Hace veinte cuadras que manejo apretando el volante. Que miro muchas veces por cada espejo. Puteo para adentro en cada semáforo. No quiero parar. M va de copilota, se da vuelta y dice que bueno, que ya llegamos, que tranquilo. Yo repito: dale, Efe, no llorés más, papi.
Le hablamos a Efe, no hablamos entre nosotros. Así todo el camino. Sin diálogo y con Efe llorando, cada vez más.
—¿Todo bien? —pregunto cuando llegamos —. ¿Qué pasa?
—Estoy enojada, porque sabíamos que era mucho para Efe, que fueron muchas horas, que la vuelta era larga y que iba a llorar.
—Sí, le erramos de nuevo. La otra vez nos pasó lo mismo.
—No pensamos en él. Hablamos de crianza respetuosa, de criarlo pensando en él y hacemos estas boludeces.
Desde que supimos que íbamos a tener un hijo empezamos a hablar de cómo sería la crianza. No sabíamos nada al respecto. Empezamos a googlear, a ver cuentas en redes sociales, a comprar libros. Así llegamos al concepto de crianza respetuosa, una forma de criar centrada en el niño.
“Le pusimos crianza respetuosa al gran concepto que es el respeto”, dice Laura Krochik, especialista en lactancia y crianza con más de 30 años de experiencia. “Hay un mayor respeto hacia la niñez ahora que hace 20, 30 y 70 años. Esto de 'calláte que sos chiquito, vos no opinás, a vos no se te pregunta'. Los derechos de los niños. Hay un mayor respeto hacia la niñez, un mayor tenerlo en cuenta, un compromiso con el otro que es un ser humano”.
El niño en el centro. Y ahí, moviendo al adulto de la escena principal, reside también la crítica hacia este tipo de crianza que en términos más prácticos implica cuestiones como: lactancia materna el tiempo que se desee —de parte de madre e hijo—, mucho alzar en brazos, colecho —seguro—, no gritar, no obligar a nada, no dejarlo llorar, explicarle al bebé, respetar sus deseos y validarlos.
“Antes era mucho más adultocéntrico, el niño estaba bajo la subordinación de sus mayores y tenía que acatar y obedecer”, dice, Jimena Le Bellot, pediatra e influencer de maternidad y crianza - su cuenta @soymamáypedriatra en Instagram tiene más de 270.000 seguidores-. “Ahora se plantea en términos de igualdad, empatía y respeto. De saber que nosotros no somos más importantes que el niño, niña o niñe”.
Luisina Troncoso es doula, puericultora, asesora de lactancia y crianza, docente de la carrera de Puericultura y Crianza, y autora de los libros Los primeros 1000 días de tu hijo y Fácil y nutritivo. También, junto con Carolina Horvath, forman @mamasabebien, la cuenta de Instagram centrada en la alimentación saludable, la maternidad y la crianza respetuosa —161.000 seguidores—. “Me parece que la crianza respetuosa siempre se hizo, pero en otras épocas no se le ponía el nombre. Es una forma intuitiva de criar, que muchas personas venían haciendo. Intuir es lo que te va guiando, seguir eso que creés que le hace bien a tu hija o hijo. No es más que sentido común: tratar de dañar lo menos posible a las infancias”.
Florencia Sichel es filósofa y creadora del newsletter Harta(s), un correo semanal que cruza maternidad y filosofía. “La crianza respetuosa se presenta como un respeto hacia el niño y yo aclararía hacia uno mismo también. Tiene un respeto intrínseco a las personas. Valores que a mí, particularmente, me interesa sostener: el diálogo, la pregunta”, dice. Después, va más allá y hace foco en un aspecto que parece un marca generacional: “Muchos padres y madres hoy pensamos mucho lo que hacemos. A veces por demás”.
¿Malcriar o un estilo de crianza?
Efe ya tiene siete meses. Parece más un niño que un bebé. Efe hace muchas caras. Ante cada situación tiene un gesto nuevo: ojos arriba, nariz arrugada, sonrisa ancha, sonrisa torcida. Se expresa. También, se comunica más. Si quiere que sepas que necesita algo, o que quiere tal cosa, se va a encargar de hacértelo saber. Lo más probable es que grite y su cara de mejillas infladas se enrojezca. Ahora, también, grita cuando está intentando gatear y se cae. Se enoja. Pero sigue intentando. A veces puede avanzar, otras cae. Puede llorar o estallar en una carcajada. Lo sigue intentando hasta que se cansa.
