era sagrado”, cuenta Clarisa Vespaciano, de 55 años, consultora en recursos humanos. Por eso, al principio le fue difícil aceptar este modo de alimentación cuando se lo propusieron. Estaba convencida de que si a la mañana arrancaba el día sin comer nada, le iba a bajar la presión, se iba a marear o incluso morir. “Pero un día me hice unos estudios de salud que me dieron valores no demasiado buenos y mi médica me propuso que hiciera ayuno intermitente. Se tomó más de una hora para explicarme los beneficios que me traería. Evidentemente las cosas marcadas desde la infancia son difíciles de cambiar, pero lo intenté y me fue muy bien”.
Cuando se levanta, Clarisa hoy prepara el desayuno para sus cuatro hijos. Recién a las dos de la tarde come por primera vez, después de sostener las 16 horas de ayuno que le pide esta práctica. “Lo que hago es comer bien a la noche, que es mi 'comida fuerte', en la que me puedo sentar tranquila y compartir con mi familia. Generalmente como lo mismo que ellos, pero trato de elegir carnes o pescados con verduras y mucha fruta. Si bien mi médica me aconsejó no comer harinas, le dije que es una cosa que no puedo dejar, así que sigo comiendo mucho pan. Mi almuerzo, por lo general, es más rápido: una ensalada, un wrap, una tarta. Durante el día tomo mucho líquido, como mucha fruta, a veces elijo bananas que dan sensación de mayor saciedad. Pero si quiero comer bizcochitos o medialunas, los como. Porque lo importante del ayuno intermitente es que no es una dieta”. Y concluye que lo mejor es que se liberó del mandato de tener que hacer cuatro comidas al día, sintiéndose bien, más productiva, durmiendo mejor. Y, aunque no era su objetivo principal, hasta bajó de peso.
La práctica del ayuno intermitente (AI) está cada vez más difundida. Si se hace el ejercicio de preguntar a nuestro alrededor, la respuesta soprendería al saber cuántas personas lo hacen a diario. Aunque existen distintas maneras de practicarlo, la propuesta más difundida consiste en disminuir la frecuencia con la que ingerimos alimentos en un tiempo promedio de 12 a 16 horas, aprovechando las horas de descanso. Tan simple como eso, ya que ayunar es una tarea en primera persona, sin terceros de por medio.
Dos de los profesionales que más difundieron el método en el mundo son el estadounidense Mark Mattson, profesor de neurociencia en la Universidad Johns Hopkins, y Jason Fung, médico canadiense egresado de la Universidad de Toronto. Lo defienden en publicaciones (Efectos del ayuno intermitente sobre la salud, el envejecimiento y la enfermedad, de Mattson en la New England Journey of Medicine; El ayuno como estilo de vida, de Jung y otros, editorial Sirio), charlas Ted o en sus propias páginas webs o redes sociales .
Mattson asegura que el AI reduce la inflamación y el estrés oxidativo en los sistemas de órganos de todo el cuerpo, cambia el metabolismo de energía, inicia la quema de grasa y produce mejoras en enfermedades como el Alzheimer, la artritis, el asma, la esclerosis múltiple, el accidente cerebrovascular.
Fung, también especializado en la diabetes, dice que el ayuno se practica hace tanto tiempo porque siempre se supo que maneja la desintoxicación del cuerpo. Y afirma que, cada tanto, necesitamos limpiar el organismo de toda la basura que consumimos de más: azúcar extra, insulina, grasa.
Tal como dice el médico canadiense, el ayuno intermitente se practica desde siglos atrás. Los antiguos griegos ya hablaban de él, hace 5.000 años. Platón ayunaba para conseguir una mayor eficiencia física y mental. Distintas religiones, como el cristianismo, el islam, el judaísmo, el hinduismo y el budismo, aconsejan llevarlo a cabo durante ciertos períodos. Los tres máximos referentes de algunas de las religiones más difundidas coincidieron en el ayuno: Jesús, Mahoma y Buda.
