En los seis años transcurridos desde el Acuerdo de París, los 60 mayores bancos del mundo han invertido casi 4 billones de dólares en la industria de los combustibles fósiles. La financiación bancaria de los combustibles fósiles se redujo en 2020, pero había aumentado en los cuatro años anteriores, y un solo año afectado por una pandemia no marca una tendencia. Una investigación sobre 12 de los mayores proyectos de combustibles fósiles en desarrollo en 2020 mostró que 20 grandes inversores poseían 535.000 millones de dólares en acciones y bonos de las empresas que impulsan estos proyectos. Algunas de las mayores aseguradoras del mundo, sobre todo en Europa, han puesto fin o limitado su cobertura para proyectos de carbón, pero la mayoría de sus homólogas estadounidenses y asiáticas siguen asegurando el carbón como antes. Muy pocas aseguradoras han tomado medidas para dejar de dar cobertura a las industrias del petróleo y el gas y un ejército de consultores, asesores, proveedores de datos y contables siguen haciendo negocios con los combustibles fósiles sin ninguna restricción evidente.
En este contexto, grandes fondos de inversión empiezan a hacer grandes promesas de net zero, pero las grandes cifras no lo dicen todo o esconden mucho. No en vano, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres anunció la creación de un grupo de expertos que analizará los compromisos netos cero de las acciones no estatales. “Hay un déficit de credibilidad y un exceso de confusión sobre las reducciones de emisiones y los objetivos netos cero, con diferentes significados y diferentes métricas”, dijo.
Especial escepticismo hay en torno a la Alianza Financiera de Glasgow para las Cero Emisiones Netas (GFANZ), un grupo paraguas que incluye a todos los principales bancos occidentales, así como aseguradoras y administradores de activos, anunció que las empresas responsables de gestionar 130 billones de dólares en capital, equivalente al 40% de los activos financieros del mundo, habían suscrito asumir una «parte justa» de descarbonización.
El enviado de la ONU para el clima, Mark Carney, que está en el centro de esta movida, ha dicho que es necesario encontrar formas creativas de canalizar el dinero privado hacia inversiones que promuevan el objetivo auspiciado por la ONU de «cero emisiones netas de gases de efecto invernadero» para 2050.
“El dinero está aquí, pero ese dinero necesita proyectos alineados con el cero neto y (entonces) hay una manera de convertir esto en un círculo virtuoso muy, muy poderoso, y ese es el desafío», expresó en la cumbre. Según Carney, se estima que «se necesiten 100 billones de dólares de inversión durante las próximas tres décadas”.
Sin embargo, la propuesta de GFANZ tiene sus críticos. Ben Caldecott, Director del Grupo de Finanzas Sostenibles de la Universidad de Oxford y Director del Centro del Reino Unido para la Ecologización de las Finanzas y la Inversión, dijo: “Hemos entrado en la COP26 con compromisos sin precedentes de las instituciones financieras para alinear sus carteras, productos y servicios con el Acuerdo de París. Parte de esto implica detener la financiación de nuevas infraestructuras de combustibles fósiles. No se puede cumplir con París sin que esto ocurra lo antes posible, y ninguna cantidad de nuevas inversiones verdes puede compensar este requisito”.
“También tenemos que garantizar que los compromisos adquiridos se controlan y se rinden cuentas. Garantizar la integridad de estos compromisos a lo largo del tiempo es fundamental para marcar realmente la diferencia y ahora tenemos que centrarnos decididamente en la calidad de las promesas realizadas por las instituciones financieras, no sólo en su cantidad.
Otra crítica que se le hace a la GFANZ es sobre las exageraciones que hace en torno a los mercado voluntario de carbono de alta integridad. Es lo que hace un nuevo análisis de Trove Research, que pone en tela de juicio las hipótesis excesivamente optimistas del Grupo de Trabajo sobre la Ampliación de los Mercados Voluntarios del Carbono (TSVCM), dirigido por Mark Carney. Entre otras cosas, el informe dice que: “El tamaño de los mercados voluntarios de carbono va a ser realista, entre 10.000 y 40.000 millones de dólares para 2030, en contraste con las afirmaciones del TSVCM de un mercado de 100.000 a 180.000 millones de dólares.” Para 2030, incluso una previsión optimista de la demanda del sector voluntario de 2.000 millones de toneladas de emisiones de CO2 al año, equivalente a 20 veces la demanda del mercado en 2020, representaría sólo el 5% de la actividad de reducción necesaria para situar al mundo en una trayectoria de 1,5C, o 2C, lo que hace que el papel de los mercados voluntarios de carbono sea mucho menos importante que las inversiones en la reducción inmediata de emisiones. La suposición de que el sector privado estaría dispuesto a pagar un precio mucho más elevado por los créditos voluntarios a escala aún no se ha puesto a prueba.
PxP