Hace más de un año aprendimos forzosamente a vivir en pandemia. Nuestra existencia se trastocó en lo general y en lo específico. Cambiaron los planes, las prioridades. La danza de saberes científicos y médicos gobierna la agenda personal y mediática, llena de voces que opinan sobre temas que no dominan. Y en la carrera por las vacunas de nuestros mayores, la repetición de los hábitos de higiene y los extremos cuidados con nosotros y los demás, fuimos perdiendo por el camino la capacidad de divertirnos. El coronavirus obturó la diversión, la hizo desaparecer en el aire, como una piñata que nos explota en la cara. Ahora buscamos distraernos, pero no llegamos a divertirnos. Además, esta pandemia nos hizo conscientes de que nuestras vidas anteriores al final no estaban tan mal. Ese pasado reciente se tiñe de una nostalgia sospechosa que puede, de máxima, angustiarnos, de mínima, entristecernos por un rato.
Me preocupa mucho no reírme ni pasarla realmente bien en ningún momento de la semana. El hecho de que las conversaciones con amigos y amigas, o con la familia, se den en un tono serio, con semblantes amargados o desconcertados, le agrega a esa preocupación una cierta desesperanza. Y entonces me pregunto qué sucede con los mecanismos del humor, a ver si pueden acudir a nuestra ayuda. Porque el humor funciona desde hace siglos como una especie de bálsamo para aligerar el dolor, para descargar la dramaticidad. Me refiero al humor no como chivo expiatorio, sino como una vía de interpretación menos dolorosa de ciertas realidades, siempre que podamos alejarlo del imaginario de solemnidad que no le hace nada bien a las risas.
Allá por marzo de 2020, cuando el coronavirus era una amenaza latente de la que sabíamos muy poco, los memes cumplieron su mejor función: nos igualaron socialmente porque demostraron que, al estar en la misma situación, todos podíamos reírnos de las mismas cosas. La difusión de memes circulaba de forma viral: se traficaban en grupos de WhatsApp y en las redes, se los comentaba en los programas de radio, se los mostraba en los noticieros, ahí colados entre las noticias. El ingenio humano nos sorprendía una vez más. Pero con el correr de los meses, fueron bajando la intensidad, o perdiendo primacía a la hora de lidiar con problemas más urgentes como la ocupación de camas en las terapias intensivas. Lo risible suele estar sincronizado con la actualidad, aunque sea trágica. Y esa sobreproducción de humor hipermediático (como lo llaman los expertos) nos hablaba de la forma en la que estábamos procesando el presente. ¿Se redujo en estos últimos meses la capacidad de hacer humor con la pandemia como tema?
“No hay una baja en la producción de humor, pero sí una transformación. Si uno compara lo que sucedía por estas fechas el año pasado, había muchísima producción sobre el coronavirus y la nueva vida que nos estaba obligando a tener. En ese momento se trataba de una novedad. Al compararlo con el momento actual, vemos que hay menos producción de memes justamente porque dejó de serlo. En su momento la pandemia operaba como un mundial de fútbol: afectaba al mundo entero. Ahora también, pero ya es parte del paisaje cotidiano”, opina Damián Fraticelli, profesor e investigador de la UBA especializado en el tema, autor de El ocaso triunfal de los programas cómicos. De Viendo a Biondi a Peter Capusotto y sus videos, y agrega: “Una particularidad que tuvo la generación de memes en 2020 es que se dio algo que para mí era una excepción más que una regla: nos reíamos de nosotros mismos en una situación desesperante. Y eso era compartido por la sociedad en su conjunto. Se dio también una transición de lo cómico -que es cuando nos reímos de otros- al humor: cuando no había llegado acá, nos burlábamos de los países que tenían coronavirus. Y cuando se expandió en el país, ya pasó a tener un tratamiento humorístico. Ahora ha bajado la tematización de lo risible sobre la pandemia porque dejó de ser novedoso. Pero lo que va ganando la escena en el tratamiento es la división, la identificación de en qué lugar estás parado de la grieta. Antes la pandemia no estaba procesada por ese mecanismo de la grieta, y ahora sí. Eso hace que el humor deje de tener el lugar que tuvo en la construcción del imaginario de la pandemia y pase a ser gestionado por lo cómico otra vez”.
Para atender a estos tráficos, una de las publicaciones que mejor refleja el humor y el espectro de lo risible a través de la actualidad política y su trituradora mediática es la revista Barcelona. Con 17 años de historia, cada una de sus tapas reinterpreta los hechos más inmediatos en clave cómica generando lecturas incisivas que se ubican marcadamente de un solo lado de la grieta. Barcelona no busca agradar, sino incomodar desde el humor. Hacer señalamientos, generar advertencias entre, por ejemplo, la similitud de las gestiones de la pandemia de Horacio Rodríguez Larreta y Bolsonaro, por mencionar la última portada.
Y la anterior apuntaba también a los parecidos entre quienes pedían cerrar todo y quienes exigían abrir todo. En una línea parecida, de manera ácida, irreverente y desencajada, trabaja el humor -más o menos político, según el caso- de tres ineludibles: Diego Parés, Esteban Podetti y Sergio Langer. A través de sus viñetas, muchas veces creadas con el apremio del chiste diario, consiguen capturar la esencia de un conflicto de clases, la gestualidad de la dirigencia política o la desconfianza y la desesperanza del resto de los mortales. Es que el humor ridiculiza ciertos temas y reclamos, los desarma y los vuelve a armar de otra manera, para exhibirlos con luz directa. De ahí que sirva para descomprimir la tensión, o para que entendamos la demencia y el sin sentido de algunas discusiones que de otra manera podrían llegar a enemistarnos con otros.
