Soluciones basadas en la naturaleza

‘Casar’ glaciares para que tengan ‘hijos’: el Himalaya recupera una tradición ancestral para combatir la crisis climática

Antonio Martínez Ron

6 de abril de 2025 19:32 h

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En el territorio de Baltistán, a la sombra del K2 y entre las cordilleras del Karakórum y el Hindu Kush, el cambio climático está dejando sin agua a decenas de aldeas. La situación es tan crítica que, con ayuda del programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los habitantes de esta región del norte de Pakistán están tratando de recuperar una antigua tradición que a priori suena inverosímil: casar glaciares mezclando sus diferentes tipos de hielo para que engendren un bebé glaciar que les devuelva el agua.

Esta práctica, que se remonta siglos atrás en el Himalaya, recibe el nombre de “injerto de glaciar” (en inglés, glacier grafting). Según la tradición local, consiste en escalar a zonas de alta montaña para recoger grandes cantidades de hielo de un glaciar macho y un glaciar hembra y trasladarlas a la espalda en cestas de madera de sauce hasta un nuevo valle. Una vez allí, el hielo se junta en una ceremonia similar a una boda y se entierra en las rocas mezclado con barro y paja, con la esperanza de que, al cabo de algo más de una década, el glaciar bebé crezca y se consolide hasta aportar agua a sus poblaciones. 

“Fabrícame un glaciar”

“Nosotros tenemos un concepto de glaciares como entes masculinos y femeninos”, relata Tehzeeb Bano, que nació hace 30 años en la remota aldea de NewRanga, a los pies del K2. “Utilizando el conocimiento tradicional, los hombres se aseguran de obtener partes del glaciar masculino y femenino y mezclarlas, porque si solo obtienen la parte del glaciar masculino, el glaciar no crecerá”.  

Mi abuela solía señalarlo y me contaba que el glaciar había sido hecho por los humanos. Todavía hoy podemos ver ese glaciar desde nuestra azotea

Bano recuerda que de niña veía desde la ventana de su casa el glaciar Singay, que significa “el rey de los glaciares”. “Mi abuela solía señalarlo y me contaba que el glaciar había sido hecho por los humanos”, asegura. “Todavía hoy podemos ver ese glaciar desde nuestra azotea”. La experiencia le impactó tanto que, cuando pudo acceder a estudios superiores, Bano hizo la tesis sobre el injerto de glaciares y ahora lo estudia desde la Universidad de Guelph, en Canadá. “La situación sigue empeorando y algunos aldeanos se han acercado a mí para pedirme que les injerte un glaciar para aliviar este estado”, asegura.

¿El hielo que frenó a Gengis Kan?

El glaciar Singay (o Gang Singe) que Bano veía desde la ventana es uno de los seis ríos de hielo que fueron creados mediante injertos, según las fuentes locales. “La tradición se remonta a hace alrededor de siete siglos, cuando se dice que un santo sufí injertó por primera vez un glaciar, el Kondus”, explica Zakir Hussain, profesor de la Universidad de Baltistán (UOBS) y asesor de proyectos de la ONU. Algunas versiones de las leyendas dicen que los habitantes de la zona usaron la técnica para crear una muralla de hielo que frenara la invasión de Gengis Kan

De haber sido injertados hace tanto tiempo, estos antiguos glaciares serían indistinguibles de los naturales, de modo que Hussain y su equipo pusieron el foco en los glaciares creados más recientemente. En concreto, en los ríos de hielo creados a finales del siglo XX y principios del XXI dentro de un programa de apoyo rural de la agencia Aga Khan (AKDN), que retomó la tradición después de décadas de abandono. En 2018, un grupo de académicos y porteadores encabezados por Hussain empezaron a trabajar en estas montañas remotas para tratar de entender cuánto había de verdad y cuánto de leyenda en estos procesos.

