En los últimos días se han sucedido imágenes de eventos climáticos extremos en todo el mundo: mientras España vivía una intensa ola de calor, Grecia ardía, y la ONU emitía un informe que confirmaba que la acelerada crisis climática afecta a todos los rincones del planeta. Cada vez son más evidentes las consecuencias de la acción de las personas y de la inacción en políticas que prioricen el cuidado del medio ambiente. Ante estas informaciones negativas, aunque realistas, algunas personas pueden sentirse sobrepasadas e incluso llegar a desarrollar ansiedad. Por ello, las asociaciones ecologistas crean redes de cuidado psicológico para sus activistas, y algunos expertos hablan de cambiar los mensajes catastrofistas y punitivos por otros más motivacionales.
“Se empezó a hablar de 'ecoansiedad' para definir el conjunto de emociones, como la tristeza o la impotencia, que provocan en general los problemas ambientales. Hay que tener en cuenta que es una respuesta emocional, que puede ser normal, aunque también puede ser patológica”, explica el catedrático de Psicología Ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) José Antonio Corraliza. Es decir, se entiende que ante noticias negativas del cambio climático, la reacción de algunas personas pueda conllevar cierta ansiedad, pero esta no tiene por qué ser perjudicial: puede hacer que se tome conciencia y se participe en la solución de manera constructiva. El problema viene cuando esta ansiedad paraliza y es destructiva.
A pesar de que existen niveles de ansiedad adaptativos y desadaptativos, como explica Corraliza, el plantearse estos problemas en la salud mental individual “no debe distraer la atención de la respuesta social, que es necesaria para abordar el cambio climático”, puntualiza en un artículo de la revista Anxiety Disorders l la investigadora Susan Clayton, una de las voces más citadas sobre este tema. Por su parte, el experto en psicología medioambiental de la Universidad Complutense de Madrid, Juan Ignacio Aragonés, considera que el ser humano “debe cambiar su comportamiento y cultura”, ya que se tiene la falsa sensación de que “todo lo solucionará la tecnología”, pero el cambio climático “es un problema político y social”.
Según señalan los expertos, una de las claves para afrontar estos sentimientos puede residir en acudir a organizaciones de acción colectiva. Como explica el psicólogo ambientalista de Extinction Rebellion Alberto Rico, “se pueden hacer cosas, aunque haya otras que no estarán en nuestra mano. Hay estudios que dicen que lo que mejor funciona para que la gente deje de sentir 'ecoansiedad' es la acción colectiva. Involucrarme con el colectivo de mi barrio y tener un sentimiento de pertenencia, de estar haciendo algo”. De la misma manera, Miguel García, coordinador de la Escuela de Activismo de Greenpeace, considera que este tipo de militancia “requiere constancia y esfuerzo pero también tiene que permitir espacios para parar, identificar nuestras vulnerabilidades y cuidarnos mutuamente”. Mediante esta “reafirmación en lo comunitario” y los “valores que nos unen”, una persona que sufra estas emociones podrá verse fortalecida “contrarrestando los efectos adversos de la 'ecoansiedad'”.
En la revista Science se publicó en 2019 una carta titulada Los científicos medioambientales afligidos necesitan apoyo. Como señalaba el profesor Corraliza, es algo parecido a lo que ocurre con los sanitarios y la crisis del Covid-19: “Ves lo que hay dentro y te entra una gran sensación de angustia, una respuesta emocional que lleva a pensar que solo tú [los científicos medioambientales] te das cuenta de esto”.
“Se siente normalmente en las generaciones jóvenes”
La “ecoansiedad” suele presentarse sobre todo en las generaciones jóvenes, indica Alberto Rico, ya que precisamente estos grupos de edad son los que suelen ver el futuro de manera negativa. Esto puede suceder también en los niños, que “son conscientes muchas veces de lo que está pasando, y a muchos les atemoriza”, indica el psicólogo, que considera que no se debe “edulcorar la realidad”, pero sí escuchar a los más pequeños y “ver lo que necesitan”, como “si te dice que tiene miedo y no quiere hablar de ese tema”, ejemplifica Rico.
Esta sensación de desesperanza por el futuro incierto y de preocupación por la situación climática mundial por parte de los más jóvenes es la que transmitía la joven activista sueca Greta Thunberg, quien a sus 16 años de entonces cerraba de esta manera su discurso pronunciado en el Foro de Davos en 2019: “No quiero que tengan esperanzas. Quiero que entren en pánico. Quiero que sientan el miedo que yo siento todos los días. Y luego quiero que actúen como lo harían en una crisis. Quiero que actúen como si la casa estuviera en llamas. Porque lo está”. Precisamente en su libro Nuestra casa está ardiendo, la familia Thunberg cuenta cómo la adolescente cayó en una depresión severa y dejó de comer tras el impacto de un documental sobre la crisis climática.
Pero, si un niño se implica tanto con el ecologismo que siente miedo, inseguridad, e incluso ansiedad, ¿qué se puede hacer? Según el profesor Corraliza, la clave es emplear la psicología positiva: “Cambiamos de conducta más por sentimientos positivos que por miedo. Es el amor, no el miedo a la pérdida lo que nos hace cambiar. Hay que plantear el problema [a los niños], pero también decir lo importante y valiosa que es la naturaleza. En niños es más importante promover experiencias de contacto positivo con la naturaleza que torturarles con sermones apocalípticos”, afirma el catedrático en psicología ambiental.
En la misma línea, Alberto Rico plantea también hablar en positivo y “pensar en acciones que hagan al niño sentir que está haciendo algo para solucionar el problema”. Es decir, proponer opciones como “reciclar, que aunque tiene poco impacto, al menos ayuda al niño a canalizar esa energía”, lo mismo sucede con algunos documentales infantiles para “ver también las cosas buenas que están ocurriendo”. En definitiva, que el niño “sienta que está cómodo, que no genere ese miedo y vea que hay un camino posible”, explica Rico.
Otros términos relacionados: desde la “ecofatiga” a la “solastalgia”
El profesor Corraliza vincula esta “ecoansiedad” paralizante con otros tres términos: el “ecofatalismo”, que es la “idea de que el problema es lo suficientemente grande como para que se pueda hacer algo”, lo genera una actitud pasiva; la “ecofatiga”, que la sufren personas que están agobiadas con la información que reciben; y la “ecosaturación”, la sensación de “no poder hacer más”.
Todos estos términos “actúan como barreras que bloquean e impiden que la persona se implique” en temas medioambientales, según explica el experto en psicología medioambiental. Es decir, se produce una sensación de angustia, pero al ser paralizante, hace que la persona que la sufre pueda caer en la desesperación y acabe sin tomar conciencia ecológica.
Corraliza también habla de “duelo ecológico” o “solastalgia”, que es el “el dolor que produce ver que el entorno se degrada”. Es decir, un trauma generado por perder determinados paisajes naturales: “Lo que yo soy es también los lugares que habito. Y si ese lugar se deteriora, lo que se deteriora también es una parte de tu identidad”, concluye el experto en psicología medioambiental.