Efe reacciona como cualquiera ante las situaciones que le pasan. Porque es una persona hace las cosas que hacen todas las personas.
Por eso toma decisiones. Elige. Cuando quiere estar en brazos de alguien que no sea mamá o papá, cuando no quiere comer, cuando está aburrido. Decide qué quiere, qué no y lo expresa. Nosotros, como sus mapadres intentamos entenderlo y ayudarlo en eso.
Los de afuera, muchas veces, llaman eso malcriar.
“Siempre que tengamos un plan de crianza es importante tener en claro por qué lo queremos así, por qué está bueno para nuestros hijos. Y siempre hablarlo, contar, explicar”, dice Le Bellot, que en sus stories de Instagram hace catarsis con sus seguidoras, que comparten las críticas que reciben sobre cómo crían. “Por qué decidimos no gritar, no retar, no dar azúcar. Y que la familia entienda, aunque a veces tengan sus costumbres arraigadas y digan 'qué mamero, qué maricón, dale azúcar pobrecito'. Frases que, creo, se irán yendo de a poco”.
La experiencia de la mapaternidad y el agregado que aportan las redes sociales como muestrario y lugar de puesta en común, demuestran que las críticas a las formas de criar son corrientes. Y que muchas de esas críticas provienen de nuestros padres y madres. “Si vos hacés algo distinto a esa otra persona, esa persona va a decir ¿yo lo hice mal?”, explica Troncoso. “Y en vez de admitir que lo nuevo es distinto, que se descubrieron nuevas maneras de hacerlo, va a intentar convencerte a toda costa. Sí o sí quiero que lo hagas a mi manera”.
“Tomé un montón de cosas de mis viejos y otras no”, dice Sichel, que se acercó al mundo de las lecturas y conceptos sobre las maternidades y crianzas cuando fue madre. “Ahí sentí que había dos polos muy enemistados. La crianza tradicional y la respetuosa. Y me pareció que nada es tan así”.
Los fundamentalismos son parte de ambas posturas. Como en todos los aspectos, es una cuestión personal que tan “fieles” somos a ideas y postulados y qué tanto los adaptamos a nuestras necesidades.
La mapaternidad
—¿Y cómo lo llevás? ¿Te deja dormir el bebé?
—Sí, se levanta algunas veces pero siempre sigue durmiendo a la noche.
—Qué bueno. ¿Y el papá, te ayuda?
—No. No me ayuda. Se hace cargo.
El diálogo es random. Pero en siete meses que tiene Efe ya perdí la cuenta la cantidad de veces que se repitió. Debe ser proporcional a la cantidad de personas que lo conocen. No importa edad, creencias, clases sociales. Para todas y todos todavía: “papá ayuda”.
La mapaternidad es un punto a remarcar en la crianza de hoy en día. Y existen puntos comunes y otros no en la búsqueda de fundamentos para explicar por qué, aún hoy la crianza sigue recayendo en —su mayoría— en las mujeres.
“Las tareas, casi en su totalidad, recaen en las mujeres. Son grupos muy reducidos donde la mapaternidad es un concepto real”, dice Troncoso, que relata buena parte de sus experiencias en sus libros. “No parte solo por la responsabilidad individual de cada hombre-padre. Tiene que ver con su trabajo, con las facilidades que le den para ejercer —más allá de su educación, su historia y su deseo—. Son un montón de factores que no ayudan”, sigue. Después aclara algo que, dice, escucha mucho: “Tampoco me parece cargar la responsabilidad en las madres actuales que crían varones. Esto de vos tenés que educarlo para que en el futuro sea un compañero. Todos como sociedad tenemos que cambiar los paradigmas”.
Poner el cuerpo
Son las cinco de la madrugada. Hace dos horas que nos estamos levantado para ir a buscar a Efe a su cuna. Llora y se despierta cada media hora. Tiene una crisis de sueño. Es normal a su edad. Nosotros nos despertamos de un sueño que —como el suyo— nunca llega a ser profundo. Tengo los ojos pesados. Reacciones lentas. El piso está frío y el llanto se vuelve grito. En la noche retumba en la casa. Siento que lo debe escuchar todo el barrio. Le hacemos upa. Lo paseamos. Toma teta. Lo abrazamos. Le cantamos. Y llora y grita y sigue. Hace casi una hora que está así. Lo tengo un rato yo, otro M. Nada. Sigue. De pronto, entre upa y llanto encuentra posición. Silencio. Se empieza a dormir. Esperamos unos minutos como para asegurarnos que realmente está dormido y lo llevamos a su cuna. Despacio, lento y suave, lo acostamos. Va a dormir dos horas hasta su próximo despertar. Y eso es un montón.
