De fondo, algo que parece un estudio de música, con instrumentos amontonados. Al frente, Malena Pichot, en un refugio creativo de su casa al que a veces llegan los llantos de su bebé de diez meses hasta que, finalmente, le avisan que se durmió. La llegada de Rafael reorganizó los espacios y la jornada creativa de la comediante, escritora, guionista y directora audiovisual, aunque también la tiene “distraída” en un puerperio que se confunde con un momento de retracción para la producción artística y cultural. “Estoy mucho tiempo con el bebé y eso hace que mi realidad esté cambiada, y entonces no me doy cuenta si las cosas que yo estoy dejando de hacer no están más o es que yo decidí dejar de hacerlas”, dice a la cámara de su computadora. “Creo que es un sentimiento generalizado, como un desgano, una apatía. Pareciera que no hay proyectos adelante, de esos que te hacen organizar tu año y tu vida. Incluso en pandemia siempre existió un hacia adelante, un ‘tal mes voy a filmar esto’, o ‘tal mes voy a tener esta gira’, y ahora, me da la sensación, eso ya no es tan así”.
–¿Cómo te está resultando la rutina de volver a un trabajo creativo después de ser madre?
–Ojalá lo hubiese sabido antes: en realidad lo que termina pasando es que el tiempo libre se vuelve más rico, lo utilizás mejor. No te digo que estoy escribiendo más que antes, pero casi. Yo fui mamá grande, entonces ya tenía desarrollados hábitos de escritura, sé más o menos hacia dónde voy con una idea cuando me siento a trabajar. Y ahora, cuando me siento a escribir sé para dónde ir, soy más efectiva. Pero creo que me pasa porque tuve toda una etapa de desarrollo previa, no sé cómo será si sos madre joven, en el momento en el que estás desarrollando tu arte o tu escritura o buscando tu voz. Yo sé lo que me gusta escribir, cómo, cuándo. Estoy re activa, yendo a la radio (n. de la R.: se refiere a su programa “Furia bebé”, por Futuröck), escribiendo, pero por una cuestión de que me hace bien hacer cosas, si no me deprimo.
–Sos una “creadora digital” desde antes de que se usara el término. Desde tus comienzos con La loca de mierda hasta ahora se armó una industria cultural nueva en torno a los contenidos en Internet. ¿Qué análisis podés hacer hoy de esa industria?
–Las plataformas se terminaron convirtiendo en la tele: están haciendo series tradicionales, como las que veíamos por televisión, no vinieron a traer algo novedoso en términos de formato. Y con respecto a los contenidos que veo en las redes, tengo todas las opiniones que puede tener una vieja chota… y ya ni siquiera me avergüenza. En general no veo cosas que desde la forma o desde la estética me resulten lindas… Todo es rápido, superficial y mentiroso, siento que no está habiendo mucho pensamiento detrás. Pero bueno, supongo que es una batalla perdida intentar ir contra eso. Los memes y la droguita que uno se cruza en redes son eso, una droguita que sirve para divertirse y apagar la mente. Pero no estoy encontrando una creadora o creador de contenidos que me den ganas de seguir. Debe haber un montón de contenido que está re bello y todo pero no lo vemos porque el algoritmo lo manda a la concha de dios. Obvio que debe haber gente haciendo cosas lindas, pero no te llegan.
–¿Dirías que tus inicios tuvieron un componente un poco más punk, y que hoy alguien que arranca está desde el vamos más marcado por las estrategias?
–Diría que fui más espontánea. Pero no necesariamente desde un lugar noble, eh. Es que no existía que vos subieras una cosa y entonces te llamara una marca y empezabas a trabajar de eso. Y como no existía, yo no lo pensé como un camino posible. Después se fue armando.
–En aquel momento el recorrido posible para crecer era salir de Internet e ir a la televisión. Y ahora ese “crecimiento” no termina necesariamente en un canal de TV o un medio tradicional, sino en un stream, o en las mismas redes…
–Sí, lo que pasa con los streams es que todavía no son como la tele en términos de audiencia ni de capacidades de producción. No pueden hacer lo mismo que hacía hace diez años un canal. Pero creo que estamos en esa transición hacia algo nuevo que todavía no ocurrió y no se sabe bien hacia dónde irá. El otro día pensaba en las figuras de la radio, por ejemplo: trabajaban 40 años en su programa y no había recambio posible. Y el recambio se impuso de esta manera: “No vamos a entrar en esas cuatro radios importantes, bueno, se arman otras cosas, por otro lado”. De una forma u otra iba a pasar.
–Desde el año pasado hubo una proliferación de canales de streaming que parecerían disputarse una audiencia más o menos parecida y que a la vez son competidoras de Futuröck. ¿Cambió en algo tu forma de hacer Furia bebé?