Son las nueve de la noche. Florencia Ure (56), gestora del Club del libro “Pez Banana” se está arreglando para ir a un evento. Le cuenta a elDiarioAR que su primera comida en el día fue hace cuatro horas. “A veces se me pasa el tiempo, porque estoy trabajando o entretenida, y ni me doy cuenta de que no comí porque no siento hambre”. Si fuera una noche cualquiera, tal vez Ure ya no comería hasta el día siguiente, pero hoy está dispuesta a hacerlo o a beber algo en la reunión que tiene por delante. Recién mañana volverá al ayuno que le corresponda para cumplir las 16 horas que se propone sin ingerir alimentos. “Lo hago todos los días porque me acostumbré a comer así hace años. Si tengo un almuerzo, familiar o de trabajo y tengo que comer, como. Pero en general no tengo hambre antes de las 16 horas de ayuno. Incluso si estoy con mis nietos, o con quien sea, y tengo que cocinar para ellos, no me da hambre, no es que me tengo que aguantar. No lo hago con esfuerzo, lo hago siempre, incluso cuando estoy de viaje”, cuenta a elDiarioAR. “Trato de comer legumbres, proteínas, ensaladas. Si voy a un lugar y sé de antemano que no habrá esas opciones, trato de comer antes en mi casa; pero si llego y me doy cuenta ahí, como lo que venga. No es que voy con un tupper”, aclara, y asegura que le encantan los dulces, toma alcohol, come helado, y sólo evita el gluten, pero porque tiene intolerancia a ese alimento. “Para mí no hay alimentos prohibidos”.
Pero entonces, ¿no es necesario hacer cuatro comidas diarias?
El ayuno intermitente cuestiona firmemente esa creencia instalada . Mark Mattson asegura: “Se tarda cerca de 10 a 12 horas antes de agotar las reservas de glucógeno en el hígado. Recién una vez agotadas esas reservas se empieza a quemar grasas y se producen los llamados cuerpos cetónicos, que son muy buenos para el cerebro. Ayunar es un desafío para ese órgano que reacciona activando vías de respuestas por adaptación que lo ayudan a lidiar con el estrés y resistir la enfermedad. Con el ayuno intermitente la vida será mejor y las personas más longevas”.
Qué opinan los especialistas argentinos
En Argentina se alzan voces a favor y en contra de este método de alimentación. Gabriela Navarro, licenciada en nutrición, explicó a elDiarioAR: “Ayunar es un mecanismo natural de nuestro organismo para sanarse, limpiarse y no es nada nuevo, ni una dieta ni una moda. Diariamente todos hacemos ayunos. El equilibrio entre los períodos de ayuno y alimentación nos ha traído hasta acá. Creo que si las recomendaciones nutricionales no hubieran estado basadas en realizar más de cinco comidas diarias, no generaría tanta controversia hablar de ayuno”. Sostiene que no hablaría de desventajas propias del ayuno, sino del uso y la aplicación del mismo. Y reniega de que se lo exponga como una dieta o moda milagrosa, porque de esa forma no se hace hincapié en la alimentación como pilar fundamental de salud. “Cabe destacar que hay patrones de ayuno que no recomiendo, porque no considero necesario o aplicable a todos. Más que desventajas hay aplicaciones incorrectas” concluye.
Por su parte, Mariana Schlumpp, licenciada en nutrición, hizo hincapié en que cada paciente es un ser individual y que hay que manejarlo como tal: “El ayuno intermitente empezó siendo un tratamiento para pacientes neurológicos, especialmente epilépticos, porque se trata de bajar los niveles de azúcar al mínimo posible según cada paciente. Hoy se aplica en otros casos. Tengo pacientes que hacen el ayuno intermitente y bajan muy bien de peso. Pero no es para todos, no lo aconsejo para mujeres en período de lactancia, embarazadas, personas con bajo peso, por ejemplo. Hay personas que se sienten muy bien con menos comidas pero de mayor volumen; otras necesitan varias comidas al día pero de menor volumen”. Y advierte que hacer ayuno intermitente 2 o 3 días a la semana para “limpiar” el organismo puede ser una práctica saludable, pero que no sirve de nada si la persona lo usa como comodín después de un atracón.