El cansancio que genera criar es un montón también.
“Criar a cualquier ser es poner el cuerpo”, dice Sichel. “Relacionarte con otro de verdad es poner el cuerpo. Criar es desgastante, es absolutamente desgastante”.
“No hay manera de acompañar a un niño pequeño sin poner el cuerpo. Un niño pequeño es cuerpo. Poner el cuerpo significa poner la emocionalidad en función de. El niño necesita que un cerebro adulto y maduro le resuelva lo que su cerebro inmaduro no puede. Pongo el cuerpo, la cabeza y la emocionalidad”, explica Krochik. “Es una demanda que hasta que no la vivís no tenés idea de qué se trata. Y cuando la estás viviendo no existe la posibilidad de bajarte del barco. El hijo lo tuviste y es para toda la vida”.
Después, Krochik lleva el concepto criar hacia la encrucijada que produce en una persona procrear. “Nos genera una gran crisis de identidad tener un hijo. Descubrirte que sos otra persona. Porque empezás a vivir en función de un otro”.
Sichel lleva ese concepto a la experiencia personal. Dice que cuando tuvo a su hija fue un momento de retirada del yo. Ella ya no importa. “Hubo algo de por vos doy todo. Y solo por vos. No hay nadie más”, dice. Y remarca que la crianza es entrega, total e irreversible. Y tremenda.
Sichel también destaca un concepto muy ligado a la crianza respetuosa y a la visibilización que hoy tienen las crianzas. El feminismo como pilar. El crecimiento del movimiento feminista que visibiliza las experiencias, ideas y sentires de las mujeres. “No sé si ponemos más el cuerpo que antes. Creo que lo visibilizamos más. De alguna manera necesitamos, casi como un hartazgo de época que tiene que ver con los feminismos también, decir basta. Quizás la generación de padres y abuelos lo hacía en el ámbito privado o lo naturalizaba. Me he encontrado con mi mamá diciéndome 'la maternidad es así'. Ese es así es una frase esencialista que no posibilita un cambio. Hoy decimos por qué es así. Aparece la pregunta”.
De nuevo. Efe está llorando de nuevo. Hace una hora lo acostamos. Voy a buscarlo: camino despacio, bostezo, le hablo antes de entrar a su cuarto. En la oscuridad lo levanto, sigue llorando. Le canto, lo acuno, nada. M está sentada en la cama, me mira, me sonríe y me dice si quiero pasárselo. Se lo doy. Le dice hola, qué pasa Efe. Y Efe se calma.
Criar, el aprendizaje
Prenatalidad, embarazo, lactancia, alimentación complementaria, BLW, RCP y primeros auxilios, crianza —en general—, destete, desapego.
No hace falta googlear mucho para encontrar una buena oferta de cursos por Zoom sobre criar. Hoy es uno de los highlights de Instagram. Criar es un tema que genera tráfico en redes sociales, que fortalece una comunidad —o tribu—, que produce sentido, que reúne experiencias y que (in)forma. Sí, a criar —como a todo— se aprende y hay cursos que ayudan a desarrollar ese proceso.
“La información empodera. Está buenísimo que haya cursos de crianza”, dice Le Bellot, que tiene en diferentes capacitaciones uno de los pilares de sus contenidos como influencer. “Hay gente que de otro modo, sin Instagram ni internet, no tendría acceso a estas cosas y ahora las sabe y se las replantea”.
Luisana Troncoso recuerda que hace ocho años —cuando ella fue mamá— era muy difícil llegar a tanta data. Y que lo que había era, en su mayoría, en inglés. “Hay un exceso de información hoy. Es muy difícil porque te llega un bombardeo de información súper comprimida en cursos y cuentas de redes”, dice sobre un sistema del que es parte, en algún punto también es autocrítica. “Tanta demanda nos hace sentir que tenemos que hacer todos esos cursos y quizás no es necesario. Quizás es un poco más intuitivo. El mejor curso que podemos hacer es observar los niños, niñas, niñes. La información está ahí”.
“Si hay tanta gente laburando en crianza es porque hay mucha gente queriendo saber y cuestionando algo de esto”, dice Krochik. “Y eso está buenísimo”.
GB