Hicimos un estudio de un glaciar injertado por una comunidad en 1995 y pudimos presenciar que quedaba un trozo considerable de glaciar y los parches de hielo que lo rodeaban

“Hicimos el primer estudio en un glaciar injertado por una comunidad en 1995, que tenía alrededor de 23 años”, explica Hussain a elDiario.es. El glaciar estaba a una altitud de 4.700 metros. “Allí pudimos presenciar que quedaba un trozo considerable y los parches de hielo que lo rodeaban”, continúa. “Tuve la suerte de tener como informantes a las personas que crearon el glaciar y de recoger todas las historias, las prácticas, las narrativas indígenas, los mitos; todo fue registrado y documentado”.

Una unión sagrada

En la lengua local, los habitantes de Baltistán conocen este ritual como Gang Khswa, que significa algo así como “nutrir con profundo afecto”. La práctica tiene un significado espiritual, pues se considera una unión sagrada de almas que, como en una boda, se celebra con oraciones, himnos y canciones. El primer paso es seleccionar un lugar por encima de 4.000 metros y una temperatura del suelo inferior a 0 °C, con una exposición mínima al sol y un terreno con escombros de piedras y cantos rodados.  

Después se recogen masas de hielo de doce lugares diferentes, con partes iguales de glaciares hembra (mo­) y macho (pho­) que son trasladados a las espaldas de jóvenes sin que puedan tocar en ningún momento el suelo. Las masas de hielo se llevan hasta el pozo del nuevo futuro glaciar, que puede ser una cueva formada naturalmente o una cámara excavada a propósito, y se depositan junto a una serie de ofrendas y regalos. Los ancianos, considerados de un nivel espiritual superior, realizan el ritual y se les considera los padres del glaciar que se está injertando. 

Durante la ceremonia, estos patriarcas colocan los trozos de hielo con oraciones en sus labios junto con huesos de albaricoque, pipas de calabaza, cáscaras de trigo, agua y carbón. Luego cantan una canción popular como canción de cuna, recitan versículos del Corán y sacrifican una cabra hembra para proteger a los glaciares. Y en los siguientes cinco años, nadie podrá visitar el lugar, para evitar interferencias.

A pesar de que en los 90 se creyó que la estrategia no había dado resultado, la revisión de Hussain y su equipo de los 17 lugares de Baltistán en los que se practicaron injertos muestra que al menos la mitad mostraban signos de crecimiento. Asimismo, han documentado que los efectos ambientales y climáticos fueron positivos y aumentaron a la disponibilidad de agua, e incluso han recreado todo el proceso de trasporte de hielo y sembrado de un glaciar para comprender mejor la técnica y “concienciar” a la población sobre su utilidad.

Estos y otros hallazgos han contribuido a que la ONU y las autoridades locales hayan retomado el interés y apoyen recuperar la tradición del apareamiento de los glaciares como solución a la escasez de agua. La Fundación para la Cultura y el Desarrollo de Baltistán (BCDF), por ejemplo, realizó uno de estos injertos, junto con la comunidad de Regayul, el 22 de octubre de 2023 y en sus vídeos se puede ver cómo realizan el sembrado de un nuevo glaciar

El cambio climático nos están dejando sin agua y subiendo las temperaturas. Cuando yo era niño, por ejemplo, jamás necesitamos ventiladores

“Los glaciares están desapareciendo”, asegura Ahmnad Nazir, que colabora con una de las ONG que llevan a cabo estos injertos. “El cambio climático nos están dejando sin agua y subiendo las temperaturas. Cuando yo era niño, por ejemplo, jamás necesitamos ventiladores”. Nazir fue uno de los supervisores del programa de “sembrado” de glaciares de la agencia Aga Khan hacia el año 2000. “Plantamos 17 glaciares y todos por encima de los 4.500 metros”, recuerda. “No pudimos volver a todos, pero sí a cuatro de ellos. Y después de cuatro años descubrimos que tuvieron éxito. Eran más grandes, uno de los lados tenía ya más de 12 metros de largo”.

