La conmemoración de este nuevo Día Mundial del Reciclaje encuentra a la Argentina en un momento importante. La Cámara de Senadores de la Nación aprobó el viernes pasado por unanimidad y así convirtió en ley un proyecto que implementa la Educación Ambiental Integral como una política pública nacional “permanente, transversal e integral” en todos los establecimientos educativos de la República Argentina.
El proyecto -aprobado con el voto afirmativo de los 58 legisladores presentes- pretende que los estudiantes puedan adoptar un enfoque que permita comprender la interdependencia de todos los elementos que conforman e interactúan en el ambiente; el respeto y valor de la biodiversidad; la equidad; el reconocimiento de la diversidad cultural; el cuidado del patrimonio natural y cultural; y el ejercicio del derecho a un ambiente sano.
Una encuesta de la agencia de investigación Quiddity dejó en evidencia la importancia del desarrollo de estos procesos educativos integrales y la clave de fomentar la participación ciudadana de cuestiones ambientales. En esta, participaron 327 individuos y reveló que, en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), la mitad de las personas consultadas tiene el hábito instalado de reciclar, mientras que un 10% confesó no hacerlo nunca debido a la falta de información, tiempo o interés.
Este informe, hecho a fines de abril, arrojó además que 2 de cada 3 personas afirman que es sencillo reciclar. Otro dato a mencionar es que el 98% consideró que reciclar es sinónimo de beneficio para la sociedad. Sin embargo, en este sentido, los encuestados dijeron que existe una falta de conciencia y compromiso, cuya responsabilidad recae tanto en: el Estado, las Empresas y los ciudadanos (+95%). De hecho, el 97% considera que las empresas deberían asegurar el reciclaje de sus desechos, y así poner de manifiesto la importancia del compromiso.
David Clauser tiene 27 años y es Licenciado en Ciencias Biológicas de la FCEN-UBA. En diálogo con elDiarioAR recordó que en su casa comenzaron a reciclar hace más de 10 años debido a que el municipio de la localidad donde reside, “comenzó a recoger los residuos de manera diferenciada”. En el transcurso de los años, “al ver como los residuos plásticos afectan a los animales y se van acumulando cada vez más en los océanos, comenzamos a disminuir el uso de plásticos de un solo uso reemplazándolos por materiales reutilizables como botellas de metal o bolsas de tela para hacer las compras”, indicó.
Debido al contexto de emergencia sanitaria por la pandemia de coronavirus, integraron durante este último tiempo nuevas prácticas a sus hábitos para preservar al medio ambiente: “Al estar más tiempo en casa notamos la cantidad de desperdicios que generábamos, con lo cual empezamos a hacer botellas de amor, que son botellas a las que se le van introduciendo distintos plásticos de un solo uso, como son los envoltorios de los alimentos, y se utilizan para hacer madera plástica, y nos sumamos a compostar para aprovechar los restos de comida vegetales y generar un abono que utilizamos en la huerta que tenemos. A partir de sumar estos hábitos, la cantidad de basura que generamos disminuyó a tal punto que sacamos la bolsa de residuos una vez cada diez días aproximadamente”.
Estas formas de reducir los residuos generados “suelo compartirlo en mis redes sociales para que más personas lo vean y se interioricen que hay otras maneras más amigables con el ambiente de tratar nuestros residuos”, aseguró David.
Para concluir, a Clauser le parece importante reflexionar que “el mejor residuo es el que no se genera, así que debemos replantearnos nuestros hábitos de consumo y considerar en darle una nueva utilidad a los productos antes de arrojarlos a la basura. Sumado a esto, tenemos que involucrarnos y exigirles a las personas tomadoras de decisiones que adopten políticas relacionadas a un uso más óptimo de los residuos y reglamentaciones sobre las empresas para que modifiquen sus empaques y envoltorios de forma tal que se le puedan dar un nuevo uso con el menor esfuerzo posible”, cerró.
Las botellas de amor son botellas de plástico que se rellenan con “plásticos de un solo uso”, es decir, aquellos que se convierten en basura inmediatamente después de su consumo; como los envoltorios de galletitas o los sachets de leche y que luego se utilizan para fabricar madera plástica.
Esta propuesta llegó a la Argentina de la mano de la fundación “Llená tu botella de amor” y busca disminuir el volumen de residuos que se genera a nivel domiciliario y, a la vez, generar una materia prima con destinos solidarios.
Las botellas deben ser de plástico y es necesario lavarlas y dejarlas secar antes de empezar a rellenarlas. “Pueden ser de cualquier tamaño. Los bidones también sirven”, detallaron desde la Fundación.
¿Qué material se puede introducir?. Todo tipo de plásticos como bolsas, paquetes, sachets, envoltorios de comidas, cepillos de dientes, tubo de pasta dental, tapitas, palitos de chupetín, envoltorios de caramelos (no de chiclets), paquetes de fideos, de arroz, polenta, galletitas, film, bolsas de congelar, bolsas del supermercado, informan desde la fundación.
Los plásticos tienen que estar previamente enjuagados, siempre limpios. Se debe compactar todo el material en el fondo, hasta dejar la botella bien llena, sin aire. Para ello se puede utilizar cualquier elemento que permita hacer presión, como una cuchara de madera, aguja de tejer, una varilla. No se deben poner pilas, cartón, papel, tela ni telgopor.
A través de videos cortos y de manera interactiva, se enseñan buenas prácticas para el medio ambiente
AB.