Cada 14 se septiembre se celebra el Día del Cartero y la Cartera, el cual recuerda la jornada en que Bruno Ramírez, el primer cartero oficial designado en Buenos Aires, tomó posesión de su cargo un 14 de septiembre de 1771. Desde ese momento, aparece en las calles porteñas una figura que con el paso del tiempo se convirtió en un personaje característico del paisaje urbano.
El sevillano Ramírez comenzaba así a ejercer un oficio que no existía en la Gobernación del Río de la Plata -el Virreinato vendría en 1776-, el cual consistía en la entrega de misivas o cartas en los domicilios de la ciudad de Buenos Aires.
La distribución de cartas en las colonias españolas había comenzado más de dos siglos atrás. En 1514, se estableció el primer Correo Mayor con las Indias con sede en Lima, cuyo sistema de comunicación consistía en una serie de postas a caballos, que unían varios puntos de lo que hoy son Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay y Perú.
En Buenos Aires, el sistema postal era dirigido por Domingo Basavilbaso, quien lo modificó en 1771. Esto fue porque las cartas no llegaban directamente al domicilio, sino cada persona debía ir a retirarlas a lugares determinados y las tardanzas de los envíos eran considerables, de ahí la necesidad de optimizar el sistema. Fue así que se incluyó el rol del cartero.
En balsa, a pie o en bicicleta
Cruzar en balsa para llegar a las islas, montar una mula para ingresar a los lugares más inaccesibles, esquivar perros o poner el hombro al vecino que recibe un telegrama de despido son algunas de las experiencias que siguen transitando las y los carteros a lo largo del país, que transformaron su histórico rol fundamental de entrega de cartas al actual traslado de vacunas, urnas y medicamentos.
Hoy consideradas casi una “reliquia”, las cartas siempre tuvieron una función muy especial: “Desde un fallecimiento hasta un feliz cumpleaños, un aniversario, la carta típica de amor o la familiar que unía a través de un escrito que quedaba para siempre, acercando kilómetros de distancia, hasta entre países”, remarcó a Télam Carlos Serantes (56), prosecretario general adjunto de la Federación de Obreros y Empleados de Correos y Telecomunicaciones (Foecyt) Argentina.
“El cartero repartía no solo la carta de la gente, de doña Rosa por decir un nombre, sino también repartía la publicidad gráfica, revistas, que hoy desaparecieron del mercado obviamente”, recordó.
El trabajo era a pie o en bicicleta, con una mochila de cuero en la cintura que cuando llovía se volvía más pesada y que marcó un caminar más encorvado en quienes dedicaron varios años de su vida a esta labor; mientras la mayoría de ellos, si bien fueron ágiles a la hora de esquivar animales, llevan las cicatrices de mordeduras de perros en sus tobillos.
El cartero, trabajador esencial
Si bien el rubro del correo vivió transformaciones con el avance de la tecnología, sigue siendo “indispensable” para garantizar derechos.
“El Correo Argentino es un correo de bandera federal, que llega a todos los pueblitos y puntos del país. Tenemos en cada localidad una boca de expendio, de recepción, de admisión y de entrega, desde La Quiaca hasta Ushuaia. Es una empresa con 18 mil trabajadores, todos registrados”, destacó Serantes.
Y reconoció que “mermó mucho el trabajo por lo que tuvo que cambiar su idiosincrasia; la paquetería hoy es fundamental”.
“Actualmente hemos tenido también un protagonismo importante con la pandemia. Nosotros hemos sido designados trabajadores esenciales y hemos distribuido vacunas en todo el territorio nacional para el Covid-19”, contó.
Y agregó: “Ni hablar cuando el trabajador de correo entra en un proceso de elecciones donde se brindan a nivel nacional, provincial y municipal la distribución de las urnas y los cómputos a través del telegrama. Es el único trabajador que tiene firmada la declaración jurada del secreto postal”.
MM