Un ecosistema en declive. Las águilas imperiales de Doñana sobreviven a base de la comida que les dan los humanos. En el parque nacional -considerado el mayor humedal europeo- no hay alimento para el emblema alado del monte mediterráneo español.
A las adalberti de Doñana hay que darles de comer para que subsistan en un hábitat cuya denominación oficial califica como “de biodiversidad única en Europa”. A los ejemplares establecidos se les proporciona carne de conejo cerca de sus nidos al tiempo que se sueltan ejemplares vivos de estos lagomorfos en cercados para que las aves los apresen, según describe la Sociedad Española de Ornitología SEO-Birdlife.
La voz de alarma la ha dado esta organización que monitoriza las especies desde hace 20 años: “En Doñana no hay conejos”, explica su delegado, Carlos Dávila. La especie ha desaparecido, víctima de enfermedades. “Pero estas águilas contaban con un plan B, que eran las aves acuáticas” de las que Doñana es el refugio más importante de Europa. Sin embargo, esa alternativa se va esfumando.
El 82% de las más de 60 especies en peligro que se protegían en las marismas de Doñana decaen, según las tendencias recogidas en el Programa de Emergencias, Control Epidemiológico y Seguimiento de Fauna Silvestre de Andalucía. Entre ellas destacan, precisamente, esas variedades acuáticas que dependen de un humedal que pasa por horas bajas. O muy bajas.
De la marisma han desaparecido dos patos: el tarro canelo y el porrón pardo. La malvasía blanca y la focha moruna no criaron en 2021 y la cerceta pardilla solo lo hace fuera del parque
De la marisma han desaparecido ya dos patos: el llamado tarro canelo y el porrón pardo “que hace solo dos décadas eran habituales”, recuentan en la SEO. En 2021 dejó de criar en las marismas la malvasía cabeciblanca por primera vez en 17 años. Tampoco lo hizo la focha moruna “que acumula tres años seguidos fallando”.
Ilustra el peligro de degradación en Doñana que la especie de pato más amenazada en España, la cerceta pardilla, “ya solo cría fuera de los límites del parque”, señala el técnico.
Así que sin plan A para alimentarse (los conejos silvestres) y con el plan B (las aves acuáticas) cada vez más escaso, a las parejas de águilas que residen aquí hay que darles de comer. La técnica de llenar un corral cerrado con conejos –“una especie de supermercado para imperiales”, en palabras de Dávila– ya se utilizó en el plan de urgencia. La alimentación suplementaria “ha sido clave y una actuación normal”. Lo que ocurre ahora es que parece imprescindible.
“Es un recurso de manejo agresivo, pero positivo. No hay otra”, analiza Dávila, pero, al mismo tiempo, “un síntoma del mal estado del ecosistema para poder albergar la especie”.
Si la recuperación de las águilas imperiales es una historia de éxito en España, actualmente no lo es tanto en Doñana. Mientras las poblaciones en otros puntos crecen, las rapaces del parque, tras mejorar con el plan que duró hasta 2010, experimentan una lenta cuesta abajo. Además de que el hábitat no proporcione alimento para ellas, las parejas están fracasando a la hora de reproducirse y las que lo consiguen pierden pollos.
En 2021 se contabilizaron ocho territorios de águila imperial en Doñana, cada uno con una pareja. Se había perdido uno. “Hay cinco parejas que iniciaron el proceso reproductivo, pero algunas han fracasado y otras no han podido sacar adelante las crías”, cuenta el delegado de SEO.
“Doñana es el único punto de España donde el Aquila adalberti sigue en mal estado”, resume la evaluación de la ONG. “Se ha convertido en un lugar cada vez menos apropiado para albergar estas rapaces amenazadas por la extinción”, rematan.
Las amenazas que cercan el parque
Los problema del parque nacional están, paradójicamente, fuera de sus límites. E indisolublemente ligados al agua. A Doñana la falta líquido. Lo pierde por la agresión del cambio climático y de la sobrexplotación de los acuíferos por parte de los humanos.
Las extracciones de agua para alimentar fincas de regadío alrededor del entorno han chupado más líquido del que se repone de forma natural. Tres de las cinco masas de agua subterránea de las que se nutre el parque están declaradas “en mal estado” y no se prevé que “puedan alcanzar un buen estado para el horizonte de la entrada en vigor del Plan Hidrológico” que debería funcionar en 2022, según el último informe de estado de los acuíferos de Doñana de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG).
En este sentido, el Partido Popular de Andalucía impulsó –junto a Vox y Ciudadanos– una ley autonómica para regularizar unas 1.500 hectáreas de explotaciones de regadío sin autorización alrededor de este entorno. Fincas que vienen utilizando el agua de esos acuíferos sin permiso.
El Parque Nacional de Doñana es gestionado por el Gobierno andaluz ahora presidido por Juan Manuel Moreno Bonilla (PP), quien ha asegurado que retomará todas la iniciativas que decayeron en el Parlamento andaluz por su decisión de adelantar las elecciones. Esa proposición de ley mereció el reproche de la Comisión Europea, el Ministerio de Transición Ecológica y la Unesco.
Unido a esto, el ecosistema padece la falta de precipitaciones. Un ciclo seco que se alarga décadas y por el que en el año hidrológico 2020-2021 llovió mucho menos que la media histórica: 164 mm por 531 del promedio normal.
Con menos lluvias, achacado a la crisis climática, menos agua repone los acuíferos. La sequedad es palpable tanto en la marisma como en el complejo de lagunas peridunares, “quizá el lugar más emblemático de Doñana”, describe la Confederación.
Estas lagunas permanentes de agua dulce se sitúan en la cara interna de las dunas que protegen Doñana del mar. Las diez más representativas apenas tienen inundadas un poco más del 50% sobre la mediana calculada entre 1993-2000. Algunas, como el Charco del Toro y la del Sapo, presentan un 0% de su superficie inundada.
Documental en Carne Cruda: Doñana, cómo secar el mayor humedal de Europa
RR