Desde el programa de desarrollo de la ONU han puesto en marcha el proyecto GLOF-II, que está “ayudando a las comunidades a preservar estas prácticas indígenas” para conseguir el acceso al agua y para paliar los daños que causan las inundaciones producidas por el cambio climático. También están aportando ayudas para otras estrategias para la conservación del agua en valles vulnerables del norte de Pakistán, como la llamada “cosecha de avalanchas” (retener la nieve desprendida mediante cables) y la creación de estupas de hielo (subir el agua del valle a las zonas frías para que se almacene en forma de grandes conos helados).

Un esfuerzo sobrehumano

¿Tiene algún sentido científico el injerto de glaciares? Eso es lo que trata de determinar Sérgio Henrique Faria y su equipo del Laboratorio de Hielo del Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3), quien tomó contacto con Hussain en una visita de una delegación de Baltistán al País Vasco en 2019. Como especialistas en hielo, les interesaba comprender mejor esta tradición y en junio de 2024 viajaron para tratar de localizar uno de estos glaciares “injertados”. Pero, tras una caminata durísima de tres días, a más de 4.000 metros, se encontraron que la zona estaba cubierta de nieve y no podían ver nada.

“Nos dieron el permiso para verlo desde lejos, pero llegamos a estar justo encima, de manera accidental”, explica Lisa Kranz, ex investigadora del BC3 que formaba parte de la expedición. Buscaban el mismo glaciar que había estudiado Zakir Hussain y vieron la construcción de piedras y madera donde habían empezado el injerto. 

“Yo casi me muero”, explica Faria. “Así que entiendo por qué se abandonó la práctica durante tanto tiempo: tienes que escalar unos 2.000 metros, llenar tu espalda con 20 kilos de hielo del glaciar macho, hacer lo mismo con la hembra y luego llegar hasta el lugar del injerto. Es un enorme esfuerzo”. A esto se une que los jóvenes ya no están implicados y la tradición se pierde. “Ellos tienen su móvil y quieren vivir como nosotros, tener cosas materiales y no experiencias espirituales o religiosas”, recalca Kranz. 

La pregunta científica

Junto a Marcela Brugnach (BC3), Sérgio Henrique Faria está preparando un documental con el material que grabaron en verano, dentro de un proyecto financiado por el Gobierno Vasco para comprender la resiliencia y adaptación al cambio climático en estas regiones. También se propone regresar a la zona en 2026 para tomar muestras de los glaciares que no pudo obtener en la primera expedición y avanzar en su conocimiento. 

“Uno de los temas de nuestro proyecto es entender el fundamento científico, para ver si se podría hacer, por ejemplo, en los Alpes”, asegura. “Queremos ver en el laboratorio, a nivel microscópico, qué tipo de impurezas tienen estos llamados glaciares macho, e intentar entender un poco mejor la caracterización física de estos materiales”. Los habitantes de Baltistán identifican como machos a los glaciares más oscuros, en los que hay una mezcla de escombros y están casi enterrados por los frecuentes desprendimientos. Los glaciares hembra son los que se ven en superficie, casi transparentes, o de un color azulado. 

Queremos ver a nivel microscópico, en el laboratorio, qué tipo de impurezas tienen estos llamados glaciares macho, e intentar entender un poco mejor la caracterización física de estos materiales

“A partir de este concepto de glaciar macho y hembra se desarrolló una tecnología ancestral tremenda”, explica el especialista del BC3. “Aparentemente, la mezcla te da una combinación óptima, con suficiente hielo limpio para congelar más agua y suficiente material de detrito que sirve de aislante térmico para protegerlo del calor del sol y del propio aire caliente. Y quizá esa combinación es la que permite que esta masa de hielo vaya acumulando más nieve y vaya creciendo y formando un glaciar”. 

