El cometa 2022 E3 (ZTF), más conocido como el cometa verde, recién comenzaría a verse en nuestro país, a causa de su trayectoria orbital, a partir de hoy, entre las 21:00 y 23:00 hs, y a pocos grados de altura sobre el horizonte norte, según información que difundió el Planetario Galileo Galileo de la Ciudad de Buenos Aires.
El cometa, que nos visitó por última vez hace 50.000 años, se ubicará ligeramente “a la izquierda y abajo” de la famosa estrella Capella: la sexta más brillante del cielo nocturno.
Después, día tras día, irá ganando altura, siempre en el mismo horario, y en la misma zona del cielo, tal como muestran los dos mapas celestes que el Planetario preparó especialmente, que dan cuenta de su posición en relación a estrellas y constelaciones de esa zona del firmamento.
Desde el Planetario aclaran que no se verá a simple vista en el cielo de Buenos Aires, o de cualquier otra ciudad grande o mediana. Para ver al cometa ZTF los observadores urbanos necesitarán binoculares (o un telescopio, si lo tuvieran). E incluso en ese caso, difícilmente se vea más que una muy pálida manchita elongada.
En cambio, lejos de las ciudades podría verse a simple vista en zonas alejadas de la contaminación lumínica urbana.
Entre el 5 y el 8 de febrero, el cometa transitará la constelación de Auriga. Este último día, hacia las 21:00 h, el ZTF ya se ubicará a unos más cómodos 20 a 22° de altura sobre el horizonte de Buenos Aires y alrededores (en otras zonas del país habrá pequeñas diferencias de horario y altura).
A partir del 9 de febrero, “desfilará” por la constelación de Tauro, donde, entre otras cosas, tendrá un encuentro aparente con Marte, los días 10 y 11.
De acuerdo a la información del Planetario, para ubicar mejor al cometa es importante tener en cuenta que tuvo su mayor acercamiento a la Tierra el 1 de febrero y lo pudieron ver en el hemisferio norte.
Desde ese momento, se fue alejando, y perdiendo brillo. A medida que gane altura sobre nuestro horizonte norte, “escapará” de la “peor” zona del firmamento: la de mayor absorción atmosférica y contaminación lumínica. Por eso, los días que -en principio- nos darían el mejor “costo/beneficio” entre ambos factores, serán del 8 al 12. O quizás, hasta el 14 o 15, cuando ya se ubicará cerca de la brillante, rojiza y famosa estrella Aldebarán, señala la información.
El Planetario aclara también que con los cometas nunca hay certezas. “Hay muchos factores (endógenos y exógenos) que deciden si serán (o no) lo suficientemente brillantes en nuestros cielos terrestres, como para llamar nuestra atención. Y eso es lo primero que hay que saber”, sostiene Mariano Ribas, a cargo del área de divulgación astronómica, en el texto de esa institución.
El cometa verde fue descubierto hace casi un año, por el Zwicky Transient Facility (ZTF), un programa de observación de fenómenos astronómicos de corta duración (desde novas y supernovas, hasta tránsitos de asteroides y cometas por delante de estrellas), perteneciente al Observatorio Palomar, en San Diego, California, Estados Unidos.
Por aquel entonces, el cometa ZTF (tal como fue bautizado a partir del mencionado programa científico) estaba a 640 millones de km del Sol, es decir, bastante “adentro” de la órbita de Júpiter. Y presentaba un brillo extremadamente bajo: una escuálida magnitud 17.
Con el correr de las semanas, los científicos determinaron que el C/2022 E3 (tal su entrada formal de catálogo) tenía una órbita inmensa en torno al Sol: 50 mil años. Y además, muy excéntrica (extremadamente “ovalada”) e inclinada con respecto al plano orbital de la Tierra (109°).
Durante los meses posteriores a su descubrimiento, el cometa ZTF fue achicando distancias con respecto al Sol (y a la Tierra), y a la par, lógicamente, ganando brillo. “Algo que ocurre con todos los cometas, justamente por su propia naturaleza: son pequeños amasijos de hielo y roca, generalmente, de unos pocos kilómetros de diámetro. Y a medida que se aproximan a nuestra estrella, son iluminados y calentados progresivamente por el Sol, a punta tal que subliman parte de sus hielos, y liberan grandes cantidades de gas y polvo. Son justamente esos materiales los que forman sus enormes y difusas comas (o ”cabezas“) que, ”sopladas“ por la radiación y el viento solar, originan sus fantasmales y emblemáticas colas (de millones de km de largo)”, explica Ribas.
CRM