Más allá de las voces que hablan a favor, algunos nutricionistas desaconsejan la práctica. La principal crítica es que ciertas personas, frente a la restricción, podrían aumentar el descontrol, desinhibir impulsos y presentar efectos emocionales negativos. elDiarioAR consultó a Jesica Lavia, nutricionista y autora del libro Pese lo que pese, contra la hegemonía del cuerpo ideal, quien señaló: “No recomiendo el ayuno intermitente para la población en general bajo ningún concepto. Creo que la única forma de alcanzar un verdadero estado de salud es acompañándolo con educación nutricional integral y no de otra forma. El AI escapa a esa educación y a su objetivo”. Aunque entiende que para casos particulares algunos profesionales lo pueden tener en cuenta, ella no lo aconseja porque sostiene que no hay evidencia científica que muestre una mejora por sobre un plan de alimentación balanceado, completo y equilibrado. Por ese motivo asegura que no hay ventajas para mencionar. Y advierte: “Tenemos tasas muy altas de personas que sufren trastornos alimenticios, somos una sociedad gordofóbica y pesocentrista, y terminamos siendo funcionales a ese sistema. Lo que muestra la evidencia es que 9 de cada 10 personas que han tenido anorexia refieren como antecedente la realización de algún tiempo de dieta restrictiva extrema”.
Como respuesta a las críticas se suman sospechas acerca de que el AI no le conviene a las industrias de alimentos ni a los laboratorios. Soledad Barruti, periodista y escritora, autora del libro Malcomidos y activista de luchas relacionadas con la buena alimentación, dijo al respecto: “El ayuno intermitente es, básicamente, cómo debemos comer. No es una dieta, no es una moda, no es un manual para bajar de peso, es simplemente escuchar nuestros requerimientos biológicos. Claro que es más funcional a algunos intereses decirle a las personas qué, cuándo, cómo y cuánto deben comer. Comer todo el tiempo es algo muy funcional a las marcas que crean objetos comestibles y también a una forma de adoctrinamiento y obediencia que ha hecho de nuestras necesidades vitales otro objeto de consumo. Dictar horarios para comer es funcional a eso. No somos pájaros que picoteamos todo el tiempo comida del piso. Sabemos sobrevivir a la escasez y sabemos cómo hacernos de alimentos no en forma recurrente, sino en momentos específicos. Nuestros cuerpos bien alimentados y bien escuchados nos dicen cuándo quieren comer”.
Por su parte Esteban Larronde, cardiólogo argentino apasionado por el tema de la alimentación, plantea una controversia de lenguaje: “A mí no me gusta usar la palabra ayuno. Prefiero hablar de alternar ciclos de alimentación de calidad con ciclos de no alimentación de calidad. Nunca pudimos manejar el hambre porque metimos comida de diseño, hecha para vender, no para comer. Hay que tener claro que las industrias que nos alimentan no buscan ni engordarnos ni matarnos, sino maximizar ganancias”.
Pero a pesar de lo que opinan los especialistas, algunos seguidores del ayuno intermitente buscan otras referencias. “Lo estoy siguiendo hace ya cinco meses. Empecé viendo videos en YouTube de Yoshinori Ohsumi, ganador del Premio Nobel de Medicina 2016, en los que hablaba sobre el tema. No lo arranqué para bajar de peso, sino para cambiar el hábito de alimentación. Me empecé a sentir mucho más liviana y con menos ansiedad por la comida a nivel mental, ya que dejó de ser una constante preocupación qué comer”, cuenta Belén Sorrentino (20), estudiante de abogacía.
También Isabela Ardua (51), IIN Health coach, que practica el ayuno intermitente y orienta a otros en buscar su forma adecuada de alimentación, contó que se empezó a interesar por el tema cuando conoció hace unos años a un cardiólogo uruguayo, Alejandro Junger, que trabaja en Estados Unidos, quien le enseñó esa técnica. “Él me regaló su libro: Clean, que me resultó una inspiración. La dieta estricta la hago dos veces al año, porque en mi caso pierdo mucho peso y no es bueno. Hago sólo 21 días de dieta y 12 horas mínimo de ayuno, con una alimentación cetogénica, baja en hidratos de carbono y rica en grasas. El ayuno de horas se logra con el entrenamiento con la comida, después que estás bien entrenada, bien nutrida, con un balance de probióticos, prebióticos y proteínas, lográs tranquilamente hacer bastantes horas de ayuno. Yo tomo el intestino como el segundo cerebro”.
Por un lado, los que dicen que solo se trata de una dieta mágica más. Por el otro, los que sostienen que el ayuno intermitente escapa a las dietas tradicionales y reivindica que no hay alimentos prohibidos, con la simple y rotunda cita de Jung: “El problema es que se trata de un método de alimentación simple, libre y gratuito”. Cada uno tendrá que definir si apuesta a qué comer o a cuándo comer. To eat, or not to eat.
LS