Jakob Steiner, hidrólogo especializado en las altas montañas de Asia, también cree que estas estrategias de llevar agua a zonas más altas para que se conserven congeladas tiene sentido, y que añadir paja, carbón y otros materiales es una forma de mantener el hielo congelado durante más tiempo. “¿Es eficaz para los problemas hídricos que enfrentan los habitantes de un asentamiento determinado? Sí, definitivamente”, explica a elDiario.es. “Sirve para generar agua adicional para riego, también une a la comunidad, enseña a los jóvenes sobre su entorno, facilita la gobernanza local de los recursos y tiene valor espiritual”.

Sirve para generar agua adicional para riego, une a la comunidad, tiene valor espiritual y es mucho más eficiente que muchas de las soluciones 'modernas'

Ahora bien, recalca Steiner, no sirve para resolver todos los problemas hídricos de la región ni para evitar la desaparición de los glaciares, aunque ese nunca fue el objetivo. “Los volúmenes son pequeños, pero si solo se necesita pequeño, es perfecto. Mucho más eficiente que muchas de las soluciones modernas que se aplican actualmente, que potencialmente resuelven muchos más problemas, pero son caras, difíciles de mantener y, por lo tanto, a menudo no se llevan a cabo”.

“La criosfera en esta zona más septentrional de Pakistán está cambiando”, asegura Miriam Jackson, miembro de la Iniciativa Climática Internacional de la Criosfera (ICCI). “Los glaciares se están reduciendo y las competiciones de esquí programadas en Gilgit se han cancelado en los últimos años por falta de nieve”. A pesar de que no hay suficiente literatura científica que apoye la práctica de estos injertos, bastante desconocidos hasta hace poco, cree que el ingenio y perseverancia de los habitantes de Baltistán son admirables. “Su diligencia al buscar soluciones propias a estos desafíos es encomiable”, destaca.

Una práctica muy humana

Aparte del interés científico, la práctica tiene un gran atractivo desde el punto de vista humano y antropológico. No es el único lugar del mundo en que los glaciares son considerados como criaturas vivas o incluso sagradas. “En otros lugares, como Canadá y Alaska, las comunidades tradicionales tienen reglas estrictas sobre cómo comportarse sobre un glaciar para no ofenderlo”, subraya Faria. “Si comes grasa sobre el glaciar, por ejemplo, las consecuencias pueden ser desastrosas para ti y para la comunidad”.

También en occidente se han hecho ceremonias fúnebres de despedida a los glaciares, como ha sucedido en Islandia y otros lugares. “Hay gente de Silicon Valley que sube a la montaña para llorar la muerte de un glaciar”, señala el experto.

Al equipo del BC3 que viajó hasta Baltistán les sorprendió la capacidad de adaptación al cambio que tienen los habitantes de estos valles y cómo su cosmovisión integra soluciones a los problemas que van enfrentando en un entorno tan hostil. “Sabemos que los glaciares se van a perder por el cambio climático, nos fuimos al valle de Hushe para ver cómo la gente percibía estos cambios”, explica Brugnagh, profesora Ikerbasque y codirectora del documental en marcha. “Siempre se buscan soluciones técnicas, cuando esta gente lo tiene muy claro con el agua, hasta el extremo de que saben hacer glaciares”, apunta.

Sabemos que los glaciares se van a perder por el cambio climático, nos fuimos al valle de Hushe para ver cómo la gente percibía estos cambios

Especializada en modelos de ecología, ciencias sociales y humanísticas, Marcela Brugnagh define su trabajo como el estudio de cómo la gente toma decisiones de forma colectiva en situaciones de incertidumbre. “Nos interesa otro tipo de conocimiento, que no es científico y que es muy importante tener en cuenta de cara al cambio climático, porque habla de las relaciones de estas comunidades con la naturaleza y de sus dinámicas”, señala. “Durante la experiencia tuvimos un cambio de mentalidad”, resume. “Vamos con nuestras ideas objetivas de salvar el planeta, pero ellos han vivido con el cambio y no tienen problema para adaptarse a la naturaleza: somos nosotros quienes tenemos que aprender de ellos, no ellos de nosotros”.

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