–Para mí Futuröck es una especie de paraíso que no tiene parangón, porque no nos están jodiendo con la audiencia ni nos están diciendo “te escucharon 50 personas menos”, algo que debe pasar en los otros streamings, guiados por una lógica del rating y los views más parecida a la de la tele. En Furia Bebé, además de poder decir lo que quiero, sé que no tengo a alguien comiéndome el cuello. Yo eso no lo podría hacer. En el momento en que me dicen “tenes 10 views menos que ayer”, adiós. No me podría inmolar al aire para tener 10 views más. Yo estoy muy cómoda y muy feliz en la radio, entre otras cosas, por eso. También porque estoy muy tranquila de que toda la gente que habla ahí está muy convencida de lo que piensa y no solo está trabajando, sino militando lo que cree que es “el bien”. Y los otros streams que disputan el mismo discurso para mi cometen los errores de quien no está militando el bien sino que está buscando views. Y de repente lo sientan al aire a Cúneo, o a cualquier chabón de derecha siniestra pero no para tener una conversación interesante, porque vos podes tener una conversación interesante con alguien que piensa distinto, no sé si con un nazi. Entonces, para mí, hay unos nuevos medios que están disputando eso y a la vez dando un mensaje horrible, están atrayendo a las huestes progresistas para decirles ‘ser progre es una mierda, dejen de serlo porque pasó de moda’. Y eso me parece más siniestro todavía.
–¿Sentís que se instaló ese discurso?
–Hace un par de años circula esa idea de que lo progre es careta, palermitano ¡y se lo escuchás decir a personas que son de Palermo! El fenómeno de bardear al progresismo es loquísimo, porque son los mismos progres los que están bardeando progres, un nivel de estupidez compleja que me cuesta creer. Y en muchos streams te pasa que por momentos los ves y decís “ah, son compañeros ustedes”, y de repente pensás que no, y de repente sí, que están jugando a algo un poco confuso.
–¿Te interpela la idea de que el feminismo o el progresismo deben aggiornarse, que la forma de comunicar la agenda no puede ser la misma que en 2018?
–Esa idea a veces me cuesta un poco. Digo, en las redes a veces leés unas posturas del estilo ‘tendríamos que hacer una autocrítica’, que parecen estar un poco afuera de todo, como mirando desde un pedestal… Por empezar, yo no me siento capacitada para decir ‘el feminismo debería hacer esto o lo otro’. Sí siento que hubo una reacción de la derecha conservadora, tanto de los peronistas como de los no peronistas, de ese machismo transversal, que se ocupó durante años de instalar que no solo las feministas sino que el progresismo es una cosa de giles. Y yo he visto a excompañeras mías del feminismo que eran jacobinas empezar a bancar a Moreno. Y eso es porque pusieron de moda que ser progre es una mierda. A mí lo que me gustaría es que progre empiece a ser una buena palabra de vuelta. ¿Cómo se hace eso? No sé. De pronto, una cantidad de chetos con remeras de Él Mató empezaron a usar “progre” como insulto, como quien decía “hippie con OSDE”. Y yo pensaba “pero si vos sos progre y tenías glitter en la cara la semana pasada”. Creo que algunas feministas, un poco cansadas de ser vapuleadas, empezaron a hacerse las amigas de los varones y a hacer como si estuviesen de vuelta… 'yo ya fui feminista, está todo resuelto el tema del feminismo, hablemos de otra cosa'.
–Si comparamos el mapa de medios actual con el de los 90, por ejemplo: ¿te parece que todo lo que sucedió en los últimos diez años con el feminismo hizo mella en los medios?
–No, diría que hizo mella en las personas… pero para mí los medios cambiaron poco y nada. Es cierto que es difícil comparar, porque como la TV murió es difícil cotejar la situación actual de hoy con la de entonces. Las conductoras mujeres que hay en general tienen que estar todas operadas, y tienen que estar buenas. Casi no hay mujeres en los noticieros haciendo editoriales o Pagnis femeninas. Tampoco hay una Wiñazki toda despeinada y con la camisa torcida. Claro que hay mujeres en los medios, pero fíjate cuántas son, qué lugares ocupan y comparemos.
–Hace poco, en Twitter se volvió a encender el debate sobre las pocas conductoras mujeres que hay en los streams, en comparación con la cantidad de hombres. ¿Qué pensás de esto y por qué creés que esta lógica se replica también en los nuevos medios?
–Creo es que las mujeres que están en esos medios liderados por varones no tienen culpa ni cargo de nada. Las minas agarramos los trabajos que podemos; yo también fui segunda de un varón muchos años en Rock&Pop, y en Nacional. De un varón que era bárbaro por suerte, Gillespie. Para mí la discusión no pasa por ahí. Ni siquiera pasa por los varones que conducen, que también agarran los trabajos que pueden agarrar. Es una cuestión estructural, y nadie dice que los conductores de esos programas sean unos machistas hijos de puta. Pero una persona arma una programación y ni se le ocurre que puede haber una conductora mujer en un montón de lugares. Y tiene que ver con lo que la gente consume, que la gente prefiere más escuchar a varones hablar que a mujeres, sin dudas.
–¿Por qué pensás que pasa eso?
–Porque así funciona el machismo: la gente ve a un hombre y una mujer y le cree al tipo. Supone que el tipo debe ser más inteligente, más gracioso, más genial, mejor persona. Es estructural y es innegable. Y creo que vale el señalamiento, y que hay que tener la inteligencia de callarse si ese señalamiento aparece. Si ahora viene una mujer de menos recursos y me dice ‘callate, si vos tuviste la vida fácil’ yo tengo que decir ‘sí’, y punto. A veces hay que bajar la cabeza y decirle a la otra persona sí, es cierto lo que decís, tengo un montón de privilegios. No es tan grave.
NL/NS