Che, pibe, apagá el cigarrillo.
Así, con seis palabras, empezó el calvario. Una pesadilla que acaso termine este miércoles 17 de febrero a las 10 en una audiencia en la que participará el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). Ese día se presentará una apelación ante la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal para pedir la absolución de Mariana Gómez, condenada por besar a su mujer.
Eran las 12.30 del 2 de octubre de 2017. Mariana Gómez estaba con su esposa, Rocío Girat, en el domo de la estación Constitución. Como otros pasajeros, ellas se habían refugiado de la lluvia. “Charlamos, nos abrazamos, nos besamos”, declararía Rocío dos días después. También, como otros, fumaban. Habían viajado juntas desde Avellaneda a Constitución. Después, Marian se iba a tomar el subte para llegar a su trabajo.
Eran días difíciles para Rocío: estaba por comenzar un juicio contra su padre, quien había abusado de ella en su adolescencia en Mar del Plata. Marian también sabía de abusos: ella y sus hermanas habían sido violadas por su padrastro y su abuelastro en su infancia en Olavarría. De hecho, se habían conocido en un canal de televisión pidiendo justicia.
Las dos aprendieron que vivir es defenderse, es seguir, es levantarse. Como hoy.
Ese 2 de octubre al mediodía notaron que dos efectivos de la Policía de la Ciudad las observaban.
En un momento, un empleado de Metrovías, José María Pérez, se acercó para decirle a Marian que en el lugar no se podía fumar.
“No hay ningún cartel que lo prohíba”, dijo Marian.
Pérez llamó a uno de los policías que las miraban, y fue cuando todo empezó.
Che, pibe, apagá el cigarrillo, dijo el policía que no quiso identificarse.
Marian no obedeció. “Terminamos los cigarrilos y nos vamos”, dijo. Pero el oficial estiró el brazo, apoyó la mano en el pecho de Marian y le ordenó:
“Quedate acá que vas a ser detenido. Tu amiga se puede ir”.
“Soy la esposa”, lo enfrentó Rocío.
“¿Ah, sí? Mostrame el acta de matrimonio”.
Por suerte, la tenía en la billetera. De todos modos, más tarde, la registrarían como “soltera”.
El policía pidió la presencia de una agente femenina por handy y enseguida se presentó una compañera, Karen Villareal, que tomó del cuello a Marian para inmovilizarla y que el policía pudiera esposarla. En medio del forcejeo, Marian agarró del pelo a Villarreal “para no caer” y, en el proceso, le arrancó parte del cabello. La ART le daría seis días de licencia a Villareal, quien, según declaró el abogado de Marian, nunca presentó una denuncia contra su defendida.
Rocío pedía a los gritos:
“¡No la golpeen, no la toquen!, ¿no ven que es mujer?”
El policía empujó a Rocío para que no siguiera molestando, redujo a Marian y apoyó su pie en el cuello de la joven que gritaba:
“¡Me ahogo, no puedo respirar!”
La gente se acercaba, algunos filmaban con sus celulares. También Rocío empezó a filmar.
Llegaron otros efectivos policiales que rodearon a Marian.
“La amiga que se retire”, ordenó el que la había reducido.
Marian permaneció esposada tres horas, hasta que la trasladaron a la estación policial de la estación Boedo de la Línea E. Su madre, Celeste Sibiliaga, Rocío y su abogado, Lisandro Teszkiewicz, se presentaron en el lugar. Allí supieron el nombre del oficial que había detenido a Marian: Jonatan Maximiliano Rojo. Recién a las 21, Marian Gómez fue liberada.
Dos días después, el 4 de octubre de 2017, las dos chicas presentaron declaración ante la Procuraduría de Violencia Institucional (PROCUVIN) del Ministerio Público Fiscal.
La pesadilla iba a continuar. Ahora, le tocaba el turno a la Justicia.
El 28 de junio de 2019, Día Internacional del orgullo LGBT, el Tribunal Oral Criminal N°26 (TOC) presidido por la jueza Marta Yungano, condenó a Mariana Gómez a un año de prisión en suspenso “por hallarla autora penalmente responsable del delito de resistencia a la autoridad en concurso real con lesiones leves agravadas por tratarse la damnificada de personal policial”.
“Esto no puede ser, los pedófilos tendrían que estar presos y no nosotras”, dijo entre lágrimas Mariana al escuchar la condena. Cuando salía del tribunal se descompensó y debió ser asistida.
La activista Lía Ghara, al salir de la sala, le dijo a la magistrada que era homofóbica. La jueza le sonrió con sarcasmo.
El 5 de julio, Yungano leyó sus argumentos. En la calle, Marian recibió muestras de apoyo de chicas con carteles con leyendas como “Absolución a Marian” o “Besar no es delito”.
Hoy, Rocío hace un balance y dice: “En cuando al fallo lesbodiante, han sido años muy difíciles para nosotras, no solo porque mi compañera tiene antecedentes penales desde que fue procesada, no condenada. Se cortan un montón de posibilidades, como entrar en un trabajo inscripto. Se nos cierran más las puertas siendo parte de la comunidad, con lo difícil que es tener un poco de cupo y de inclusión, sobre todo para las lesbianas chongas y las más visibles como Marian”.
“No esperaba que esto llegara a la instancia en la que estamos –dice Marian- sabiendo que pasan muchísimas cosas más graves, cuando nos matan todos los días, cuando hay denuncias de abuso sexual y ya sabemos las negativas que sufrimos tanto las disidencias como las mujeres. La situación económica no es muy buena y si me rectifican la condena tengo que pagar las costas del juicio. Mi trabajo es autogestivo, hago mantenimientos de hogar, no aporto pero sobrevivo. Las emociones se cruzan pero la onda no es explotar sino seguir avanzando y tener un fallo mejor”.
Este miércoles 17 a las 10, el abogado apelará ante la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, pidiendo la revocación del fallo y la absolución de Marian. Lo hará acompañado de una presentación del INADI como amigo del Tribunal, que desestimará el fallo por considerar que la aplicación de la sanción penal no corresponde en el caso de Marian. “No puede ser condenada por un delito que no cometió”, señala Emiliano Montini, Director de Asuntos Jurídicos del INADI.
Teszkiewicz agrega: “El miércoles 17 los tres jueces varones de la sala 2 de la Cámara de Casación (Daniel Eduardo Morin, Horacio Leonardo Días y Eugenio Carlos Sarrabayrouse) van a escuchar nuestros argumentos. Creemos que el fallo es discriminador, lo caracterizamos como lesbofóbico ya que viene a convalidar una situación que ha envuelto a Marian Gómez durante estos años porque es mujer, porque es lesbiana y porque es pobre. Si Marian hubiera sido un hombre heterosexual rico, nada de todo esto hubiera pasado. Por eso, le estamos pidiendo a la Cámara de Casación que revoque el fallo y la absuelva”.
GS