Reír y reflexionar
Revisemos algunos proyectos actuales que trabajan el humor o que reflexionan concienzudamente sobre él, empezando por Superyó, el nuevo libro del humorista gráfico Tute, publicado este mes por Sudamericana. Como su nombre lo insinúa, este libro de viñetas independientes tiene como hilo conductor al psicoanálisis, tema que su autor ya había abordado en otros dos volúmenes. A través de un puñado de escenas entre analizados y psicoanalistas, Tute exhibe cómo las interpretaciones conviven con la culpa, las presiones sociales y las limitaciones emocionales de los vínculos. Lo interesante de estas instantáneas de diván, algunas más exageradas o enroscadas que otras, es que desenmascaran fantasmas y sentimientos que muchos tenemos y que ridículamente pensamos que nos atacan solamente a nosotros. El humor está ahí para reflejar y captar cuánto de colectivo o de compartido hay en los propios miedos o impedimentos, y cuán perjudicial puede ser no tratarlos o hablar de ellos.
Otro mojón ineludible para pensar la relación entre el humor, la realidad sociocultural y la actual existencia pandémica es Tiranos Temblad, el “noticiero de acontecimientos uruguayos”, que presentó la semana pasada su imperdible Especial 2020. Realizado íntegramente con videos que los propios uruguayos y uruguayas suben a YouTube, seleccionados y editados por Agustín Ferrando Trenchi, quien es también el elocuente narrador en off, Tiranos… logra hacer de manera sencilla algo dificilísimo como es reírse no de sus compatriotas, sino con sus compatriotas, subrayando cuán ocurrentes pueden ser, compartiendo códigos. Y captura también a la otredad a través de recortes hilarantes: cómo son vistos los uruguayos por los ciudadanos de otras partes del mundo acentúa la particularidad de ese ethos y genera una identificación inmediata. Acá de lo que se trató siempre es de un formato novedoso. Encontrar un formato nuevo para hacer humor es mucho más difícil que hacer reír con los chistes de siempre.
Por el lado de la reflexión, es muy interesante lo que ocurre en el podcast Comedia, conducido y producido por Adrián Lakerman. En episodios de algo más de media hora de duración -que pueden escucharse en Spotify o YouTube-, Lakerman entrevista a distintos humoristas y los hace hablar seriamente -bueno, a veces no tanto- sobre lo que implica hacer reír, y sobre los distintos fenómenos que el humor devela. De José María Listorti a Gabriela Acher, pasando por Noelia Custodio, Alejandro Dolina, Maitena, Fátima Flores, Pedro Saborido o el Les Luthiers Carlos Núñez Cortés, las conversaciones revelan que detrás de la comicidad hay un trabajo muy fino de observación e interpretación de las realidades y de los públicos y segmentos a los que se dirigen. Se nota también que Lakerman prepara cada charla, porque sus intervenciones son siempre atinadas y se caracterizan por la escucha atenta de las respuestas de sus invitados y sus hábiles repreguntas. Las comparaciones sobre el humor nacional y el norteamericano (que exportó al país sus sitcoms y sus stand-ups), los usos políticos de la risa y la imitación, y la intelectualización de ciertas propuestas que se proponen arrancarnos carcajadas por contraste, son algunos de los temas que se profundizan en estas entrevistas, que terminan siendo, casi sin proponérselo del todo, en muchos casos muy divertidas.
El segundo podcast de Lakerman, producido por El Destape y presentado en el último diciembre, se llama Humor en serio, y tiene un objetivo bien concreto: analizar y desmenuzar la potencia del humor y sus transformaciones culturales con invitados que no vienen del rubro. Ahí están Martín Kohan, Tamara Tenenbaum y Darío Sztajnszrajber, entre varios otros, para aportar la lucidez de sus miradas.
¿Está bien pedirle al humor que nos ayude a tomarnos de una manera más amena esta coyuntura histórica tan angustiante? ¿O en todo caso lo mejor sería que nos lleve hacia lugares desconocidos, nos distraiga, nos permita poner en suspenso por un rato la realidad para ocasionarnos carcajadas?
“Muchas investigaciones muestran que en situaciones muy límites el humor se produce de todas formas: en la guerra, en los campos de concentración. Y eso se debe a que es un mecanismo de defensa para obtener placer en momentos adversos, porque permite tomar distancia de lo que está ocurriendo. Desdoblarse del propio sufrimiento y reírse de uno mismo también es uno de los mecanismos propios del humor. Cuando funciona cómicamente, permite fortalecerse y reírse del otro. Por otro lado, también puede ser usado como mecanismo defensivo. Una particularidad que tiene el humor y lo risible en general es que siempre actúa de manera breve. Irrumpe, te sorprende, te contacta con ese placer, y ese momento fugaz nos aleja de las preocupaciones y construye otra visión respecto de eso que te está generando miedo”, aporta, como cierre, Damián Fraticelli.
MR